Guillermo Ávila N.
Sebastián González, teniente tercero de la Duodécima Compañía de la Bomba Suiza, lleva casi cinco años como bombero de Valparaíso.
Porta el uniforme como quien viste con orgullo la "Verde" del Wanderers. Se frota las manos. Hace frío, y su verso no parece tan convincente al paso de unos todavía más gélidos transeúntes a la rifa.
Se acerca el mediodía de viernes y la colecta aquí aún no prende. En Chile, son 313 los Cuerpos de Bomberos existentes, con cerca de 50 mil integrantes, de los cuales un 10% son mujeres. En nuestra región, son 34 los Cuerpos, siendo el de Valparaíso (el primero en ser fundado en el país en 1851) el más grande: casi 900 efectivos.
Entre esos, Sebastián. Y a su lado, Álex Pavez, conductor del llamativo carro de la Bomba Suiza apostado a metros, quien intenta convencer a unos peatones de esos tipo 'volantín de cuero', a propósito de septiembre, a sacudir sus bolsillos: "Nos ha ido lento con la venta. Esperamos que la gente nos apoye", clama expectante.
Sebastián, como en las faenas al rescate, observa sigiloso. Lo percibe: no basta ponerse casco, correr con la manguera, aferrarse al carrobomba y aplacar lenguas de fuego a la adrenalina. Para mantener los estándares a la altura de una de las instituciones más valoradas de Chile, también se requieren de recursos económicos. Dinero. Y una rifa, ésta, que la cree un gran paso.
El teniente tercero hace pausa a su nueva función como "vendedor". Opta por el diálogo al interior del llamativo carro de la Bomba Suiza. Lo suyo, dice de entrada, viene de una tradición familiar: su padre César y su tío Álex también sintieron el llamado a los auxilios.
Así, Sebastián, a los 13 años, ya deslumbraba en la brigada juvenil. A los 18, la vocación y el servicio lo hicieron madurar de golpe. Allí, en el terreno más complejo de la Ciudad Puerto: él, junto a su unidad, cuenta, fueron los primeros en llegar al mega incendio de abril del 2014.
Liderados por su padre, fue en cerro Ramaditas donde tuvieron que poner paños fríos al caos. Desmenuza al triste recuerdo, aún tatuado a fuego como si fuera ayer. "Unos muchachos estaban efectuando unas construcciones en una vivienda. Tenían la malla en el patio. Les gritamos que mojaran la malla: el fuego se venía, no nos escucharon y allí empezaron a quemarse todas las casas. Los sacamos a ellos, y después a un adulto mayor que tenía unos perritos recién nacidos. Fue impactante", reconoce.
Hoy, Sebastián González, a sus 22 años y de Playa Ancha, retorna al puesto improvisado. Y una misión por delante: vender los talonarios de la rifa de Bomberos. Su llamado a la comunidad: ponerse la camiseta con Bomberos. "Nosotros siempre estamos a disposición. ¡Que no nos den la espalda!".
Bomberos en llamas
Precisamente en la esquina Brasil con Molina, afuera de un supermercado, sobre la humilde mesa, están 40 talonarios, a mil pesos (el talonario) por unidad su valor. Además, cada uno, con doble numeración… es decir, doble opción de obtener alguno de los premios. Corresponde a la 44ª Rifa 'Profesionales a toda Prueba', cuyo sorteo será el viernes 5 de octubre, en la plaza Sotomayor, a las 19:30 horas.
Ahora bien, por ley, y dado que la rifa es autorizada por la Intendencia de la Región de Valparaíso, los recursos obtenidos deben ser gastados en: material mayor, uniformes, material menor (mangueras, coplas, herramientas, hachas), mantención y reparación de cuarteles, muebles y equipos, capacitación de Bomberos (Cursos de especialización en Chile o en el extranjero).
Sofía Rivera, de 19 años, es voluntaria de la 12 Compañía de la Bomba Suiza. "No somos pagados", lanza al tema. Cindy Silva, se anima. Dice que siempre coopera con Bomberos. "Hacen una labor súper importante en rescates e incendios. Son lo máximo". Tras su compra y colaboración, Cindy se deja llevar por la nostalgia familiar antes de marcharse: "Tuve un abuelo que fue bombero. Se llamaba Sergio Silva. Para él -y nosotros-, esta institución significó mucho". Como la anécdota de ayer vía 24horas.cl: mientras Bomberos de Valparaíso vendía la rifa por las casas de la ciudad, una mujer que quería ayudar, no podía bajar a la calle para el aporte por encontrarse postrada. Ingenio: amarró el dinero para que así llegase a manos del voluntario. ¡Aplausos!