Cinthia Matus O.
Lo conocen como el "artesano que transforma todas las cosas en maceteros", pero Bernardo Aravena, quien vive hace seis años en la población María Eilers del cerro Placeres, en Valparaíso, se presenta como un vendedor de libros y óptico de profesión. En ese orden.
Ayer, a eso de las 11.00 de la mañana, Bernardo salió al antejardín de su casa, al costado de la escalera Coquimbo, para mostrarle a sus vecinos y a La Estrella, cada rincón de su hogar. Mientras le sacaba el seguro al portón de la entrada (un candado de bicicleta), contó que era fanático de la filosofía, y que por eso, todos tenían que pasar dejando afuera "sus almas, sus ideales y sus armaduras". Específicamente, al lado de unos maceteros, que no son más que tazas de WC, televisores, linternas, zapatos, cajones y teléfonos adornados con plantas y flores.
Asiduo Defensor
Armando Acosta, presidente de la junta de vecinos María Eilers, dijo que conoció la intervención de Aravena hace poco, justamente por los comentarios que le llegaban de otros residentes y turistas. "Al principio llegó a la casa a pedirme el certificado de residencia y para mí fue sorpresa, porque no lo había visto nunca. Pero él me dijo 'vivo en tal parte, y soy vecino de esta persona y de esta otra', y ahí no tuve dudas. Después, nuevamente fue, hicimos un pequeño vínculo, pero vine hace poco para acá, porque me llegaban muchos comentarios y lo encuentro extraordinario", expresó.
Para Acosta, la labor que hace el "artesano de los maceteros", ha sido muy importante, porque también ha educado a los vecinos a no botar basura. "Él ha intervenido el lugar de tal manera, que nadie viene a botar sus escombros ni a ensuciar", dijo.
Bernardo Aravena, quien lo escuchaba con atención, asintió con la cabeza y comentó que es tanto lo que protege la naturaleza, que sale a defenderla. "A los vecinos de arriba los reté a todos porque venían a botar cosas en la quebrada. Los encaraba y les decía que los estaba grabando para hacer una denuncia, y a veces ni siquiera andaba con el celular a mano, pero usaba la billetera para espantarlos", dijo riendo.
El artesano, que vive con su mujer Maritza, y su hijo Emiliano, está acompañado de Dimitri, un mochilero ruso que conoció un día que estaba vendiendo sus libros en la Plaza Victoria.
"Cada dos años pasa a verme, y siempre lo recibo, porque esa es la idea, compartir y que la gente disfrute de este rincón. Algunos me miran raro, piensan que es el mal de Diógenes, pero no es así, para mí la basura solamente son las bolsas plásticas, porque todo lo demás se puede rescatar de alguna forma", afirmó.
Tras caminar un sendero angosto -que tiene más maceteros- Bernardo mostró las habitaciones de su casa, que están completamente amobladas con objetos que otras personas han desechado. Por ejemplo, su librero, que cubre una pared completa, está construido con cajones de verduras y en el techo tiene guitarras colgando. En otra parte, donde tiene su estudio para hacer maceteros, se pueden encontrar aparatos electrónicos antiguos y cassettes de diversos artistas. "Hace poco encontré botada la tele que Allende le regalaba a los trabajadores. O sea, hay parte de historia acá también", dijo.
Reconocimiento
Armando Acosta, quien andaba con el tesorero de la junta de vecinos María Eilers, pidió una pausa para hacerle un reconocimiento. Bernardo Aravena se mostró muy contento y agradecido.
"Le queremos hacer un reconocimiento como junta de vecinos, por el aporte que está haciendo en el barrio. Le hacemos entrega de un diploma, un libro con la historia de esta población, porque la junta de vecinos María Eilers no es cualquier cosa, y un vinito para celebrar el 18", le dijo don Armando.
Bernardo los recibió, se los mostró a Dimitri, y dijo: "Pucha mi hermano, qué lindo, lo voy a destacar mucho, no me esperaba este reconocimiento".
El ruso, que habla muy bien el español, valoró el trabajo de su amigo y lo abrazó. El artesano, en tanto, prendió la radio y puso música. "Estoy muy contento de que los vecinos aprecien lo que hago, porque esta es mi filosofía contra el mundo. Al principio, cuando estaba juntando las cosas y las tenía amontonadas, nadie entendía nada, pero ahora les gusta mucho", dijo y guardó el vino.