Bajo la nieve

Adelmo Farandola es un ermitaño que vive en las montañas. Alejado del bullicio de las grandes ciudades, habita en un paraje nevado alejado de toda urbanización. No es un personaje infeliz ni melancólico, no extraña nada, no añora una vida pasada, más bien, se siente cómodo en un lugar que para los centralistas siempre será hostil.

Lleva años sin bañarse, la suciedad se acumula en su piel y parece una capa más de su cuerpo, sus dientes están verdes, las uñas de sus pies negras y porta un hedor que resulta insoportable a cualquiera que se le acerque. Su cuerpo, pese a que él nunca lo manifieste, es una forma de resistencia ante las convenciones de la higiene, propiciadas por una medicina tradicional que constantemente está instaurando verdades indiscutibles.

La novela "Nieve, perro, pier", de Claudio Morandini, es un tratado sobre biopolítica. El cuerpo narra los modos de violencia, y es evidente (pero nunca panfletaria) la crítica hacia estas supuestas certidumbres sociales. Adelmo Farandola nunca se enferma, con poco ropaje y mala alimentación, se somete a bajas temperaturas, no obstante su salud física nunca declina, demostrando que la suciedad que lo rodea funciona como una coraza ante las bacterias, proponiendo que el contacto con una naturaleza sin impostaciones (feca, barro) es de por sí un protector que desafía los parámetros científicos.

En la mitad de la novela aparece un guardabosques que llena de preguntas a Farandola. Al modo de un interrogador social, cuestiona mediante juicios valóricos la forma de vida del protagonista. Lo invita a volver a la ciudad, a buscar a sus familiares, a llevar una vida convencional. Acudimos a esa frontera, dada por los vencedores, de determinar cual es el lugar de la civilización y cual el de la barbarie. En ese lugar juega esta novela. En ese espacio que nunca se cierra, y que Claudio Morandini retrata mediante diálogos que esconden un discurso de reivindicación que no se agota.

En el Chile contemporáneo, hay una excesiva -y a veces innecesaria- preocupación por los animales. Se erigen movimientos que están bastante lejos de las reivindicaciones sociales urgentes que necesita el país. Escribir sobre ello es redundar y llenarse de lugares comunes, por lo mismo, la aparición de animales domésticos en la literatura contemporánea responde a un patrón ligado a las temáticas del mercado. Si bien es cierto que en esta novela, hay un perro que tiene altos niveles de protagonismo, la figura del animal (que tiene voz propia), no se encasilla en estos parámetros. Simplemente se le ve como un animal, sin idealizaciones ni puritanismos, que acompaña, fielmente, a un protagonista que no duda en amenazarlo con comérselo si el hambre le devana los sesos.

Con una novela cargada de ternura y de ferocidad, Morandini nos demuestra que ambos sentimientos -que parecen tan opuestos- pueden convivir en un espacio, en un personaje, en una montaña en la que las impostaciones siempre quedan fuera de juego.