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Madre de Viviana Montenegro rompe el silencio tras 20 años

La Estrella realizó inédita entrevista a Viviana Valdés. La mujer se mantuvo dos décadas en el anonimato mediático para proteger su salud mental, pero la posibilidad de que el asesino de su hija salga en libertad la obliga a dar la cara y exigir justicia.
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Matías Valenzuela

La decisión le costó muchísimo. Hace un sacrificio al dar esta entrevista, ella misma lo confiesa, pero su objetivo es más grande. Viviana Valdés se ve obligada a revivir el dolor que la marcó para siempre hace 20 años. Dos décadas han transcurrido tras el macabro homicidio de su hija, Viviana Montenegro, una colegiala de 17 años de edad que fue apuñalada 72 veces por Luis Carrasco Tapia, hoy interno de la Cárcel de Valparaíso que hace algún tiempo solicitó la libertad condicional. Es precisamente ese hecho el que obliga a Viviana a referirse al tema en La Estrella.

Hace un par de semanas el Poder Judicial recibió 400 solicitudes de libertad condicional, incluyendo la de Luis Carrasco Tapia, que ya cumplió 20 años de condena tras violar y asesinar a Viviana Montenegro en 1998. Del total de las solicitudes, se aprobaron 262, pero la lista de los liberados aún no ha sido publicada, y la posibilidad de que el hombre que le arrebató la vida a la colegiala de 17 años salga en libertad, atemoriza y desconsuela a toda su familia.

Es pertinente recordar la situación legal del homicida y violador. El hecho ocurrió el año 1998, pero hubo dos años de juicios. En este periodo, la familia exigió la pena de muerte, pero el juez optó por otorgar presidio perpetuo, decisión que no gustó por la eventual posibilidad de que Carrasco Tapia optara a beneficios en el futuro.

Al revisar la prensa de la época, no figura el nombre de Viviana Valdés, la madre. Es el papá de la estudiante, Roberto Montenegro, quien asume la vocería de la familia y dirige todos los recursos legales. Asiste sagradamente a los tribunales para las audiencias, y da las entrevistas a los medios de comunicación de la época. Esto no es casual, la madre de la víctima estaba tan afectada emocionalmente, que no podía articular una palabra."Yo no hablé, Roberto me tenía un poco al margen porque yo me bloqueé. Yo me bloqueo y no puedo decir nada, él siempre me mantuvo al margen, él me conversaba las cosas, me decía 'Vivi, pasa esto y esto otro, tú tienes que estar tranquila'. Lo hacía para protegerme, porque yo hasta el momento estoy con tratamiento, con sicóloga, hasta el día de hoy estoy con pastillas. Estos días he estado completamente nerviosa, he estado muy mal", explica la mujer de 60 años.

Cuenta que su estado mental se vio más alterado cuando supo que el asesino de su hija podría salir en libertad. Se enteró cuando su sobrina la llamó contándole lo que acababa de leer en la prensa. Dice que por orden de su sicóloga -sigue recibiendo terapia hasta el día de hoy- le sumaron una pastilla más para tranquilizarla.

"Esta noticia yo la he vivido mal, estoy a puras pastillas, tratando de evadirme, no sé, como que esto de nuevo es volver a lo mismo", se lamenta con un hilo de voz.

Actualmente vive en Quilpué, es pensionada, no pudo seguir con su trabajo cuidando enfermos. Hace precisamente 20 años abandonó su antigua casa en Barón, por sugerencia de su sicóloga.

"Me dijo que tenía que salir de la casa, por el tema de los recuerdos, y todas esas cosas. En esa casa vivimos 25 años antes de que pasara esto", reflexiona.

El apoyo emocional

Ahora vive junto a Jorge Sepúlveda, su segundo esposo y uno de los pilares de su vida.

Las paredes de la casa muestran varias fotos de su hija fallecida, la mayoría con uniforme escolar, ya que ella iba en cuarto medio cuando fue asesinada. Le restaban apenas dos meses para egresar de cuarto medio en el Liceo Computacional de Playa Ancha. De hecho, se dirigía a clases cuando ocurrió el homicidio.

A plena vista, el estado emocional de Viviana es delicado, se toma una pausa para dar cada respuesta, y sus ojos se humedecen de tanto en tanto. Su esposo la conforta y la releva en la voz cuando ya no sabe que decir, o cuando ya no tiene fuerzas para hacerlo. Su voz transmite el dolor.

"Yo a ella no le comento nada para no afectarla. Se ha sabido de otros casos bien complicados, donde los tipos han logrado el privilegio. Nosotros tratábamos de no darle esa vuelta, pero ahora último ha tomado mucho revuelo esto. Empezaron a llamar de la familia. Donde trabajo, un colega me comentó; supe por ahí que el tipo (el taxista) tuvo unos problemas internos, y cosas así", dice Carlos, sentado a su lado.

A la derecha de Viviana, hay otra mujer. Una rubia de 56 años que la acompaña en dolor. Se llama Ana Cortés, es la pareja que tuvo el padre de Viviana después de ella.

Son amigas, y muy unidas. El dolor de perder a Viviana a tan temprana edad las hizo generar lazos de mucha intimidad. Entre los tres (Viviana, Jorge y Ana) se apoyan y mantienen la lucha para exigir justicia; una justicia que pensaban que estaba saldada con el fallo del tribunal hace 18 años, cuando se determinó presidio perpetuo para el asesino.

"Nosotros estamos unidos por todo esto, a la Veva (así llamaban cariñosamente a la niña) la conocí, compartí con ella y todos la perdimos. Lo vivimos todo en carne propia, y esto de nuevo hace florecer la pena, pensábamos que estaba como durmiendo por decirlo de algún modo, pero los sentimientos afloran", explica Ana, tomando la mano de Viviana.

"se murió de pena"

El padre de Viviana, Roberto, encarnó la lucha para exigir la pena de muerte. Nunca se cansó en esa lucha. Su familia lo recuerda como alguien fuerte y corajudo, así mismo se mostraba ante las cámaras de la prensa que registraron su dolorosa lucha, pero por dentro la pena lo carcomía, lo devastaba.

Ana recuerda aquellos años, cuenta que el desgaste emocional de hablar con abogados, y periodistas, más la frustración de que no hayan aceptado la pena de muerte le pasaron la cuenta, pues falleció tres años después del fallo.

"Él tocó muchas puertas, pero no le ayudaron. En ese tiempo estaban los diputados, fue mucha gente, se quedó todo en la nada. Se hicieron campañas con los mismos niños del colegio. Hay libros donde se firma para apoyar la pena de muerte. Él nunca superó la muerte de ella. No pudo seguir trabajando, cerró el negocio el año 2000 (manejaba una confitería en la calle Independencia, al frente a la sede de Santiago Wanderers), no tenía las ganas, quedó demasiado afectado. De hecho falleció sólo en la casa, a los cinco años después de un paro al corazón", rememora Ana.

Dentro de los múltiples dolores que se mezclan con este momento, uno de los que los mantiene firmes es el de respetar el legado de Roberto, él murió pensando que el asesino de su hija permanecería 40 años en la cárcel.

Su viuda, Viviana, cuenta: "Antes de morir, me dijo 'Vivi, hay que estar tranquilos, él no va a salir nunca más de la cárcel porque le dieron 40 años'. Él se quedó con esa idea de que no salía más. Murió con la seguridad de que iba a ser así, siempre me lo dijo así. Él luchó hasta el final, la pena la llevaba por dentro".

Para honrar el recuerdo de su difunto esposo, Viviana abre un poco más los ojos y toma fuerza desde su interior para levantar la voz y consignar lo que quieren: que se respeten los 40 años de presidio.

"Eso es lo que queremos, que esté 40 años. Vamos a estar pendientes, porque este hecho destruyó a la familia", sentencia la porteña. Es la respuesta más fuerte que ha dado en toda la entrevista.

Sus compañeros, Jorge y Ana, la complementan. Su esposo dice: "Yo sé que ella no va a poder superar este dolor nunca. A veces pienso, para hacerme el fuerte, digo que por último, si el tipo sale libre, perdió 20 años de su vida por hacer lo que hizo, pero claro si uno lo piensa bien, eso no es nada comparado con toda la vida de la niña. Lo que más deseamos es que se cumplan los 40 años".

En seguida, Ana dice algo similar: "Que se cumplan los 40 años, que sean efectivos, no 20, que no salga por buena conducta".

El recuerdo

Todo este torbellino de emociones converge en el recuerdo de la joven de 17 años, una niña con un comportamiento ejemplar, era la hija ideal. Muy cercana a sus padres y con excelentes notas en el colegio, quería ser ingeniera en computación.

"Ella quería estudiar computación, le quedaban dos meses para salir de cuarto medio. Tenía excelentes notas, desde kinder hasta cuarto medio siempre fue la primera de la clase, la más destacada. Siempre fue destacada en todo", recuerda su madre.

En las paredes hay fotos de la chica, desfilando por el colegio, llevando el estandarte o participando en la banda escolar. Tocaba la flauta traversa, en la última fotografía que le tomaron, se le puede ver empinando el tubo metálico mientras desfilaba. En un cuadro en la esquina de la casa se puede ver la flauta que usaba, está enmarcada con una pequeña placa conmemorativa. Fue entregada a sus padres en la ceremonia de graduación de su generación del Liceo Computacional de Playa Ancha, donde se le hizo un homenaje póstumo.

Activismo

Tras el resurgimiento del caso, y el revuelo que esto conlleva, en redes sociales han brotado las voces que se oponen a la eventual liberación de Luis Carrasco Tapia.

En Facebook, Twitter e Instagram está presente el grupo "Con Veva en el corazón" donde se publica sobre las novedades de este caso y se llama a tener conciencia para que el asesino de la porteña se mantenga tras las rejas. Estas plataformas fueron creadas por amigas y compañeras de curso de la muchacha. Ellas nunca la olvidaron.

En la plataforma activista change.org hay una petición en línea para que los usuarios firmen para que el poder judicial niegue la solicitud de libertad condicional del taxista detenido. Al cierre de esta edición, la petición llevaba 1875 firmas, e iba subiendo minuto a minuto.

"Su papá murió de pena esperando justicia, ahora que no esta los que quedamos vivos seguimos luchando por él y que su hija no pase al olvido", se lee en un apartado.