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El reino animal se impone en una casa de la Villa Olímpica

Hace 12 años una vecina empezó a instalar en el antejardín de su hogar leones de plástico. Hoy tiene focas, jirafas, osos polares, peces y aves.
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Claudia Carvajal R.

Cuando sus hijos estaban pequeños desconocidos ingresaron a la casa de Rosa Carvajal, ubicada en la Villa Olímpica de Quilpué. Ella estaba en el segundo piso y no sintió cuando sacaron una ventana y se llevaron distintos objetos de valor, como algunos recuerdos que su marido marino mercante adquirió en distintos países.

Eso le hizo reflexionar y decidió que ya no compraría más objetos caros. Un día adquirió unas ramas de plástico y un león. "Siempre me han gustado. Se me ocurrió ponerlos debajo del medidor (que está en el antejardín). Se veía bonito. Los niños cuando pasaban se quedaban mirando...entonces empecé a poner más y más animales", cuenta Rosa.

De eso ya han pasado 12 años. Esta vecina, con 48 años viviendo en la calle Viña del Mar, hace rato perdió la cuenta de cuántos animales tiene. En un momento enumeró 2.800. "Pero eso fue hace rato, ya dejé de contarlos", confiesa. Pese a eso, siempre sabe si le falta uno o si un "monito" está fuera de lugar.

Así fueron llegando más y más animales. Al principio estaban todos juntos, pero después los separó por tipo y hábitat. Tuvo que estudiar para no equivocarse. El antejardín comenzó a transformarse, con piedras y cemento levantó su propio zoológico. Hay un sector que simula el Polo Norte y tiene osos polares y pingüinos; otro simula una selva, con jirafas, elefantes, tigres y otros animales salvajes. También hay ejemplares del campo, como vacas, caballos y ovejas.

Y entre medio, puso mensajes sacados de la Biblia y hasta realizó un mural que simula una montaña.

Rosa reconoce que es mucho trabajo. El cemento lo pinta dos veces al año y los animales los retoca por color. Sus principales enemigos son los gatos, a quienes les encanta pasearse por este reino animal en miniatura, especialmente por el sector de los peluches, donde es muy agradable dormir una siesta.

Cuando llueve, deja que todo se moje, aunque siempre quedan pozas que debe secar. También limpiar el polvo y cambiar la silicona con que están adheridos para no caer.

Rosa Carvajal asegura que esta afición le encanta, así como coser y pintar. Pero reconoce que a veces se cansa y sus nietos que la ayudaban cuando eran niños, hoy están grandes y tienen otras ocupaciones. Pero dice que seguirá; todo sea por los niños que siempre se quedan pegados mirando esta particular colección.