El policlínico de los libros
Ahora me rindo y eso es todo
La excelente novela de Álvaro Enrigue comienza con una interesante reflexión sobre la escritura y las formas de un paisaje. Al estilo del mejor de los ensayos, la cita documenta y (se) posiciona sobre el océano literario al que como lectores nos enfrentaremos: "Al principio las cosas aparecen. La escritura es un gesto desafiante al que ya nos acostumbramos: donde no había nada, alguien pone algo y los demás lo vemos. Por ejemplo, la pradera: un territorio interminable de pastos altos. No hay árboles: los mata el viento, la molicie del verano, las nieves turbulentas del invierno. En el centro del llano, hay que poner a unos misioneros españoles y un templo, luego unos colonos, un pueblo de cuatro calles. Alguien pensó que ese pueblo era algo y le puso un nombre: Janos. Tal vez porque tenía dos caras. Una miraba al imperio español desde uno de sus bordes, el lugar donde empezaba a borrarse. La otra miraba al desierto y sus órganos: Apachería".
El aplaudido inicio de Ahora me rindo y eso es todo, habla sobre la (re) construcción literaria que se realiza sobre un paraje desolado que será llenado con las herramientas de la imaginación. Sobre este paño invisible, del que Enrigue es consciente, se logra narrar una historia que a su vez son muchas historias. Al estilo de las muñecas rusas, hallamos relatos históricos, épicos, con forma de leyenda, mediados por metaliteratura y presentados como wéstern, es decir, una batería híbrida donde diversos motores literarios elaboran un engranaje perfecto, sobre las relaciones fronterizas -actuales y coloniales- entre México y Estados Unidos.
¿Desde qué lugares el mundo ha mutado? ¿Cuál es el verdadero progreso? ¿Han evolucionado las relaciones entre pueblos? ¿Qué es la civilización, qué es la barbarie? Están son algunas de las preguntas que va construyendo el relato, funcionando como un ente interrogador -y sociológico- que interpela al lector, pues un ejercicio que parece netamente literario tiene potentes dosis sociales que nos llevan a un constante estado reflexivo.
Los relatos que recorren la novela, parecen disparados hacia un viaje vertical, no obstante, Enrigue, con una pluma inteligente, dotado de una técnica literaria similar a la del primer Vargas Llosa, consigue que las historias retornen, es decir, que logren cuajar dentro de un engranaje mayor, dotando de sentido y coherencia a un relato que pese a ser pretencioso nunca logra extraviarse.
Si Muerte súbita nos dejó bastante más que una grata impresión, Ahora me rindo y eso es todo, posiciona a Enrigue como uno de los mejores escritores del continente. Un libro novedoso y altamente recomendable, que nos viene a (re) confirmar que el ser -y sentir- latinoamericano siempre nos permite explorar -para narrar- nuevas formas de expresión.
título: Ahora me rindo y eso es todo
autor: Álvaro Enrigue
editorial: Anagrama