Camila Bravo Orellana - La Estrella de Valparaíso

Entre restoranes y locales comerciales que representan la identidad del barrio Puerto, se encuentra La Escala, una galería de arte que se esconde tras una pequeña puerta. Allí un gran salón recibe a sus visitantes y en ella se albergan las obras de más de 30 artistas emergentes de Valparaíso.

El próximo jueves 21 se dará inicio a la celebración del primer año de este proyecto, que comenzó en el Cerro Concepción hace un tiempo, pero que por falta de espacio, debió expandirse hasta Cochrane 553.

En sus dependencias, seis salas son las que albergan las obras de diversos artistas, que se exhiben a través de la pintura, escultura, fotografía y grabado.

"La idea es ser la plataforma de exposición y difusión de la práctica emergente porteña y en eso estamos", comentó Jaime Blaset, artista y director de La Escala.

Desafíos

Si bien el Barrio Puerto carece de lugares destinados a la difusión artística, Blaset se propuso convertir el ex edificio de oficinas portuarias en lo que hoy es una gran expendio de cultura porteña.

Según explica el pintor, el principal potencial que encontró en este lugar fue la luz que le llegaba por las ventanas durante todo el día, un factor que no podía dejarse pasar.

"Yo andaba buscando un lugar para expandirnos y me habían presentado algunos, pero la luz que a este edificio le llega es alucinante; el lugar ya estaba hecho para esto y yo encontré lo que andaba buscando", agregó el director.

Así, decidió tomar el desafío y aunque reconoce que ha debido realizar un intenso trabajo de difusión, Jaime califica este proceso como gratificante. "Ha sido un poquito difícil, pero es gratificante porque la sorpresa que se lleva la gente cuando entra al lugar es increíble. Si bien desde fuera el edificio no dice mucho, cuando entran es como: ¡Wow!", asegura.

Artistas y exposiciones

Además de que los artistas presentan sus obras durante un tiempo determinado, para luego ir rotando entre otras exposiciones y autores, en el recinto se realizan diversos workshops en manos de los mismos profesionales, todas las semanas.

Una de ellas es Gloria Paschuan, quien exhibe su repertorio de realismo mágico a través de manualidades y pintura de acrílico. Paschuan estudió en la Escuela de Bellas Artes y obtuvo una mención en pintura y luego decidió enseñarle a otros.

"Acá he tenido el espacio para mostrar algo que es diferente, pero que está dentro de la línea del realismo mágico. Me encanta el espacio y me gusta porque Jaime ha sido una persona muy visionaria y ha reunido a más de 30 artistas", destacó la pintora.

La era de los tranvías comenzó en la década de los sesenta del siglo XIX en Valparaíso. A los primeros se les denominó "carros de sangre" ya que eran tirados por caballos y cubrían desde la Aduana hasta El Almendral. Su propietario era la compañía "Ferrocarril Urbano de Valparaíso". En 1861 llegan los primeros John Stephenson de Nueva York y eran de dos pisos. Pronto le siguieron el Ferrocarril de Playa Ancha y la Empresa de tranvías del Cardonal al Sauce. Ambos eléctricos.

Así el auge del transporte no se detenía. En 1903 comienzan a operar los Van der Zipen de fabricación alemana. Incluso hubo coches salón. La ciudad se llenó de nuevas vías, Avenida Brasil, Colón, Independencia (la más antigua del Almendral), Pedro Montt, Avenida Argentina, Blanco, etc. Playa Ancha tuvo su propio tranvía que llegaba al paseo 21 de mayo. Otros llegaban a las Torpederas, al cementerio, al cerro Barón, Carvallo, las Zorras y Chorrillos. Más tarde se importaron carros belgas "La Brugeoise" de dos pisos. Fueron lo más grandes de Sudamérica.

La gran maestranza de los tranvías ubicada en El Almendral reparó, mantuvo e incluso transformó vagones. Reparó diez tranvías de Buenos Aires y tenía en los cuarenta del siglo pasado planes de construir tranvías en Valparaíso. Con la capacidad y potencia de los nuevos carros se hicieron planes de llegar con ellos a todos los cerros. Pero mientras en muchas partes del mundo se conservan los tranvías como patrimonio y turismo y se construyen nuevos, en Valparaíso, autoridades sin visión no invertían en ellos y planificaban su extinción.

En medio de un caos de transporte en Valparaíso, los tranvías que desaparecieron el 30 de diciembre de 1952 son un nostálgico recuerdo. Fueron una muestra de progreso, seguridad y tecnología. Hoy solo los mayores de setenta años los recuerdan. Todo Valparaíso salió ese 30 de diciembre a despedir el único carro De Brill a la medianoche. Con él se iba toda una era que quedó en el recuerdo.

"Mientras en muchas partes del mundo se conservan los tranvías como patrimonio y turismo...en Valparaíso, autoridades sin visión no invertían en ellos"."