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El Vía Crucis del villalemanino que busca rescatar a sus nietos de la guerra

Patricio González lleva casi un mes en Irak luchando para sacar a sus 7 nietos que quedaron huérfanos en un campamento.
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Amanda y el Islam

Michael Skråmo

Al Estado Islámico

Diecinueve años tenía Patricio González Gálvez cuando dejó su casa en Peñablanca para irse a Europa. Su mamá había fallecido hace poco y la idea era llegar a Francia, pero su primera parada fue Suecia donde vivía un hermano y de ahí nunca más se movió.

Comenzó a hacer su música en ese país y al poco tiempo conoció a Ulrika Pape, quien fue la madre de su primera hija a quien llamaron Amanda. Patricio tenía 21 años.

"Así empieza mi vida acá, nos separamos cuando Amanda era muy chica, tenía entre dos años y medio y 3 años, pero nunca dejamos de tener ese lazo fuerte de papá e hija. Ella era una niña normal, muy alegre, tierna, sana, muy obediente y nunca se peleaba con nadie", relató Patricio desde el norte de Irak, país donde llegó a principios de abril.

De adolescente, Amanda fue una joven intelectual, buena para la lectura; podía sostener serias conversaciones con adultos, era más avanzada que las niñas de su edad y cuando conoció el Islam, nadie se imaginó en la tragedia en que terminaría su historia.

"Cuando Amanda tenía como 17-18 años se empieza a interesar por el Islam por un juego que tuvo con unas amigas. El juego consistía en quien se aprendía un verso del corán de memoria y ella se lo aprendió y como le gustaba la tonalidad del idioma, empezó a investigar de qué se trataba. Ahí se dio cuenta de que el Corán decía cosas interesantes y como ese tipo de libros tienen una convicción fuerte, empezó a leer otros párrafos y se fue metiendo más y más", señaló.

Patricio no vivía con ella en ese tiempo, él se había cambiado y estaba en otra ciudad, entonces si bien el lazo era fuerte y la comunicación era fluida, el proceso no lo vivió de cerca.

"Éramos iguales en muchas cosas, nos llevábamos siempre bien, de hecho un tiempo me fui a Bruselas, estuve dos años y me echaba mucho de menos, ella lloraba. Yo también la extrañaba mucho y por ella decidí volver a Suecia, así de cercana era la relación", indicó.

Fuera de todo pronóstico, la joven Amanda se convirtió al Islam, Ulrika Pape, su madre, se convirtió junto con ella.

Cuando amanda tenía 20 años, en el año 2010, la casaron con Michael Skråmo, un joven noruego que también pertenecía a la religión islámica.

"Ella no lo conocía de antes, se conocieron el día en que se casaron y yo me enteré después del matrimonio; a mí me tomó por sorpresa y no me gustó mucho porque además yo no soy religioso. Ahora, desde que Amanda se convierte al islam, nuestra relación siguió igual, pero perdimos muchas cosas, ella estaba estudiando teatro y ahí quedó todo", se lamentó Patricio.

Entre el 2010 y el año 2014, el matrimonio vivió en un departamento en la ciudad de Gotemburgo y tuvieron cuatro hijos, Ibrahim, Yonus, Maryam y Sarah y pese a que Patricio, su hija y sus nietos se veían, con Michael, la relación era distinta.

"No había mucho 'feeling' con él, pero yo creo que era porque yo no era religioso. Al parecer él era más radical en el Islam, pero yo no me di cuenta de nada, no me interesaba la religión y no me di cuenta de muchas cosas", se lamentó.

En junio de 2014 Amanda, Michael y sus cuatro hijos partieron de vacaciones a Turquía, iban por un par de semanas, pero nunca más volvió y padre e hija nunca más se volvieron a cruzar. Tiempo después Patricio supo que se habían ido para no volver, pero él nunca perdió las esperanzas de reunirse con su niña, lamentablemente eso nunca ocurrió.

"Pensé que alguna vez ella iba a cambiar de opinión y que íbamos a poder vernos, yo siempre tuve la esperanza y traté de convencerla de que volviera, pero no pude. Durante todo el tiempo mantuvimos contacto por whatsapp y por viber", relató.

Cuando el matrimonio Skråmo González llevaba 3 meses en Siria, Amanda le envió un mail a su padre. Ahí le contó todo, que se habían ido a Turquía que era el paso para llegar a Siria y que se habían instalado en éste último país para alistarse en el Estado Islámico. A Patricio se le vino el mundo encima.

Safiyyah, Aisha y Mohammed fueron los otros tres niños que tuvo el matrimonio; la madre sólo se dedicó a procrear, mientras que él participaba de la célula más extremista de la religión. Tenían que tener gente, tenían que tener nuevos integrantes y Amanda estaba a cargo de eso.

En enero pasado, el músico villalemanino estaba en su ciudad, con su familia y se enteró de la noticia más terrible que puede tener un padre. Su Amanda había muerto.

"El 4 de enero me enteré; ella había muerto un día antes. Fue un ataque aéreo, lanzaron una bomba desde un avión. Al parecer los niños estaban en el exterior de la casa y ella en el interior. La madre de él y la madre de Amanda tenían contacto con Michael que se quedó con los niños y alrededor del 6 de marzo falleció él. Murió baleado", relató.

Con la muerte de Skråmo, Patricio pierde toda posibilidad de saber de los niños y se decidió a viajar a Siria. Desde Suecia, sabía que era imposible tener noticias de ellos.

"Sin conocer nada, ni saber nada, golpeé puerta tras puerta hasta que los encontré, me demoré diez días en encontrarlos. Ellos sabían quien era yo, estaban contentos de verme, pero al mismo tiempo sabían que yo no podía llevármelos y eso los tenía tristes, ellos se quieren ir, no quieren estar ahí y para mí ha sido terrible. Ha sido muy desgastador, muy frustrante no tener información real de los niños, ellos han sufrido mucho y siguen sufriendo, creo que es hora de decir '¡ya, basta!', no entiendo porqué no los evacúan, no me los pasan", dijo con desesperación.

Patricio González se fue de Suecia y se instaló en Irak, en la frontera con Siria donde, tras una serie de trámites y permisos, pudo pasar. Estuvo con los niños una vez, pero no se podía quedar, no lo dejaban quedarse, pero tampoco se los pudo llevar, por eso hoy sigue ahí instalado a la espera de que le avisen que puede pasar al otro lado a buscarlos a sus pequeños. Ese es su mayor anhelo, pero pasan los días y no hay respuesta, no sabe en qué estado de salud están hoy los niños, ya han pasado un poco más de dos semanas desde que los vio. En aquella oportunidad los niños pedían a gritos salir del campamento donde están solitos en Al-Hol y tanto él como su familia en Villa Alemana están desesperados, contando las horas y los minutos para rescatarlos antes de que los niños empiecen a morir de hambre.

"Para mí calzó todo... habíamos estado con esas dos personas"

Crucial testimonio de amigos que salieron de pesca y que coincidieron con Johanna Hernández y Francisco Silva cuando se deshacían de evidencias del homicidio de Nibaldo.
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Priscilla Barrera Llanos

Cada día de juicio pareciera aportar una nueva pieza clave al puzzle que construyeron Johanna Hernández y Francisco Silva para asesinar y luego intentar hacer desaparecer, los restos desmembrados del profesor Nibaldo Villegas Gutiérrez, el 10 de agosto de 2018.

Los testimonios entregados por los dos acusados a comienzos de la semana parecen derrumbarse con cada nuevo antecedente que ha ido surgiendo en los relatos de testigos y peritos.

Ayer, durante la quinta jornada de juicio oral, se conocieron los testimonios de Exequiel Farías Castillo, de 27 años, y Juan Pablo Herrera Moraga, de 32, dos amigos que la madrugada del 11 de agosto se juntaron para ir a pescar a Laguna Verde.

Sin poder anticiparlo ni mucho menos saberlo, estos hombres se convirtieron en testigos privilegiados de uno de los crímenes más atroces que haya tenido como escenario la región de Valparaíso.

Breve audiencia

Con poco más de media hora de retraso y la excusas otorgadas por la magistrado Mónica López, debido a una lectura de sentencia programada en otra sala, se inició el relato de Exequiel Farías, técnico eléctrico quien señaló que, pese a que no conocían la Playa Las Docas, decidieron ir a ese lugar con Juan Pablo a pescar. Aunque se perdieron y debieron pedir instrucciones a otros conductores para llegar al lugar, lograron su cometido.

Antes de bajar a la playa, Exequiel contó ante el tribunal que, desde la cima del cerro, vieron una fogata que les llamó la atención y que les hizo pensar que había más gente pescando o acampando en el lugar.

El testigo detalló que la fogata desprendía llamas de casi 3 metros de altura y tenía un radio estimativo de 2 metros.

Exequiel agregó que bajaron a bordo del vehículo en el que se movilizaban y que quedaron muy cerca de la fogata y un vehículo de color azul.

El joven describió con claridad el lugar: a pocos metros de distancia de donde estacionaron había un auto de color azul y en el asiento del copiloto una mujer que fumaba con la puerta abierta. A poca distancia, y al lado del fuego, un hombre de contextura gruesa y lentes alimentaba la fogata que desprendía humo oscuro y tóxico.

"Juan Pablo se acerca a hablar con este hombre (Francisco) y le pregunta por las condiciones de la pesca (...) La fogata era muy grande, como para calefaccionarse solamente, no nos hacía mucho sentido en realidad", detalló Exequiel.

Tal como luego lo repetiría Juan Pablo, Francisco Silva le manifestó que ese lugar no era el óptimo para la pesca, que debían ir a un lugar más rocoso y que él conocía ese sector y que lo frecuentaba.

Los amigos expusieron ante el tribunal, cada uno de manera independiente, prácticamente el mismo relato: regresaron a su auto para tomar un café y prepararse para ir a pescar y que mientras tanto comentaron entre ellos lo que veían.

"Notábamos que este señor que estaba en la fogata siempre como que mantenía una actitud un poco rara, siempre nos daba la espalda, de hecho fue lo justo y preciso que hablé con Juan Pablo", precisó Exequiel.

Un beso y un abrazo

Las que solo fueron dudas aquella madrugada del 11 de agosto, once días después cobrarían sentido para los amigos.

Exequiel relató que les pareció raro esa madrugada que solo estuvieran haciendo fuego, pero nunca imaginaron lo que luego sabrían a través de las noticias.

"Mientras observábamos, la mujer que estaba en aquel vehículo y que se mantenía fumando mucho, desciende del vehículo y se va hasta donde estaba este señor, se abrazan y se besan, siempre de espaldas hacia nosotros", precisó.

Un cuchillo

Los amigos se fueron a pescar y regresaron cuando ya la fogata estaba extinguiéndose. Francisco y Johanna ya no estaban.

Exequiel hizo una detallada descripción de la fogata.

"Había dos piedras que estaban bien pegadas en una forma de V. Empezamos a mirar los restos del fuego. En esa fogata había restos de recipientes de sushi. Dijimos 'qué raro traer sushi a un lugar tan lejano' (...) Y dentro de lo que pudimos observar en la fogata había un cuchillo de una hoja más o menos importante, como tipo carnicero, el cual nosotros al mirarlo, lo movimos con el pie; nos llamó la atención que siendo metálico lo trataran de quemar", acotó el testigo.

Tal como le llamó la atención a Juan Pablo, la existencia de material de construcción en la fogata fue otro punto de duda, pues claramente lo habían llevado hasta allá.

Los amigos decidieron sacar fotografías del lugar, con el propósito, según contara Juan Pablo Herrera, de enviárselas a sus esposas para que supieran donde estaban. Fue un momento de distensión en la sala, pues espontáneamente magistrados, abogados y asistentes del público, rieron.

Coincidencia o no, la decisión de los amigos permitió tener una prueba irrefutable: la existencia de un cuchillo en medio de la fogata.

"Fue algo súper fehaciente, tener una prueba súper clara que algo había pasado ahí", planteó Exequiel.

"estuvimos ahí"

Exequiel contó ante el tribunal que su esposa siguió desde un primer momento el caso del profesor Nibaldo Villegas.

"Mi señora me contó cuando se detiene a estos dos imputados, el tipo, el vehículo y el lugar, me empezó a contar más o menos de la noticia entonces a mí me hizo click el tema del lugar. Entonces le digo '¿sabes qué?, yo creo haber estado en ese lugar cuando pasó esto' y cómo realizo este análisis, cómo lo pruebo: voy a mi teléfono celular, reviso las fotos que habíamos tomado, la fecha y la hora. Para mí calzaba todo, calzaba que habíamos estado con esas personas que estaban imputadas (...) No había más que hacer que ir a la PDI", precisó Exequiel al terminar su relato.

Para Juan Pablo Herrera, la "atrocidad" del crimen no daba lugar a otra cosa que la denuncia. Una vez que su amigo le contó lo ocurrido, tras confirmar la fecha y hora en las fotografías que tomaron aquel 11 de agosto, acudieron a la PDI para prestar declaración de lo que habían vivido.

Para la familia del profesor Nibaldo, los testimonios de ayer resultaron elementales y vuelven a echar por tierra los testimonios de Johanna y Francisco.

"Agradecemos la valentía que tuvieron (los dos amigos). Ser gente de bien y haberse acercado a contar lo que vieron", planteó al término de la audiencia, Leandro Villegas, hermano de Nibaldo.

Patricio Olivares, abogado que representa al hermano e hijo de Nibaldo, la primera semana del juicio los deja conformes respecto de lo que sostiene el Ministerio Público y la parte querellante. "Hemos podido transparentar y demostrar nuestra teoría del caso", dijo el profesional.