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Del tenis a las charlas

El quillotano -octavo en el mundo en la variante paraolímpico- se prepara para sus torneos por el mundo, y también motiva a jóvenes del país.
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La Estrella de Valparaíso

Felipe Arévalo, tenista adaptado de pie profesional tercero de Chile y octavo del mundo, recorre por estos días el país contando su historia de vida. Lo hace en medio de una preparación para los torneos en Houston en mayo de este año y Tokio 2020.

Con 26 años y jugador de fútbol 7 paraolímpico en el equipo de la Universidad Viña del Mar, el quillotano sumó hace cuatro años a su currículum ser 'charlista motivacional', como él mismo lo define.

"Desde los cinco años que practico fútbol, mi papá me vinculó con el deporte. En 2013 descubrí que podía seguir de forma profesional, así que me convertí en un deportista de alto rendimiento en el tema paraolímpico", cuenta Felipe, que promete "morir haciendo deporte".

"Cuando supe de esta modalidad de tenis, que me da el derecho de tener ránking nacional y mundial, de poder competir, y viajar, es bacán, porque todos los otros deportistas viajan, y ahora yo también puedo, estoy en su lugar", dice. "La sensación es súper rica, poder conocer gente y lugares que nunca había visitado es maravilloso".

Falta de apoyo

Tal como todos los deportistas, el mayor problema que ha enfrentado Arévalo ha sido el factor económico. Dice que los deportistas en el país "no tenemos ayuda económica para poder competir, incluso estando en la modalidad en que estoy jugando, no tengo apoyo económico, o sea, Tomás González, por ejemplo, hace muy poco estaba pidiendo auspicio, estamos mal ahí".

"Gracias a Dios", dice, que solamente de los ocho torneos que ha habido de manera oficial, se ha perdido tres, "agradezco haberme perdido tan poco, porque si tú no participas, vas bajando de ránking, es riesgoso", admite.

Vive la vida

La gente solía ver a Felipe entrenar en Quillota o en las canchas de su universidad, pero ahora también podemos encontrarlo arriba de escenarios de colegios y empresas mineras, con micrófono para que se escuche fuerte y claro el mensaje que practica y predica, "Vive La Vida". Ese es el nombre de las charlas motivacionales que lo han hecho recorrer el país. De los cuatro años que lleva, 2018 "fue el más movido, me vieron más de cinco mil personas, como salí en la Teletón del año pasado, mis charlas de este año se han masificado, la gente se asocia más conmigo después del reportaje".

Arévalo, califica como "bien potentes, y duras", las emociones que se viven en sus ponencias, pero la diversión también debe primar para cumplir su objetivo, que es motivar a la gente. "A este nuevo ciclo de charlas las llamo "Vive La Vida", porque con todas las cosas que he logrado, la he vivido y la he podido disfrutar. Vivo la vida con mis condiciones", explica.

Una de las cosas más importante para Felipe es el feedback que mantiene con las audiencias que asisten. "Yo las hago alegre, juego con el público, tiramos la talla, no hago un monólogo, no me quedo parado ahí dando pena, sino que con el público interactúo, los saco al escenario en algún momento para que se pongan en mi lugar, los hago poner sus brazos detrás de la espalda. También me hago 'auto bromas', les digo 'ustedes pasan frío en las piernas, pero yo no', se pasa por todo tipo de emociones", relata.

"Interactuar con la gente es primordial, yo no puedo llegar, hacer mi trabajo humildemente, y después "chao nos vemos", yo me quedo y hablo con todos". Incluso, crudas historias de vida le comparte la gente a Felipe. "La otra vez me pasó algo súper fuerte, fui de sorpresa a un colegio, y al otro día tenía un mensaje en Instagram, una niña me contó que se iba a suicidar, se iba a ahorcar, el día después de mi charla, y me dijo 'no lo voy hacer porque yo tengo futuro tal como tú los tienes'. Cambié una vida", comenta.

"Por otro lado, dejando la risa detrás, les muestro videos, e imágenes de superación, entonces al irme al lado del humor antes, logro que haya confianza para que no me vean como alguien distinto, yo quiero que me vean como todos los que están ahí", confiesa.

Los recursos que genera con sus charlas van directamente al dinero que conserva para temas deportivos. "Gracias a mi trabajo, el próximo año en mayo de 2020 nos vamos al torneo en Tokio, Japón", cuenta felizmente. "Este año, el 25 y 26 de mayo tengo un torneo nacional en Coquimbo, y en diciembre voy al torneo en Houston, Estados Unidos, es la tercera vez que voy".

En miras a futuro, el camino de la docencia es lo que llama su atención. "Estoy trabajando en un proyecto para hacer clases como profesor en Quillota, me gustaría que los niños tengan un profesor con discapacidad que sea del ránking mundial, sería genial, porque siempre mi idea y objetivo será generar motivación sobre todo en los más chicos, así también en los apoderados, porque en el fondo, toda educación parte de la casa".

Camila Rojas Vargas