"Lucraron con la imagen de Daniel, dijeron muchas cosas que no son ciertas"
En vísperas del Día de la Madre, Región F inició su cuarta temporada con una mujer que ha debido aprender a ejercer ese rol desde el dolor y la ausencia. Tras años de profunda depresión, hoy alza la voz para recordarnos lo mucho que aún nos falta como sociedad para lograr una verdadera inclusión.
Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Estas son las cinco etapas del duelo, proceso doloroso que Jacqueline Vera tuvo que enfrentar bajo la atenta mirada pública, entre titulares, cámaras y micrófonos.
Esa exposición se convirtió en un arma de doble filo que le permitió luchar por la promulgación de la "Ley Zamudio", pero que, al mismo tiempo, propició -como ella misma denuncia-, el aprovechamiento político de ciertos sectores y la manipulación de la verdad.
Luego de la muerte de Daniel Zamudio, Jacqueline Vera se sumió en una "depresión horrible" que la apartó no solo del ojo mediático, sino que incluso de la fundación que formó junto a su exmarido, las charlas, el voluntariado, las rifas, los bingos... Mientras se alejó de la esfera pública para sanar, la imagen de su hijo, acusa, fue instrumentalizada por terceros con tal de obtener beneficios económicos.
"Lucraron con la imagen de Daniel, dijeron muchas cosas que no son ciertas y eso me molestó y agrandó mi depresión. Yo no estaba bien para salir en televisión y decir basta, déjenlo descansar", dice.
"Varias organizaciones lo nombran a él en cada ocasión, consiguen dinero y hacen cosas que ni nosotros hemos hecho. Mientras la Fundación Zamudio (por falta de recursos) ni siquiera tiene una oficina o una casa donde puedan tener su gente y hacer reuniones", agrega.
Sus dardos también los apunta hacia TVN, canal que emitió la miniserie "Zamudio", inspirada en el libro "Solos en la noche" de Rodrigo Fluxá.
La reconstrucción de los hechos, sostiene, mostró la muerte de Daniel no como un crimen de odio, sino como una consecuencia casi lógica de sus propias decisiones y del ambiente social en donde éste se desenvolvía.
"Cuando yo fui a reclamar me dijeron que era ficción, pero mucha gente no sabe distinguir la ficción de la realidad. Eso, al final, es perjudicar a alguien que ya no está aquí para defenderse", afirma.
La promesa
En vista de lo que considera verdaderas injusticias, Vera planea escribir un libro y, si tiene la oportunidad, hacer una película para limpiar la imagen de su hijo. El objetivo, dice, es presentar un relato que demuestre cómo era Daniel realmente.
Pero -ya entera y lejos del periodo más aciago- no se queda ahí: su otro gran propósito es levantar la fundación Mi Promesa, que nace a partir de un pacto que hizo con Daniel en su lecho de muerte.
"Daniel, lo que te hicieron a ti nunca más va a pasar en este país. Yo voy a luchar por estos chicos que necesitan de alguien que los apoye, que alguien de la cara por ellos": con esas palabras, Vera se comprometió a ayudar a toda víctima de violencia física y psicológica, tarea que no se agotará solamente en la comunidad LGTB, sino que además tendrá como propósito atender a mujeres que sean abusadas o violentadas por sus parejas.
Consultada sobre su vínculo con la Fundación Zamudio -entidad que fundó junto al padre de Daniel-, Vera es clara en afirmar que no se alejará de ella y que Mi Promesa en ningún caso pretende convertirse en una competencia. Muy por el contrario, "la idea es que se apoyen y complementen", agrega.
Su camino ha sido difícil, por momentos parece a punto de quebrarse y reconoce que a veces pierde fuerzas -y esperanzas- al ver que el escenario no ha cambiado; que siete años después de la muerte de su hijo, la ley que lleva su apellido no ha sido realmente efectiva para combatir la discriminación.
"Necesita más apoyo, más fortaleza, que se endurezca; que no sean 20 años, sino cadena perpetua. Eso exigimos, que la ley sea más poderosa y que se amplíe; que la incitación al odio de las personas que se limpian la boca hablando mal de otros sin respetar, también pague", sentencia.
El ataque lesbofóbico contra Carolina Torres ocurrido hace un par de meses es un ejemplo claro de la intolerancia que aún está presente en algunos sectores de nuestro país. "Pero Daniel me da la pasión para seguir adelante. A veces lo necesito a mi lado, que me abrace, que me estreche entre sus brazos. Porque él fue mi todo, pero hay que seguir adelante y aprender a vivir con ese dolor", señala.
Una nueva hija
Pese a que tiene más hijos, Vera reconoce que Daniel dejó un gran vacío con su prematura partida, un espacio de amor y contención que ella quiso ofrecerle a alguien más. Fue entonces cuando Ámber llegó a su vida en forma de "hija adoptiva"; se trata de una joven transgénero que, al ser expulsada de su propio hogar debido a su condición, terminó siendo acogida por Vera y su familia.
Sus ojos brillan cuando habla de ella mientras esboza una ligera sonrisa: "No podría estar arriesgando su vida, estando en la calle, cuando me enteré dije de inmediato que la trajeran a mi casa", relata.
Su rostro vuelve a dulcificarse cuando habla de los sueños que tiene para su nueva hija: "Espero que cumpla sus anhelos de estudiar en la universidad, que cumpla todos sus logros y todo lo que quiere. Como madre le deseo lo mejor de la vida y que siga adelante".
Desde esa vereda, hace un llamado especial a los padres de adolescentes LGTB: "En casa parte el apoyo, acéptenlos y ámenlos, por sobre todas las cosas; el amor mueve montañas". Pero también le habla una sociedad que, acusa, se dice más inclusiva de lo que realmente es: "Le pido que respete, que aprenda a respetar y a ser tolerante".
Jacqueline Vera, madre de Daniel Zamudio: