El 15 de mayo, se celebró el Día Internacional de la Familia en todo el orbe.

No tuve oportunidad de ver en los canales de televisión nacionales o en la prensa de Valparaíso, alusión alguna a la importancia de la familia, la diversidad de su composición actual, entrevistas a orientadores familiares o terapeutas de familia, nada...

No me logro explicar cómo se condice esta falta de interés a lo menos del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, Ministerio de Educación, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, en entregar una señal potente y real de los tan manoseados dichos de que "la familia es el pilar fundamental de la sociedad" o que "todo niño, niña o adolescente merece vivir en familia".

Es cierto que la familia en Chile ya no cumple con los roles de antaño. Muchos adultos están ocupados en sobrevivir hasta el siguiente pago, consumir o disfrutar de los que sus ingresos le permiten. Los menores de edad, de las redes sociales, el consumo de sustancias nocivas o colaboran con sus padres en ganar dinero para sobrevivir. Las adolescentes entregan sus hijos a las abuelas para su crianza y así perseveran en la "vida loca".

¿No es entonces más necesario que nunca que el Estado aporte una señal que fortalezca la familia?

David Parga Ríos

A propósito del fenómeno de la diáspora venezolana en los últimos años; consecuencia de la grave crisis política, social y económica, se han alcanzado cifras numéricas sin precedentes en la inserción de connacionales al mundo laboral chileno. Estos hechos, están produciendo un aumento importante en la demografía de las grandes urbes; situación que nos transfiere una cuota de responsabilidad para coadyuvar a mantener el orden, el respeto y la protección de los espacios cívicos.

Llegar a un país que no conocemos, comenzar una nueva vida, adaptarse a las normas y costumbres no es fácil para la mayoría; sin embargo, las ganas de salir adelante y tener un futuro próspero para nuestras familias es quizás, la fuente inspiradora que nos motiva a desarrollar nuestros objetivos comunes. La forma como afrontamos los desafíos y adversidades que se presentan en el camino, determina el éxito o fracaso individual. Creo firmemente, que la naturaleza del venezolano es poseer esa aptitud de luchadores, solidarios, trabajadores, impulsadores de buena voluntad, cálidos y afables en su trato con los demás.

Frente a tales desafíos, vale la pena reflexionar que debemos hacer como ciudadanos migrantes para aportar un grano de arena al desarrollo de Chile y repensar de acuerdo a nuestras cualidades nacionales ¿qué es realmente ser un buen venezolano?; tal vez, sea aquel que no arroja basura en la calle, el protector del medio ambiente, el que cede su puesto a una persona mayor en el transporte público, el respeto de las señales de tránsito, el ahorro energético, practicar las normas del buen hablante y del buen oyente, tolerar al otro a pesar de las diferencias, el solidario con el necesitado, actuando con integridad en nuestras acciones cotidianas, sabiendo que quien actúa correctamente le va muy bien.

Jean Franco Arcaya Urbina