Una situación preocupante para el consejero regional y miembro de la Comisión de Salud del Core, Manuel Millones, es la salud mental y especialmente la realidad del Hospital Siquiátrico del Salvador. Con 100 años de antigüedad el recinto tiene serios problemas, como por ejemplo una farmacia instalada en oficina de madera con pocas medidas de seguridad y mucho riesgo de incendio.

Para mejorar, en parte, esta realidad, el consejero propuso apurar el convenio de programación suscrito entre el CORE y el Ministerio de Salud, donde se estableció un aporte de $1.500 millones para colaborar en la recuperación y conservación de parte del recinto, tras una reunión sostenida con el director y los trabajadores del Hospital.

Millones además sostuvo que preocupa sobremanera dos temas relacionados con la salud mental en la Región. Primero, que está por concluir el programa de atención diurna ambulatoria de prevención sobre el consumo de alcohol y drogas, el cual ya ha atendido a cientos de personas en sus talleres, por lo que sería un riesgo dejar de impartirlo. Segundo, que preocupa el aumento en el ingreso de menores de edad a este recinto por problemas de consumo de drogas y alcoholismo , lo que complica al recinto debido a sus carencias de infraestructura .

"Existe en nuestra región una cantidad muy alta de personas en listas de espera para ser internados por el alto riesgo para ellos mismos, su entorno y sus familias, pero no hay cupos disponibles ni en Putaendo ni en Salvador. Eso tenemos que cambiarlo de manera urgente", agregó Millones.

Camas acotadas

"El hospital El Salvador atiende necesidades de pacientes de la región de Valparaíso y Coquimbo. Poseemos camas acotadas y se están abriendo nuevos cupos a través de residencias alternativas para enfermos siquiátricos severos que no cuentan con el apoyo de sus familias", explicó Pablo González, director del centro siquiátrico.

Respecto de los $1500 millones asignados el año pasado, se informó que el 2.020 se construirá un espacio de atención abierta que vaya en directo beneficio de pacientes y funcionarios, además de una farmacia y reparaciones mayores en otras áreas del hospital puntualizó González.

Marcela Guajardo Pérez - La Estrella de Valparaíso

El megaincendio de abril del 2014 en Valparaíso sacó a la luz dramáticas historias de familias que lo perdieron todo por culpa de las llamas, ya fuera una vivienda de toda la vida a hogares irregulares en medio de las quebradas.

Pero poco se habla sobre las consecuencias mentales que dejó este desastre en adultos y niños.

Nancy Vera, madre de tres hijas y que vivía en el cerro Las Cañas cuando el fuego destruyó todo a su paso, recibió un llamado para que fuera a buscar a su madre, quien habitaba unas cuadras más arriba.

"Las llamas se veían lejos, pero después solo pensamos en arrancar. Saqué a mi mamá y en mi casa ya habían arrancado. Salimos con lo puesto, era un infierno", dice Nancy Vera.

Una tragedia que no solo la dejó viviendo en un albergue con su familia, sino que dejó inesperadas consecuencias mentales en su hija menor de nueve años. "Ella era una niña normal, tenía buenas notas, se adaptaba bien al colegio, hacía buenos trabajos, participaba con niños, pero después ya no hubo caso", cuenta su madre.

La tragedia vivida esa noche dejó a la menor con descontrol de impulsos, depresión y personalidad limítrofe. Un diagnóstico que le impide tener un rendimiento escolar normal, ya que tiene que recibir medicación y los remedios también tienen efectos colaterales como ansiedad por comer. Actualmente tiene 14 años y asiste a la escuela del Hospital de El Salvador, donde ha podido estabilizarse en los últimos meses.

Subsidio

Estuvieron en el albergue un mes, hasta que el Gobierno les facilitó un subsidio de vivienda. Para Nancy fue la oportunidad de empezar de nuevo y tener un hogar seguro para su familia.

"La verdad es que yo no sé mucho de ese tema, así que me dejé asesorar por el Serviu y Conavicoop. Busqué una casa como me dijeron. Luego fueron los técnicos que le dieron el visto bueno y el Serviu dijo que la podía comprar", cuenta Nancy.

El problema vino unos meses después que ella y dos de sus hijas empezaron a vivir en la casa ubicada en el cerro Ramaditas. Una plaga de termitas empezó a consumir la casa. Los pisos están destruidos y la vivienda empezó a desnivelarse. "Me dijeron que era mi culpa porque yo había elegido la casa. Pero si ellos son los técnicos, ellos deben saber si está bien o no", dice Nancy.

Ahora necesita 800 mil pesos para empezar un nuevo proceso de subsidio que le permita construir una nueva casa.

"Yo tengo que cuidar en la tarde a mi hija menor por sus problemas. Tengo otra hija universitaria que felizmente está con una beca, pero no puedo tener un trabajo estable y tengo que darme vuelta con lo que hago en el día vendiendo desayunos en el mercado. ¿Dónde voy a sacar 800 mil pesos?".

Su mayor deseo es tener una casa segura para su hija menor.

"Es una lucha constante, te lo digo como mamá, porque cuando le dan las crisis a veces son tan fuertes que tengo que llamar a Carabineros o a Bomberos para que me la estabilicen. No se adaptó en los colegios donde estuvo, pero afortunadamente en la escuela del hospital está feliz porque se siente acogida. Ella misma a veces contiene a sus amigos, lo cual es un gran avance", comenta Nancy.