Los tesoros ocultos del Museo de Historia Natural porteño
Todos los días vemos exhibiciones en sus anaqueles, pero de todo lo que poseen solo podemos apreciar el 1% y el resto es estudiado, etiquetado y guardado en los "depósitos legales". Malas noticias: ya se les acabó el espacio.
En estos momentos, el Museo de Historia Natural de Valparaíso utiliza todos su salones y vitrinas con colecciones permanentes y temporales, pero esos elementos representan solo el 1% de sus posesiones. ¿Dónde queda el resto?.
El Museo de Historia Natural de Valparaíso (MHNV) es el único Depósito Legal de la región. Esto implica que son el lugar estandarizado para recibir todos los nuevos hallazgos arqueológicos que van surgiendo, que no necesariamente fueron encontrados en la región, pueden ser de cualquier punto del país.
Su directora, Loredana Rosso, cuenta que en 140 años de historia del lugar, se han obtenido 60.000 piezas de todo ámbito (arqueología, biología, antropología, bibliografía, etc.). Naturalmente, estos elementos se deben resguardar en alguna parte. "Somos parte de los museos regionales especializados. Una de nuestras labores es ser el depósito legal de la región, esto significa que todos los hallazgos que se encuentren dentro de la zona y que el Consejo de Monumentos estime, nos sean designados para que nosotros podamos custodiarlos", explica.
Los elementos que llegan son analizados, algunos se utilizan para estudios científicos, y otros se preparan para ser exhibidos, y tras la presentación vuelven a ser guardados.
De este modo, la cantidad de cajas aumenta incesantemente, sobre todo con los grandes hallazgos como el que se descubrió en la obra de construcción de estacionamientos de la plaza O'Higgins, donde se encontraron vestigios prehispánicos. Cuando ocurren descubrimientos de este tipo, se debe retirar absolutamente todo. "Pueden haber 100 cajas que tengan elementos que a lo mejor no tienen un valor museográfico importante, pero tienen que igual ser retiradas y almacenadas", cuenta Loredana Rosso.
Esta situación plantea un problema de nunca acabar: el espacio. "Las colecciones solo pueden aumentar, y nosotros no queremos dejar de conservar esos nuevos elementos que van saliendo", precisa la directora.
El equipo que trabaja en el museo ha encarnado un proceso de renovación en todo ámbito. El año 2010 comenzaron a restaurar las locaciones. El edificio de los depósitos fue ampliado, totalizando 1.800 metros cuadrados, divididos en 8 depósitos con distintas especificaciones según su necesidad.
Paralelamente, se empezó la laboriosa tarea de elaborar un inventario.
"Empezamos de cero hace cinco años. Ya llevamos el 100% de arqueología, y el 70% de biología. Este trabajo es súper importante, porque tú cada pieza la mides, ves en qué estado de conservación está, y además se le cambia el espacio y el embalaje. Por lo tanto, nuestro personal se ha capacitado en cuanto a hacer estos nuevos embalajes e inventarios", explica.
Llenos
Actualmente, se enfrentan a una situación crítica, pues se acabaron los espacios para guardar más elementos. "Nosotros estamos llenos", manifiesta Rosso, aclara que se las pueden arreglar para recibir elementos puntuales, pero para hallazgos como el de la plaza O'Higgins por ejemplo, no habría lugar.
"Claramente tenemos un déficit que es conocido, nosotros ya llegamos al límite de lo que nosotros podemos aceptar. Nosotros tenemos espacios vacíos en algunos depósitos, pero son cartas que ya le dimos a ciertas instituciones que tienen que excavar. Por lo tanto, nosotros tenemos que hacer una proyección de cuánto es lo que vamos a ocupar, y dejarlo reservado", precisa.
Por el momento, la única medida oficial enfocada en solucionar esto es la construcción de un depósito en Santiago, que actualmente está en fase de arquitectura.
Torres de cajas
Visitamos los depósitos legales para conocer los tesoros ocultos del museo. Son habitaciones milimétricamente pensadas para mantener los artículos en buen estado. Cada sala tiene un propósito específico, nosotros pudimos conocer las de arqueología y biología.
Para entrar, hay que activar una tarjeta en la chapa electrónica. Sobre la puerta hay una hoja que registra las temperaturas y nivel de humedad que se debe mantener. El ambiente debe rondar los 18° y la humedad debe fluctuar entre un 65% y un 75%. Un caso especial es el del depósito de vectores, donde se guardan elementos congelados, por lo tanto tiene requerimientos especiales.
Los anaqueles muestran filas de cajas con etiquetas que indican el número, fecha de obtención, tipo de vestigio, procedencia, cantidad de piezas, y más datos relevantes para su estudio. En el depósito que visitamos se protegían artes textiles, vasijas y cerámicas de distintas procedencias.
En otro depósito, el de biología, nos recibe su encargada, Camila Figueroa. La profesional, con memoria enciclopédica para referirse a su campo de estudio, conoce cada rincón de la habitación, o al menos de lo que le va quedando de oficina. Con el tiempo, las cajas la han ido arrinconando en una esquina.
En este depósito se enfilan varios estantes y cajones. Al abrir las puertas es imposible no sorprenderse con lo que guardan: cráneos, mariposas rayas, un pez globo (inflado) una tortuga olivácea, un pulpo y otra infinidad de animales.
Personalmente, mi estante favorito fue el de los pingüinos. Camila abrió dos puertas metálicas para descubrir un desfile de plumíferos antárticos. Ejemplares taxidermizados de Humboldt, Magallanes y Barbijos, por mencionar algunos. Mención honrosa al avestruz petrificado que estaba tapado con un paño junto a la pared.
Hay otra variedad de elementos, los que se usan exclusivamente para estudios. No hay taxidermia ni productos químicos para mantenerlos vistosos. Dentro de esta categoría, nos muestran un cajón con "meros", unos pequeños pájaros con las alas plegadas, como si les estuvieran realizando una autopsia colectiva.
Sobre el problema del espacio, Camila cuenta que en Chile no existe una normativa oficial. Cada museo trabaja como mejor puede para organizarse. El MHNV se ampara por métodos internacionales para ordenar y aprovechar el espacio, sin descuidar la integridad de los elementos.
"Trabajamos con el principio de que para buscar algo no me puedo demorar más de tres minutos, y no debo mover una pieza después de otra", cuenta la joven.