Cinthia Matus O.
Un estudiante de Historia de la Pontificia Universidad Católica (PUCV) llegó hasta el Centro de Grabación para Ciegos, en Viña del Mar, para buscar el audio de uno de sus libros de estudio en un cedé. En eso, escuchó una voz que le pareció familiar: la de María Angélica Rojas, quien actualmente es la secretaria de la directiva del centro. Curioso, se acercó para oírla mejor y descubrió que era la dueña de la dulce voz que narraba sus libros.
"Usted me lee mejor que mi mamá", le dijo riendo y María Angélica lo abrazó de emoción. Estas y otras anécdotas son las que atesoran los voluntarios que trabajan en este centro. Ayer, en su cumpleaños 35, comentaban que no ha sido fácil, pero que por ningún motivo dejarán de realizar esta noble labor.
"Vivimos con problemas porque nuestro único financiamiento es la subvención municipal. Lamentablemente, año tras año ha ido disminuyendo y se paga muy tardíamente, pero los voluntarios tratamos que esto funcione, pagando una cuota mensual de 2 mil pesos", dijo María Angélica Rojas.
El centro, que está ubicado en la calle 6 Oriente N°67, cuenta con cinco cabinas y una secretaria que organiza los cedés y audios en archivos de MP3. "Este lugar es arrendado, lo cual significa un costo muy alto, pero los voluntarios, que en su mayoría son adultos mayores, nos organizamos de tal manera que podamos grabar hartos libros en el año", aseguró Rojas.
Trabajo dedicado
El método de trabajo demanda mucho tiempo, además de buena dicción. Cada voluntario debe cumplir con el horario en que se anotó para que no se pierda el uso de la cabina. "Por lo general, vamos grabando páginas durante media hora. Por esto, nos podemos demorar hasta más de un mes en grabar un solo libro. Los antiguos usamos el programa Cool Edit y los nuevos voluntarios un programa que se está implementando", explicó la secretaria del centro.
La mayoría de los libros que los voluntarios graban son los que traen los alumnos del Instituto Antonio Vicente Mosquete y de la Corporación de ciegos de Quilpué. También los que solicitan ciegos que viajan desde distintas regiones del país. María Angélica Rojas comentó que ella a veces trae sus propios libros, pero que generalmente graba obras traídas por los estudiantes. "Curiosamente leen hartas cosas de autoayuda y muchos libros que nunca en mi vida habría tomado. Por lo mismo, yo también he aprendido mucho", manifestó.
Antiguamente, los libros eran grabados en cassetes, pero actualmente son guardados en cedé por el orden en que se vayan registrando. "No tienen un orden alfabético, se guardan según se vayan grabando, con el nombre del libro y del voluntario. También los pasamos en formato MP3 para los que traen sus pendrives", acotó la secretaria del lugar.
Para ser voluntario sólo basta presentarse a dar una prueba. "Se le pide leer un fragmento de libro y si cumple con los requisitos, es llamado a ser socio, con un compromiso voluntario. La evaluación es constante, porque a nosotros mismos después de leer nos escuchan las grabaciones para revisar si hay alguna palabra que no se entiende", afirmó la voluntaria desde 2011.