Manuel Gómez Poblete
Ya lejanos están los tiempos en que proveniente de su natal San Vicente de Tagua Tagua (en la Región del Libertador Bernardo O'Higgins) -y con apenas 16 años de edad- el joven Diego Felipe Andrés Orellana Medina, arribaba a Viña del Mar, para integrarse a las series menores de Everton.
Corría el año 2009 cuando el técnico Nelson Acosta -siempre con buen ojo y mejor olfato para captar talentos- reclutó a una serie de jovencitos, quienes, ilusionados, llegaron a la Ciudad Jardín, para luego instalarse en la ex Casa Oro y Cielo de 2 Norte 561, recinto que albergaba a los juveniles ruleteros que no vivían en la V Región.
Junto a Orellana, arribaron desde San Vicente los jugadores Camilo Rencoret (hoy en Barnechea), Braulio Bustos y Nicolás Chávez, quienes se sumaron -en la "Casa del Jugador"- a Sergio de la Valle, José Antonio Rojas y Marcos Velásquez, quienes, provenientes de Concepción, La Calera y Casablanca, respectivamente, se integraron al primer equipo Oro y Cielo. Entre los juveniles recién llegados estaban, además, Pablo Caroca y Gustavo Bustos, ambos provenientes de Coltauco, que no lograron dar el salto al profesionalismo.
Desde aquellos primeros pasos dados por Diego Orellana en Everton, el sábado último -en San Carlos de Apoquindo- se cumplieron 100 capítulos. Y es que en los contrafuertes cordilleranos, el hoy volante titular Oro y Cielo jugó su partido oficial N° 100 desde su debut oficial ante Audax Italiano (reemplazó a Mauro Guevgeozián a los 63') del sábado 17 de julio del 2010 en el Estadio Bicentenario de La Florida.
Orgulloso
De sus inicios en Everton, Orellana nos cuenta: "Me trajo el profesor Nelson Acosta, pero fue finalmente Ilich Reyes quien me dejó acá, pasando luego a la serie juvenil que dirigía Marco Abascal", recuerda el lateral y mediocampista, que en medio de su largo periplo por el elenco Oro y Cielo, tuvo que partir a préstamo a Puerto Montt y Unión La Calera, buscando minutos y una mayor continuidad a la que en un principio se le brindó en Everton. De hecho, a Orellana le costó consolidarse en el primer equipo, pero hoy está feliz y con ganas de seguir haciendo historia en el club.
"Me siento orgulloso de haber llegado a los 100 partidos en Everton, no cualquiera lo hace en un equipo tan grande y la sensación es de felicidad y orgullo por la gente que ha apoyado en estos años (...). Me pone feliz el llegar a los 100 partidos, pero no me quiero conformar con esto... me gustaría llegar a los 200, 300 o los que más pueda", señala el futbolista, quien reconoce que en sus primeros años, le costó afirmarse en un primer equipo.
"Lo que pasa es que a nadie le regalan las cosas. Y quizás me costó un poco más que al resto, pero nunca bajé los brazos, siempre sentí el apoyo de la gente que me que me quería o que siente aprecio por mi, quizás no me daban la oportunidad antes pero yo seguí trabajando y esperando que llegase el momento y demostrar que estaba capacitado para vestir la camiseta y desde que me la pasaron, no la solté más".
-De igual modo me imagino que fueron años complicados, ya que en un principio usted jugó muy poco en el club y por ahí asoman las dudas.
-Pensé muchas cosas en esos tiempo, incluso el no seguir jugando, pero siempre las ganas, la perseverancia y el sacrificio de años te lleva a algo, lo mismo que la constancia y el trabajo en silencio como se dice, ya que yo sabía que en algún momento iba a llegar la oportunidad y no la iba a soltar. Siempre esperé por ese momento, me tocó salir a préstamo y demostré afuera que podía jugar, entonces, volví, jugué... y ahora no quiero que sean sólo cien partidos, sino que muchos más.
-Me da la impresión de que su paso por Unión La Calera fue clave en su carrera, ya que el retornar lo hizo con una gran energía...
-Sí, me hizo muy bien, porque fue como la última oportunidad que tenía y más encima Calera era el último de la división... era como una prueba de fuego ya que si me iba mal, ya nadie más me iba a querer después... ni el Everton me iba a querer de vuelta. Pero me la jugué toda, me fui a un equipo que estaba último y gracias a Dios nos fue bien, el técnico (Víctor Rivero) me conocía y eso fue como el impulso que tuve para volver con muchas más ganas de las que tenía antes.
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