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Tres pasajeros del Winnipeg evocaron el viaje de hace 80 años

Recreación del desembarco del 3 de septiembre de 1939, convocó a centenar de descendientes en el muelle Prat.
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Erika Rojas Salazar

Emulando el desembarco de los pasajeros del Winnipeg, la mañana del 3 de septiembre de 1939, 80 descendientes del excarguero francés -que Neruda coordinó para traer a Chile-, abordaron una lancha en el muelle Prat y recordaron las ocho décadas del arribo de sus familiares.

Hijos, nietos, amigos y hasta 3 pasajeros del Winnipeg, volvieron a Valparaíso convocados por 24 organizaciones que lograron aunarse en la conmemoración de los 80 años.

"Este es un homenaje también al pueblo chileno. A los valores que llevaron a la acogida solidaria con convicciones y con principios que hoy se hacen más necesarios que nunca", enunció la ministra de Justicia del Gobierno de España, Dolores Delgado García, que vino a Chile para participar en algunas de las decenas de actividades programadas por el aniversario de la llegada del Winnipeg, lideradas por el embajador español en Chile, Enrique Ojeda, y la directora del Centro Cultural de España en Santiago, Rebeca Guinea.

Otros barcos

Según la página Barcos del exilio republicano, entre 1937 y 1943 hubo 268 navíos que trasladaron a casi medio millón de refugiados que escapaban de la Guerra Civil española. América, el resto de Europa o África, fueron los destinos de quienes habían soñado con la República y ahora emprendían en otras tierras, una nueva vida. Es por eso que ayer en el Muelle Prat se reunieron familiares de otros barcos que también trajeron españoles a Chile, pues uno de los objetivos de esta conmemoración fue revelar la migración como un fenómeno que trasciende con fuerza hasta la actualidad.

Entre quienes se dieron cita ayer en el muelle Prat estaba Francisco Casas Simón de 86 años, quien actualmente vive en Limache y vino junto a su hija María Cristina.

"Yo era muy chico y no tengo recuerdos del viaje, pero lo que sé es por lo que me contaron mis padres", se excusa de entrada don Francisco, quien se desplaza en sillas de ruedas por un problema renal que le exige dializarse cada semana.

"Es un lindo homenaje el que hicieron hoy. No había visto algo semejante desde el aniversario 70 del desembarco, cuando se hizo una visita a Isla Negra a la casa de Pablo Neruda", recuerda el otrora pequeño pasajero del Winnipeg, quien con los años se transformó en un doctor en Química Industrial 20 años después.

Adoptado

Francisco Casas Simón tuvo 4 hijos, de los cuales nacieron 12 nietos y 5 bisnietos. "Mi padre biológico murió a los 30 años y mi madre se quedó en Madrid junto a mi hermana. Cuando Franco iba a rodear Madrid mandaron un convoy para rescatar los niños a Barcelona y ahí me rescató este matrimonio que me trajo a Chile con el consentimiento de mi madre. Inicialmente adopté los apellidos de la familia que me rescató, pero después regularicé mi situación porque quería entrar a la Universidad y tuve que sacar el carnet de identidad pidiendo mi partida de nacimiento a España", explica muy lúcido el ahora limachino Francisco Casas Simón.

Una de las actividades que ayer se realizó en la plaza Sotomayor, fue la instalación de los nombres de los viajeros en un mural diseñado para la ocasión. Durante la ceremonia central, donde participó la ministra de Justicia española, embajador hispano y alcalde Jorge Sharp, se leyeron los 2.365 nombres de los refugiados españoles que arribaron a Chile hace 80 años.

Se declaró la guerra

Francisca Torres, de 86 años, viajó junto a sus padres y hermanos a Valparaíso. Proveniente Málaga, la pequeña de 6 años (en la época), dice que el viaje en el Winnipeg le gustó mucho. "Este paseo me evocó recuerdos del desembarco, que originalmente fue de noche, pero muy lindo. Veníamos 3 hermanos, mi padre era campesino, cruzamos Los Pirineos en tren y mi madre me contaba que iba tan lleno que había que bajarse a empujar (...) ya en el barco escuchamos que se había declarado la Segunda Guerra Mundial y nosotros nos cruzamos con un barco nazi y debimos apagar todas las luces", confiesa doña Francisca.

La familia Torres, de origen campesino, aceptó tierras de colonos en Loncoche e hicieron su vida en el sur. "De Loncoche pasamos a Valdivia y luego a Lautaro. Yo allá quise ser monja, pero luego estudié Historia en la U. de Chile y no terminé. Después me casé y tuve dos hijas", explica la refugiada, quien sostuvo que nunca quiso volver a radicarse a España.

Elías Vila fue el tercero de los pasajeros del Winnipeg que se hizo presente ayer en el muelle Prat y plaza Sotomayor en el marco de la celebración de los 80 años de la llegada del buque de origen francés.

"Durante el viaje yo tenía tres años. Venía acompañado de mi hermano, mayor de 5 y otra menor de 1 año, además de una tía de 12 años. En Madrid habían muchas dificultades de abastecimiento y había una orden de desalojar la ciudad. Nosotros nos fuimos primero a Alicante, luego a Valencia y en ese trayecto nació mi hermana menor. Llegamos a Barcelona y ahí atravesamos Los Pirineos hasta llegar a Francia donde abordamos el barco", explica con tono español don Elías.

"Mis recuerdos son posteriores, cuando ya establecidos en Santiago nuestras amistades eran todas gente del Winnipeg y la idea generalizada era volver a España y por eso gritábamos en la Alameda: hoy Berlín mañana Madrid, con la ilusión de que Franco pudiera caer", comentó don Elías.

"Mis recuerdos sobre el viaje están centrados en la ansiedad de los pasajeros, los nervios por poder atravesar el canal de Panamá, pues habían rumores de que barcos alemanes nos iban a atacar", reconoce Vila, que junto a su hermana compartía habitaciones junto a los más pequeños y jugaban en el barco. "También sé que al llegar no pudimos bajar, pues en la prensa había mucha información en contra de los refugiados. Hubo que vacunarse antes de bajar, pues la idea general era que traíamos pestes", detalló el ahora octogenario madrileño.

MEdalla winnipeg

El Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) fue distinguido por el Senado, con la "medalla Winnipeg" por su rol en la protección y promoción de los derechos de las personas migrantes y refugiadas.

El galardón fue acordado por las comisiones de Derechos Humanos, Relaciones Exteriores y Régimen Interior.

El año 2000 algunos jesuitas y laicos tomaron la iniciativa de crear una oficina de atención de migrantes en Chile, a partir de la migración peruana de los '90 que había comenzado a crecer y cuyas condiciones laborales, de vivienda y de acceso a los derechos sociales eran muy precarias.

En la actualidad, el Servicio Jesuita a Migrantes atiende a 13 mil personas anualmente. Asimismo, mediante charlas o talleres sensibiliza a más de 10 mil personas al año, promoviendo una cultura de acogida y una sociedad intercultural.

Respecto al mismo tema, la Asociación Winnipeg Valparaíso propuso la creación de un museo de la migración, además de instaurar el 3 de septiembre como día del inmigrante en todo Chile.