Sería muy interesante conocer la respuesta de quienes protestan en las calles de Chile tan fervorosamente por un Chile con más igualdad y equidad para todos los chilenos, o sea, una sociedad más justa. ¿Cuáles son entonces los justos derechos y los respectivos deberes de ellos y de los conductores cuando, por ejemplo, utilizan la práctica de "el que baila, pasa", toda vez que las experiencias han demostrado que no son muy consecuentes con la igualdad y la equidad para todos los chilenos, que ellos predican pero al parecer no practican en sus demandas en las calles y que han terminado con resultados muy graves.

En otras palabras, que nadie se vea obligado a realizar algo en contra de su voluntad por presiones indebidas, ni ellos, ni los conductores, o sea, igualdad y equidad para todos, ¿no es eso lo que reclaman ?

Luis Enrique Soler Milla

Chile demanda paz, pero también sentirse seguros. En esa línea, resulta fundamental que nuestras autoridades políticas tomen control del orden para resguardar la seguridad de todos los chilenos.

Si bien se requiere condenar categóricamente la violencia y es fundamental la decisión de acotar el uso de escopetas antidisturbios en manifestaciones sociales, el riesgo que afrontamos involucra la democracia, la propiedad privada y en muchos casos nuestra propia vida.

Es clave la decisión del Gobierno en los tiempos actuales; Carabineros debe continuar manteniendo su rol de resguardar a la ciudadanía, implementando los protocolos de armas correspondiente, siempre y cuando exista un inminente ataque a la propiedad y a la vida.

Sólo de ese modo, habrá paz, sin dejar de lado una de las primeras prioridades de los chilenos: vivir y sentirse seguros en su entorno y junto a sus familias.

El que baila, pasa

Hemos sido testigos de un nuevo mecanismo de las manifestaciones, el denominado "el que baila, pasa". Una práctica, algunos dirán, pintoresca y entretenida, que alegra a los asistentes. Pero ¿es realmente una actitud digna de aplausos?

Pareciera ser que no hay problema alguno sí un conductor se une a la fiesta. Lo complejo del asunto emerge cuando alguien se niega a sumarse al jaleo, pues lo ven como un amargado traidor que no merece pasar por sus calles.

Casos muestran cómo han humillado, encarado e incluso golpeado a aquellos que no han querido bailar al ritmo de "la paz". Lo carnavalesco mutó a totalitario en un abrir y cerrar de ojos.

Sofía Maldonado C.,

cientista político

Nicolás Martins,

Fundación para el Progreso