La encuesta CADEM de esta semana nos muestra resultados preocupantes. Las expectativas para marzo y abril se resumen en violencia, polarización y una economía nacional deprimida. ¿Avanzamos hacia una profecía autocumplida?

Según el sociólogo Robert Merton, una profecía autocumplida es una falsa definición de una situación o persona que evoca un nuevo comportamiento, el cual hace que la falsa concepción se haga verdadera. Inconscientemente, conformamos la realidad para que esto ocurra.

En la novela "Los traficantes de dinero" de Arthur Hailey, se presenta un buen ejemplo de esto. Un rumor comienza a correr: un banco está por quebrar. La gente alarmada se dirige en masa a retirar sus depósitos. Resultado de lo anterior, el banco se aproxima de verdad a la quiebra.

¿Nos dirigimos a una profecía autocumplida? Esperemos que no, o que al menos, a diferencia del libro de Hailey, el país no termine cerca de "quebrar(se)".

La Constitución como arma

Las Constituciones, digamos las reglas del juego político, hallan su razón de ser en la necesidad de regular y limitar el poder del Estado, tanto en su estructura como en su actuar. A su vez, la necesidad de acotar el poder público halla su razón de ser, no en restringir el eventual beneficio que la intervención del Estado pueda generar, sino que en minimizar el daño inequívoco que este suscitaría a raíz de dichas intromisiones.

Dado que es evidente como el interés de los burócratas y el de los individuos están en conflicto, no es a conveniencia de los políticos como ha de estar configurada una Constitución, sino que a beneficio de la Nación. Tanto o más claro es que los menos complacidos con una norma suprema como la nuestra, que le pone un freno riguroso al poder estatal, son los propios políticos. He ahí su interés en desechar nuestra Carta Magna y avanzar hacia una lógica asambleísta que les permita a ellos fijar el límite a su propio poder -lo más holgado, de ser posible.

Todos los años lo mismo

Como una manera de alivianarle la carga a una de mis hijas, siempre compro la lista de útiles de uno de mis nietos. Lo impresionante de todo es la falta de conciencia de algunos establecimientos que siguen pidiendo una infinidad de artículos (cuadernos, lápices, reglas, gomas, etc.) pero en especial textos de estudio que son carísimos y que, según me cuentan mis propios nietos, a veces los profesores ni siquiera utilizan.

Me pregunto, en este período de cambios sociales tan necesarios, cuándo llegará el día en que las editoriales cobren lo justo y que las autoridades se pongan las pilas y eliminen el impuesto al libro. En promedio, por hijo, se gasta cerca de 100 mil pesos sólo en textos escolares. ¿No será mucho?

Marcelo González

Fundación para el Progreso

Hernán Felipe Páez

Estudiante de Derecho UC

Mercedes Vásquez