Un recorrido por el mundo de Loro Coirón
El grabador francés-porteño ha reunido 30 años de sus obras en una gran exposición. Curiosamente, parecen fragmentos de un solo gran relato.
"El blanco y negro es mi escritura. Es mi manera de escribir una gran crónica", dice Loro Coirón, frente a medio centenar de vecinos porteños que esta tarde de miércoles lo acompañan en su exposición en el Parque Cultural de Valparaíso.
Loro Coirón se ve a sus anchas, rodeado de decenas de obras, de los tamaños más diversos, que recogen sus treinta años de trabajo artístico en Chile. A él le gusta hablar de lo que hace y exhibe el mismo entusiasmo y la misma pasión con las que desembarco en este Puerto, donde se fue quedando hasta medio instalarse, en 1989. Frente a uno de sus más recientes grabados -una vista del campo, en Lontué, donde pasa parte de su tiempo- afirma que si uno pasa mucho tiempo en un mismo puerto, este termina convirtiéndose en campo... Así, sigue repartiendo su año entre su casa taller en el cerro Cordillera de Valparaíso, Santiago -aunque reconoce que no siente una "sensualidad" especial por la ciudad-, Curicó, Lontué y la costa normanda, en Francia.
Las grandes dimensiones de la Sala de Artes Visuales del Parque Cultural, en el tercer piso, le permitieron montar una exposición retrospectiva exhaustiva, que recorre 30 años de trabajo. Curiosamente, todas las obras funcionan como piezas de un mismo guion, esta "crónica en blanco y negro" que Loro Coirón trata de escribir a través de sus grabados.
De pie frente a dos grabados ubicados uno al lado de otro, separados por tres décadas de distancia, Loro reflexiona: "No sé por qué los críticos en el mundo del arte siempre piden un cambio de estilo, cada año. ¡Es absurdo! Tú no vas pidiendo a un escritor que cambie su estilo a cada libro o cada página... Yo veo esto, separado por treinta años, y es como si fuera el mismo día. Me gusta, es como una saga, una historia, sin frivolidades. Me sigue importando más el fondo que la forma", dice.
Las obras frente a las que habla Loro Coirón son dos grabados de medio formato, uno de 2019, que muestra a un ajedrecista en la Plaza de Armas de Santiago, y otro de los '90, inspirado en la Parque Forestal, donde podemos ver jóvenes departiendo en el pasto y bicicletas rondando.
Tiene razón: parecen episodios de una misma historia y no vemos el paso del tiempo.
El campo
En la muestra hay muchos grabados de Valparaíso, entre los que destacan dos gigantescos murales: uno del Mercado Cardonal, de unos siete metros de largo, y otro del Barrio Puerto, de 10 metros de largo por 4 de alto.
Pero no solo hay imágenes de Valparaíso. Surgen, por aquí y por allá, rincones de la capital, techos y cordilleras. Y, por cierto, su nueva inspiración: el campo, Lontué y Curicó, al que se ha acercado por lazos familiares. La vendimia, el regreso del campo a la casa y la cosecha van surgiendo entre los pliegos. Por aquí, un homenaje a los trabajadores haitianos que hoy laboran en los campos. Por allá, un temporero recogiendo cerezas, donde Loro no deja escapar su mirada al detalle: entre medio de las ramas de los árboles, aparece otra fruta en el bolsillo del recolector: la manzana de un teléfono de última generación.
Ante sus contertulios, Loro dice que "la obra de Valparaíso está lista, solo queda perfeccionarla". La paleta en que se ha convertido la ciudad para su mano ya está completa y hoy busca nuevos habitantes para seguir escribiendo su gran crónica.