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En el muelle Prat aún quedan vestigios de la tragedia

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Norberto Donoso , presidente de la Asociación de Dueños de Lanchas del muelle Prat, dijo que habitualmente cuando baja la marea las embarcaciones quedan a 50 centímetros del muelle, pero el 27F "quedaron a un metro y medio. Para acceder a una había que saltar al techo de la cabina, bajó bastante el mar, hubo un pequeño tsunami donde el agua cubrió el embarcadero". Añadió que el terremoto ocasionó daños en el embarcadero y en distintos puntos de la losa del paseo. "Se arregló 'a la chilena' porque todavía hay vestigios, fisuras y desniveles. Muchos de los arreglos los hicimos nosotros para poder seguir trabajando", asegura.

Para el dirigente las autoridades no se han preocupado mayormente de la prevención en caso de otro evento similar, pues considera en el muelle Prat no hay señalética clara que advierta a sus visitantes de las vías de evacuación. Al costado del embarcadero solo hay un cartel que dice "zona de amenaza de tsunami".

"Hoy existe una mayor cultura sísmica, pero acá el turista extranjero no sabe para donde arrancar, de las zonas inundables y no se les enseña tampoco a a que se puede evacuar en altura", detalló el dirigente.

Donoso agregó que esta década se ha invertido cero peso en infraestructura para el muelle, y en los ejercicios de simulacros queda en evidencia que aún falta preparación para enfrentar una tragedia de la magnitud de hace 10 años.

Relatos del 27-F, 10 años después

El segundo terremoto de mayor magnitud de nuestra historia dejó 17 fallecidos en la región.
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Redacción - La Estrella de Valparaíso

Eran las 03.34 de la madrugada del sábado 27 de febrero cuando repentinamente el suministro eléctrico se cortó en la Región de Valparaíso. A esa hora, los pubs rebosaban de gente, la gente volvía a casa luego de ver a Ricardo Arjona en el Festival y muchos dormían ya plácidamente. Apenas segundos después del corte, un ruido subterráneo se dejó oír en medio de la noche y una sacudida, que partió violenta, estremeció todo la zona central del país. Lo que parecía en principio un temblor fuerte, de aquellos que de tanto en tanto se dejan sentir en Chile, se transformó con el correr de los segundos en un terremoto de gran intensidad, el segundo más fuerte en la historia de los terremotos en Chile (luego de Valdivia 1960) y el octavo en la lista de los top ten mundiales.

El terremoto del 27 de febrero de 2010, conocido hoy como 27-F, tuvo una magnitud de 8,8° grados en la escala de Richter. Su epicentro se ubicó en el mar, frente a las costas de la actual Región del Ñuble, a la altura de Cobquecura, y a 30,1 kilómetros de profundidad. En las regiones de Biobío y Maule, las más afectadas, tuvo una duración de 4 minutos y alcanzó una intensidad de IX grados en la escala de Mercalli. En la zona central, la duración del sismo fue de dos minutos.

35 minutos después del terremoto, un tsunami recorrió las costas del país, sin que la población fuese alertada a tiempo, lo que provocó decenas de muertes.

El saldo del 27-F, ocurrido hace exactos diez años, fue devastador: 525 personas muertas, 23 desaparecidas, medio millón de viviendas dañadas y casi dos millones de personas afectadas.

En la región

El terremoto pilló a la región en plena época festivalera, justo cuando concluía la quinta noche del certamen que, por cierto, fue suspendido y no pudo concluir.

El área más afectada por el terremoto fue el archipiélago de Juan Fernández, arrasado por un tsunami que pilló por sorpresa a sus habitantes, toda vez que en la isla Robinson Crusoe el terremoto no fue percibido. También la costa de San Antonio sufrió los graves embates del mar.

En total, 17 personas fallecieron en la Región de Valparaíso, 9 de ellas en Juan Fernández. Uno de los casos más emblemáticos fue el del niño Joaquín Ortiz, conocido como "Puntito", de Quilpué, que desapareció en el tsunami que afectó a la isla Robinson Crusoe.

Entre los fallecidos también estaba la porteña María Angélica Erices, de 36 años, quien murió ahogada en el tsunami de Juan Fernández. Su madre y hermanas playanchinas demandaron al Estado por la falta de servicio que derivó el muerte de María Angélica.

En la calle Victoria esquina Morris, Francisco Soto Pino, un adulto mayor de 70 años, falleció en su propia cama, aplastado por un muro de su vivienda que se desplomó.

En las caballerizas del Sporting de Viña, en tanto, un joven de 16 años, Víctor Contreras Bravo, perdió la vida también aplastado por un muro de un corral.

En la provincia de Valparaíso, varios edificios importantes sufrieron daños, entre ellos, el Teatro Municipal de Viña, cuya restauración, diez años después, aún están en curso.

La iglesia de los Doce Apóstoles y la Escuela Ramón Barros Luco (ambas cerradas y sin restaurar aún) fueron otras de las edificaciones patrimoniales severamente afectadas.

En Viña del Mar, doce edificios de reciente construcción resultaron con daños graves y debieron ser desalojados por orden municipal, algunos, y otros por iniciativa de sus moradores. Entre los más dañados estuvieron el Festival, en 9 Norte, y el Toledo, en 3 Norte, ambos demolidos.