Lleva más de 60 años lustrando zapatos en el mismo lugar
Desde senadores a directores de equipos de fútbol, hasta personas comunes y corrientes han pasado a poner su calzados en manos de Miguel López, el lustrabotas.
Maira Campos Vega - La Estrella de Valparaíso
Desde sus nueve años Miguel López se ha dedicado a lustrar los zapatos de las distintas personas que paseaban por la plaza Victoria, se ubica en la intersección de Molina con Condell junto a su banco y cajón lleno de materiales para hacer su trabajo.
Miguel cuenta que se inició en este oficio porque "cuando los lustrabotas se iban a pegar un 'picotazo', que era ir a tomar vino, me dejaban el cajón a cargo, y entonces cuando venía un cliente y preguntaba ¿quién lustra acá? les respondía que yo".
Sin embargo explica que no siempre le funcionaba. "Pensé que iba a pasar piola, pero no, ahora me doy cuenta el por qué, la gente se daba cuenta que no era lustrabotas por la forma en que ponía los paños y cómo ocupaba los materiales", señala con una sonrisa en el rostro.
Pero con el tiempo y manteniendo esta rutina, se fue perfeccionando. Miguel señala que "algunos lustrabotas iban muriendo y fueron quedando los cajones, entonces yo me hacía cargo de ellos, y así con el pasar del tiempo empecé a lustrar".
Distintos oficios
Pero hubo intervalos en su vida en que no se dedicó a solo lustrar zapatos, pues cuenta que ha viajado por varias partes de Europa y Latinoamérica.
"Hubo un tiempo en que un cabro me llevó a trabajar a Europa, entonces fuimos a El Pireo en Grecia, pero no nos dejaron entrar. Tuvimos que pasar por España, y por ahí nos fuimos por debajo, por tierra a Grecia y atravesamos en un ferry para llegar a Patras y de ahí nos fuimos a El Pireo. Allí fuimos a trabajar en buques y también en un cementerio de allá", recuerda Miguel López.
También cuenta que un tiempo trabajó para Santiago Wanderers, y era muy feliz, ya que siempre ha sido wanderino de corazón. "Cuando joven fui ayudante utilero en Wanderers también, y ahora tengo una agrupación de Los Panzers del 68", señaló López.
Varios clientes
Mientras Miguel conversa de su vida, muchas personas que transitan en el lugar, se detienen para saludarlo y preguntarle cómo está. Es bastante conocido en el lugar, y asegura tener varios amigos. Un cliente conocido es Alejandro González, llegó a Miguel porque su abuelo también se lustraba los zapatos con él y siempre se ha ido lustrar sus zapatos en el mismo lugar, sin embargo Miguel asegura entre risas que es porque "en ninguna otra parte le fían más que acá".
Pero distintos senadores, diputados y autoridades también se han sentado en el mismo banco que Alejandro. Miguel López explica que "aquí han llegado muchos senadores, diputados, carabineros, directores de investigaciones, como Arturo Salvatierra, pero nadie es más importante que yo, porque ellos vienen a mí, yo no voy a ellos, y ellos dependen de mí, yo no dependo de ellos". Además agrega una reflexión: "Pueden tener más plata que yo, pero no son más ricos que yo".
Profesión no oficio
Para Miguel, su trabajo es muy importante y le gusta realizarlo. "A todos tengo que hacerles el mismo trabajo de calidad, porque yo quedo mal conmigo mismo si hago el trabajo más a menos, yo no puedo lustrar así al lote, porque quedo mal yo y me engaño a mi mismo", confiesa el lustrabotas.
Además agrega que le gusta hacer su labor "me gusta mucho lustrar, si bien es mi profesión y mi sustento, me gusta mucho lustrar. Llega mucha gente al día a conversar; es como si estuviera en un psicólogo, hablamos de todo y se me olvidan todos los problemas y a los otros también. Me encanta estar con la gente y mi trabajo".
"Ahora en la mañana se lustró los zapatos el presidente de Wanderers, después llegó el jefe de la pesca de Viña, desde allá vienen a lustrar sus zapatos acá, y con cada uno de ellos converso", agregó el hombre que cobra $1.000 por lustrada.
Miguel está de lunes a viernes en el mismo lugar, desde las 07.30 a las 13.00 horas. Su rutina del día inicia cambiándose la ropa en el edificio Espíritu Santo, frente a plaza Victoria. "Me cambió todo todo, después cuando salgo de aquí me baño y me pongo mi otra ropa, y me transformo en un gentleman, cambio totalmente. En la calle me ven clientes y no me reconocen", admite entre risas.
Debido a esto es que conoce a distintas personas de la ciudad, ya que tiene muchos clientes en el día, y como ha estado tanto tiempo en el mismo lugar, ha atendido a distintas generaciones de familias. Él reconoce que le encanta lo que hace y lo seguirá haciendo porque aseguró que "yo no vengo por la plata, vengo por la gente".