Un melodrama sin culpas

"Placer culpable" es el concepto que hemos acuñado para disfrutar sin remordimientos de aquellas creaciones que no responden a los cánones de las bellas artes, desde la música "cebolla" hasta los "culebrones". En esta categoría bien podría caer "This is us", una serie dramática que ya va por su cuarta temporada y que hay que ver pañuelo en mano.

Narrada en distintos planos temporales, la serie se centra en la vida de los Pearson, una clásica y querendona familia de clase media americana, esforzada y dedicada a sus hijos. Pero a poco andar nos damos cuenta que los Pearson tienen sus propios dramas... como toda familia. Embarazada de trillizos, Rebecca, la madre, ha perdido a uno de ellos en el parto, y solo han sobrevivido Kevin y Kate. Pero en el mismo hospital y en la misma noche, el padre Jack se encuentra con un pequeño bebé afroamericano que acaba de ser abandonado en la puerta de un cuartel de bomberos... .y decide adoptarlo. Así se forma el clan Pearson, cuya historia se cuenta a lo largo de toda la serie, a través de distintos momentos: en los inicios de la pareja, en la infancia de los niños, en la difícil adolescencia y ya en la adultez de los "big three", como los llama el padre, con sus propios problemas de adultos.

La elección narrativa del creador hace muy interesante el desarrollo de los capítulos, pues si bien sabemos de antemano algunos hechos, como por ejemplo, que el padre de familia ha muerto en algún momento de la infancia de los niños, el guion se las arregla para aportar cada vez más y más giros, vueltos de tuerca y desenlaces inesperados, sin apartarse un ápice de la trama ni traicionar la continuidad de la misma. Es un gran acierto de "This is us" el lograr contar, con tal nivel de dramatismo e intensidad, una historia de la cual ya sabemos, o al menos intuimos, el final. El recurso se maneja tan bien que incluso en la más reciente temporada se da el lujo de ir hacia adelante en el tiempo, hasta la vejez de los protagonistas, sin escatimar en sorpresas.

La historia es, eso sí, abundante en penas, culpas, recriminaciones, errores y dolores que cargan los personajes, que se van explicando a medida que se desarrollan los acontecimientos. Particularmente emotiva es la historia de Kate, quien ha desarrollado una obesidad mórbida que la vuelve insegura e infeliz, a pesar de su noble carácter. Su culpa por la muerte del padre y las diferencias con la madre marcan la vida de Kate, siempre temerosa de formar una familia que no esté a la altura de los casi perfectos Pearson. Randall, el hijo adoptado, tiene sus propios fantasmas. Es un hombre exitoso y feliz en la superficie, pero la tensión con su hermano y la búsqueda de su identidad lo mantienen en conflicto.

Un culebrón de los buenos, bien actuado, con personajes entrañables y un inteligente guion, para disfrutar sin culpas.