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"Las cárceles no tienen perspectiva de género, nunca la han tenido"

Conocida como la "hermana de las presas" o "la capellana de los olvidados", la religiosa Nelly León está recluida voluntariamente desde marzo en la Cárcel de San Joaquín, para acompañar a las internas. Desde allí critica a un sistema penitenciario que no rehabilita: "El Estado tiene un deber moral de trabajar en la restauración de las personas", advierte.
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No solo lleva cinco meses de cuarentena -como gran parte del país- debido a la llegada del COVID-19, sino que además decidió voluntariamente encerrarse en la Cárcel de San Joaquín, para poder acompañar a las reclusas. Nelly León Correa, más conocida como "la hermana de las presas" y la "capellana de los olvidados", está recluida desde marzo, preocupada precisamente de asistir a las mujeres que están en ese recinto.

Pero aquello no la ha alejado de la realidad del país, en general, y del sistema penitenciario, en particular, sobre todo a partir de situaciones como la de Hugo Bustamante, hoy procesado por el asesinato y violación de Ámbar Cornejo. "Ese hombre entró por un delito atroz a la cárcel, ¿qué pasó en esos 11 o 12 años que él estuvo privado de libertad? ¿Alguien se preocupó de él? Nadie", dice, demostrando su molestia con un sistema que no está preparado para rehabilitar socialmente a los transgresores.

León es capellana de la Cárcel de Mujeres de San Joaquín. Es también fundadora de la Fundación Mujer Levántate, que se dedica a apoyar a reclusas que están finalizando sus condenas para evitar que vuelvan a delinquir.

"Ojos atentos y corazón sensible"

Con la misma convicción con la que rechaza la falta de rehabilitación en el sistema carcelario nacional, León analiza el estallido social del año pasado, el que -a su juicio- tiene su génesis en la inequidad que Chile arrastra. "Son muchos más años de injusticia donde los pobres han sido siempre postergados, olvidados y pisoteados también", advierte.

Esa misma desigualdad que produce el estallido es la que ella verifica en el sistema penitenciario. "El delito de una mujer siempre está asociado a un hombre", afirma, pero aclara que "las cárceles no tienen perspectiva de género, nunca la han tenido".

A su juicio, "esto es un mal endémico en el Estado de Chile. Socialmente, tampoco nos hemos hecho responsables de qué pasa con una persona, porque nosotros adquirimos un discurso envasado que nos dan: 'cero delincuencia', 'basta de puerta giratoria', 'construyamos más cárceles'. Pero ninguno de nosotros nos cuestionamos qué pasa con la historia de esa mujer que cayó privada de libertad. Tenemos que tener los ojos más atentos y el corazón más sensible para poder ver lo que nos rodea".

Desde ese prisma, la capellana cuestiona el que no se ponga énfasis en la rehabilitación. "Rehabilitar es como la restauración de un cántaro roto. Desde la pastoral y la fundación, nuestro concepto es la restauración humana, porque la persona que delinque tiene una historia de dolor y de atropellos anterior. Nadie delinque porque sí", señala.

Advierte además que en la adultez es difícil "restaurar un proceso de vida anterior", por lo que "el Estado y la sociedad civil deben poner su atención en los jóvenes, en los niños, evitar que los niños caigan presos a los diez o doce años".

En ese sentido, es enfática: "El Estado tiene una obligación y un deber moral de trabajar en la restauración de las personas".

La pandemia por dentro

En los cinco meses que lleva encerrada en la Cárcel de San Joaquín, Nelly León ha visto un buen manejo de los peligros que encierra el COVID-19. A su juicio, "hemos trabajado bien la pandemia".

Cuenta que, en el recinto penitenciario, hasta ahora han sido 45 personas las contagiadas, para lo cual se habilitó un lugar especial para que puedan ser cuidadas, manteniendo la cuarentena y el aislamiento. Eso ha evitado la propagación del virus, pero también ha permitido que hasta ahora no haya mujeres hospitalizadas.

Pese a lo anterior, el miedo al contagio siempre está presente. "Me siento un poco en riesgo y también me da temor contagiarme, pero el temor paraliza. Yo me cuido aquí en la cárcel, pero me cuido para servir a otras, no dejo de cuidar a las mujeres y preocuparme de sus necesidades y de que tengan un mejor pasar", advierte.

En el caso de las reclusas, afirma que la ansiedad es una constante, no solo por sus propias vidas, sino también por las de sus seres queridos. León cuenta que "ellas tienen dos grandes temores. Al comienzo era muy tremendo el temor de contagiarse aquí y de morir. Estaba el temor de llegar a un hospital, porque ahí no sabían lo que iba a pasar con ellas. El segundo temor es qué pasa con su familia fuera, especialmente con sus hijos, y el no verlos todos estos meses ha sido bien angustiante para ellas".

Para ayudarlas, concluye, "se habilitó un teléfono para hacer videollamadas, aunque no es lo óptimo palear la ausencia de las familias a través de la de las redes sociales y de llamadas telefónicas".

"Yo me cuido aquí en la cárcel, pero me cuido para servir a otras.