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Una Enfermedad Abandonada

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una enfermedad que afecta sobre todo a personas pobres de los países en desarrollo. Es endémica en 21 países de América y es reconocida por la OMS como una de las trece enfermedades tropicales más desatendidas del mundo, y por la Organización Panamericana de la Salud como una enfermedad abandonada que existe en las zonas rurales y agrícolas de varios países. Se supone que habría entre 70 y 100 millones de personas que están indefensas del mal de Chagas.

Existen cinco formas de contagio: por medio de la picadura de la vinchuca, de la madre al hijo durante el embarazo, por transfusiones sanguíneas, consumiendo comida contaminada por el parásito y por trasplante de órganos.

Como afecta a los sectores más vulnerables, la industria farmacéutica y los gobiernos no han dedicado recursos suficientes a la investigación y el desarrollo de medicinas para prevenir o curar este mal. Solo hay dos medicamentos para combatirla, que fueron desarrollados hace más de tres décadas, que causan severos efectos colaterales y son difíciles de encontrar. Sin embargo, muchos mueren sin haber sabido que tenían la enfermedad, ya que esta suele ser silenciosa por mucho tiempo.

La OMS desde el año 2000 ha certificado que nuestro país está libre de la transmisión vectorial de la enfermedad. Aún existen focos de vinchuca, aunque es difícil encontrarlas. Está entre las regiones de Arica y Parinacota y la de O'Higgins. Hoy, la principal vía de contagio es de madre infectada al hijo.

No hay estadísticas claras pero habría en Chile unas 150 mil personas infectadas y más del 90% de ellos son asintomáticos. La incidencia en el territorio nacional es de 5,5 por cien mil habitantes, que distribuidas por regiones es la siguiente: Arica y Parinacota tiene una tasa de 43 por 100 mil habitantes; Antofagasta, 23; Atacama, 27; y Tarapacá, 15. Hoy habría unas 850 mil personas en riesgo de contraer el mal de Chagas. En América Latina es la tercera enfermedad transmisible de importancia después del sida y la tuberculosis.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de las "Las venas abiertas de América", describió así el mal de Chagas: "Elige a sus víctimas en el pobrerío. Las muerde y lentamente, poquito a poco, va acabando con ellas. Sus víctimas no tienen derechos, ni dinero para comprar los derechos que no tienen. Ni siquiera el derecho de saber de qué mueren". Los pobres no pueden seguir esperando que aparezca por fin el medicamento que combata al parásito protozoo trypanosoma cruzi.

Voluntarios de la esperanza

Ezequiel y Pedro son parte de las miles de personas que se ofrecieron a recibir una de las dosis de prueba. Estarán dos años bajo estudios.
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Por Diana Marcela Tinjacá | EFE

"Mi único miedo es que no funcione". Eso dice Ezequiel Boetti, uno de los argentinos que se prestó para probar la eficacia de una de las vacunas más avanzadas contra el coronavirus, en un momento en el que los científicos buscan con urgencia la participación de miles de voluntarios con la esperanza de frenar la pandemia.

Después de haber experimentado con una velocidad inédita con animales (etapa preclínica) y luego con algunos cientos de personas para descartar posibles efectos secundarios graves, siete potenciales vacunas llegaron a una etapa clave: probarlas con 30.000 o más individuos en zonas donde el virus circula muy activamente, como América.

Tanto Ezequiel, de 33 años, como Pedro Valdez-Rivera, de 28 y residente en Nueva York, una de las zonas del mundo más devastadas por la COVID-19, aseguran que su principal motivación al unirse a esa legión es contribuir para frenar una pandemia que ya ha causado más de 825.000 muertes en todo el mundo.

LA ESPERANZA DE LOS VOLUNTARIOS

"Creo que ser voluntario en este esfuerzo es importante porque me permitirá conocer de primera mano si la vacuna es efectiva y, de ser así, voy a poder ayudar a miles de millones de personas a combatir esta pandemia en el futuro cercano", dice a Efe Pedro Valdez-Rivera, de ascendencia dominicano-puertorriqueña, al explicar cómo entró en los ensayos.

Pedro, desde Nueva York, y Ezequiel, en Buenos Aires, una vez decididos, pasaron casi por lo mismo.

Lo primero es inscribirse en una base de datos o comunicarse con uno de los centros de investigación que acoge los ensayos de las vacunas para expresar el interés de participar.

Luego son contactados para conocer datos generales de su estado de salud y establecer si son elegibles.

Como los dos eran aptos para participar, fueron citados para otra valoración, una sesión informativa y, finalmente, la aplicación de una primera dosis, antes de lo cual se les entregó una copia del llamado "consentimiento informado", un documento que contiene la explicación de la vacuna, la duración, riesgos y beneficios, entre otros.

"Una proporción de voluntarios recibe la vacuna y otra un placebo, es decir un producto que no tiene ningún efecto, para al final comparar los dos grupos y concluir si la vacuna protegió efectivamente a los participantes que la recibieron", explica a Efe la colombiana Angélica Cifuentes Kottkamp, especialista del hospital neoyorquino NYU Langone, que acoge ensayos de dos de las vacunas más avanzadas (Pfizer y AstraZeneca).

A Ezequiel se le aplicó la primera dosis el pasado 14 de agosto en el Hospital Militar de la capital argentina y recibirá la segunda el 4 de septiembre.

Como otros 4.500 voluntarios argentinos de la vacuna de Pfizer, este periodista no sabe si recibió la vacuna o el placebo (en este caso una solución salina), tampoco el médico, ni los coordinadores de lo investigación lo saben, para evitar sesgos.

CIENTOS DE MILES

Hasta este 25 de agosto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) registra 173 candidatas a vacuna: 142 todavía están en la etapa preclínica, incluidas dos de Brasil y una de Argentina, y 31 avanzaron a las pruebas en humanos, entre ellas una de Cuba. De estas últimas, siete entraron ya a la fase 3 y están en el proceso de reclutamiento masivo.

Aunque los estudios incluyen población de diversos puntos del mundo, la mayoría de las vacunas candidatas tiene en la mira a voluntarios de América, con Argentina, México y Brasil entre los primeros.

DILUYENDO EL TEMOR

A la espera de la segunda dosis, Ezequiel, como el resto de voluntarios, sabe que deberá pasar por dos años de monitoreo, un lapso que incluye hacer una bitácora en línea desde casa, al principio diaria y luego semanal, visitas periódicas a la clínica para exámenes físicos, pruebas de laboratorio y controles sobre síntomas de COVID-19.

"Pero si se llega a descubrir que la vacuna funciona y no han pasado los dos años, el estudio se abre y las personas que recibieron el placebo son vacunadas", aclara Cifuentes.

Al reafirmar su interés en la investigación, ambos voluntarios se remiten a su esperanza de que el mundo supere esta pandemia.

"Me siento cautelosamente optimista de que la vacuna estará disponible a principios del próximo año, si es que es eficaz, por supuesto", dice Pedro.

En tanto, Ezequiel asegura que, aunque el coronavirus puso su mundo "patas arriba", se siente confiado de que la vacuna funcionará. "Quizás el miedo es que no funcione y que se pierda esta oportunidad. Lo peor que nos puede pasar a los voluntarios es que la vacuna no funcione", subraya.

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Una Enfermedad Abandonada

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una enfermedad que afecta sobre todo a personas pobres de los países en desarrollo. Es endémica en 21 países de América y es reconocida por la OMS como una de las trece enfermedades tropicales más desatendidas del mundo, y por la Organización Panamericana de la Salud como una enfermedad abandonada que existe en las zonas rurales y agrícolas de varios países. Se supone que habría entre 70 y 100 millones de personas que están indefensas del mal de Chagas.

Existen cinco formas de contagio: por medio de la picadura de la vinchuca, de la madre al hijo durante el embarazo, por transfusiones sanguíneas, consumiendo comida contaminada por el parásito y por trasplante de órganos.

Como afecta a los sectores más vulnerables, la industria farmacéutica y los gobiernos no han dedicado recursos suficientes a la investigación y el desarrollo de medicinas para prevenir o curar este mal. Solo hay dos medicamentos para combatirla, que fueron desarrollados hace más de tres décadas, que causan severos efectos colaterales y son difíciles de encontrar. Sin embargo, muchos mueren sin haber sabido que tenían la enfermedad, ya que esta suele ser silenciosa por mucho tiempo.

La OMS desde el año 2000 ha certificado que nuestro país está libre de la transmisión vectorial de la enfermedad. Aún existen focos de vinchuca, aunque es difícil encontrarlas. Está entre las regiones de Arica y Parinacota y la de O'Higgins. Hoy, la principal vía de contagio es de madre infectada al hijo.

No hay estadísticas claras pero habría en Chile unas 150 mil personas infectadas y más del 90% de ellos son asintomáticos. La incidencia en el territorio nacional es de 5,5 por cien mil habitantes, que distribuidas por regiones es la siguiente: Arica y Parinacota tiene una tasa de 43 por 100 mil habitantes; Antofagasta, 23; Atacama, 27; y Tarapacá, 15. Hoy habría unas 850 mil personas en riesgo de contraer el mal de Chagas. En América Latina es la tercera enfermedad transmisible de importancia después del sida y la tuberculosis.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de las "Las venas abiertas de América", describió así el mal de Chagas: "Elige a sus víctimas en el pobrerío. Las muerde y lentamente, poquito a poco, va acabando con ellas. Sus víctimas no tienen derechos, ni dinero para comprar los derechos que no tienen. Ni siquiera el derecho de saber de qué mueren". Los pobres no pueden seguir esperando que aparezca por fin el medicamento que combata al parásito protozoo trypanosoma cruzi.

Voluntarios de la esperanza

Ezequiel y Pedro son parte de las miles de personas que se ofrecieron a recibir una de las dosis de prueba. Estarán dos años bajo estudios.
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Por Diana Marcela Tinjacá | EFE

"Mi único miedo es que no funcione". Eso dice Ezequiel Boetti, uno de los argentinos que se prestó para probar la eficacia de una de las vacunas más avanzadas contra el coronavirus, en un momento en el que los científicos buscan con urgencia la participación de miles de voluntarios con la esperanza de frenar la pandemia.

Después de haber experimentado con una velocidad inédita con animales (etapa preclínica) y luego con algunos cientos de personas para descartar posibles efectos secundarios graves, siete potenciales vacunas llegaron a una etapa clave: probarlas con 30.000 o más individuos en zonas donde el virus circula muy activamente, como América.

Tanto Ezequiel, de 33 años, como Pedro Valdez-Rivera, de 28 y residente en Nueva York, una de las zonas del mundo más devastadas por la COVID-19, aseguran que su principal motivación al unirse a esa legión es contribuir para frenar una pandemia que ya ha causado más de 825.000 muertes en todo el mundo.

LA ESPERANZA DE LOS VOLUNTARIOS

"Creo que ser voluntario en este esfuerzo es importante porque me permitirá conocer de primera mano si la vacuna es efectiva y, de ser así, voy a poder ayudar a miles de millones de personas a combatir esta pandemia en el futuro cercano", dice a Efe Pedro Valdez-Rivera, de ascendencia dominicano-puertorriqueña, al explicar cómo entró en los ensayos.

Pedro, desde Nueva York, y Ezequiel, en Buenos Aires, una vez decididos, pasaron casi por lo mismo.

Lo primero es inscribirse en una base de datos o comunicarse con uno de los centros de investigación que acoge los ensayos de las vacunas para expresar el interés de participar.

Luego son contactados para conocer datos generales de su estado de salud y establecer si son elegibles.

Como los dos eran aptos para participar, fueron citados para otra valoración, una sesión informativa y, finalmente, la aplicación de una primera dosis, antes de lo cual se les entregó una copia del llamado "consentimiento informado", un documento que contiene la explicación de la vacuna, la duración, riesgos y beneficios, entre otros.

"Una proporción de voluntarios recibe la vacuna y otra un placebo, es decir un producto que no tiene ningún efecto, para al final comparar los dos grupos y concluir si la vacuna protegió efectivamente a los participantes que la recibieron", explica a Efe la colombiana Angélica Cifuentes Kottkamp, especialista del hospital neoyorquino NYU Langone, que acoge ensayos de dos de las vacunas más avanzadas (Pfizer y AstraZeneca).

A Ezequiel se le aplicó la primera dosis el pasado 14 de agosto en el Hospital Militar de la capital argentina y recibirá la segunda el 4 de septiembre.

Como otros 4.500 voluntarios argentinos de la vacuna de Pfizer, este periodista no sabe si recibió la vacuna o el placebo (en este caso una solución salina), tampoco el médico, ni los coordinadores de lo investigación lo saben, para evitar sesgos.

CIENTOS DE MILES

Hasta este 25 de agosto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) registra 173 candidatas a vacuna: 142 todavía están en la etapa preclínica, incluidas dos de Brasil y una de Argentina, y 31 avanzaron a las pruebas en humanos, entre ellas una de Cuba. De estas últimas, siete entraron ya a la fase 3 y están en el proceso de reclutamiento masivo.

Aunque los estudios incluyen población de diversos puntos del mundo, la mayoría de las vacunas candidatas tiene en la mira a voluntarios de América, con Argentina, México y Brasil entre los primeros.

DILUYENDO EL TEMOR

A la espera de la segunda dosis, Ezequiel, como el resto de voluntarios, sabe que deberá pasar por dos años de monitoreo, un lapso que incluye hacer una bitácora en línea desde casa, al principio diaria y luego semanal, visitas periódicas a la clínica para exámenes físicos, pruebas de laboratorio y controles sobre síntomas de COVID-19.

"Pero si se llega a descubrir que la vacuna funciona y no han pasado los dos años, el estudio se abre y las personas que recibieron el placebo son vacunadas", aclara Cifuentes.

Al reafirmar su interés en la investigación, ambos voluntarios se remiten a su esperanza de que el mundo supere esta pandemia.

"Me siento cautelosamente optimista de que la vacuna estará disponible a principios del próximo año, si es que es eficaz, por supuesto", dice Pedro.

En tanto, Ezequiel asegura que, aunque el coronavirus puso su mundo "patas arriba", se siente confiado de que la vacuna funcionará. "Quizás el miedo es que no funcione y que se pierda esta oportunidad. Lo peor que nos puede pasar a los voluntarios es que la vacuna no funcione", subraya.