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El poeta aviador del Winnipeg

Dentro de unos días, se conmemorarán 81 años de la llegada del barco Winnipeg a Valparaíso, que arribó a nuestro país con más de 2.000 refugiados de la Guerra Civil Española, en un viaje épico organizado por el poeta y cónsul Pablo Neruda. Entre ellos, venía un piloto que en nuestras tierras se hizo rapsoda.
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Por Esteban Rodríguez Soto

El Winnipeg llegó a Valparaíso el 3 de septiembre del '39. Entre los refugiados de la vencida República Española, venía un joven de 22 años que provenía del campo de "internamiento" francés de Gurs.

Estos vencidos fueron muy bien recibidos en Chile y, en general, se incorporaron exitosamente en la vida del país. Este joven fue conocido en Valparaíso como Esteban Santa Coloma. Formó aquí su familia, donde residió durante 35 años.

Fue un reconocido rapsoda, animador radial de música española y poesías, y estudioso de los clásicos españoles de la literatura, llegando a dar conferencias sobre ellos.

Participó en numerosas tertulias con artistas y personajes de la zona, como Augusto d'Halmar, que le dedicó el poema "Marinero" (al almirante de los recitadores); Guillermo Quiñones, que escribió para él el poema "El cartero"; o Manuel Astica Fuentes, que, en su recuerdo, apuntó: "Esteban fue un auténtico, único, juglar de nuestro tiempo". Aunque sabían de su participación en la Guerra Civil como aviador, pocos conocían los detalles de ella, que solo fueron contados en su familia.

EL "5X3"

Esteban Santa Coloma actuó primero como "gudari" (soldado, en vasco) en el ejército de Euzkadi. Con 18 años, participó en la defensa de Vizcaya, salvándose de morir en una trinchera, y luego como aviador durante el resto de la guerra en la base de San Javier, en Murcia.

Durante los dos años de la guerra fue abatido cuatro veces y él derribó dos aparatos de la Aviazione Italiana y uno de la Legión Cóndor alemana. Decía que había perdido la guerra 5x3. Se verá por qué.

El 28 de marzo del '39, perdida ya la guerra, tuvo dos posibilidades: quedarse en San Javier, ya a punto de caer, o huir por aire. El mando central les recomendó entregarse junto con sus aparatos, en Albacete o Madrid. Salió de San Javier con la base rindiéndose, con otros dos aviones Polikarpov I-16, los "Moscas", con la intención de aterrizar en Los Llanos (Albacete, a 130 km).

Los italianos que lo habían tomado no sabían que debían recibir a los vencidos y les dispararon, derribando a uno de ellos. Esquivaron el fuego antiaéreo y decidieron ir hacia Madrid por el oeste de Toledo, en vuelo rasante.

Tras volar un par de horas, divisaron los Montes de Toledo. Al cruzarlos, se encontraron con un caza Meserchmitt Bf 109. Al pie de los montes, existía un aeródromo de la Legión Cóndor. Y el Mosca de Esteban era inferior al Meserchmitt. Su piloto no se les enfrentó. Les indicó, mediante el alabeo de "sígame", que debían aterrizar en el campo próximo, cuyas dos pistas cruzadas se podían ver. La reacción de ambos fue no hacerle caso. El objetivo era entregarse en Barajas. Había que huir.

Ascendió con su Mosca. El alemán cambió su primera actitud. Ametralló primero a su compañero, que cayó abatido, y luego decidió cazar el aparato de Santa Coloma. Este había alcanzado ya mucha altura. Su objeto era defenderse para escapar.

Aprovechando la altura, bajó en picado a toda la velocidad posible, para cerca ya del suelo, hacer un vuelo rasante. Confiaba que podría escapar, pero el Messerschmitt lo alcanzó y ametralló en un ala, aunque no lo remató. Había apreciado su maniobra, la valentía y el descaro de un piloto que no había querido dispararle. Ahora volvía a indicarle que lo siguiera.

Los disparos habían afectado su alerón izquierdo y no podía maniobrar bien. Pudo enfilarse, forzadamente, con la pista más alineada. Trató de bajar el tren de aterrizaje, pero no funcionó. Con los pedales y el bastón de mando en tensión, logró mantener su rumbo, centrando toda su voluntad y pericia en la toma de tierra, sin ruedas. Se alineó, redujo la velocidad -acción difícil con hélice fija y sin alerones- y detuvo el motor sobre la cabecera de pista. Perdió la sustentación muy cerca del suelo, como mandan los cánones. Había sido un acercamiento y una llegada ejemplar.

A pesar de ello, sin ruedas, tocó tierra con un gran golpe y la máquina se arrastró por varios metros dentro de la pista, con las chispas del roce y el combustible que ardía. Se aturdió, pero logró salir del avión y caminar una decena de metros. El avión explosionó. No se acordaría de nada hasta un tiempo después.

En Valparaíso

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Esteban Santa Coloma se asentó en Valparaíso y estuvo ligado al mundo del arte. Era un rapsoda y poeta, trabajando en diversas radioemisoras de la zona (Pedro de Valdivia, Cooperativa, Minería, Agricultura, Valparaíso, Caupolicán) en programas de música española y de poesía hispanoamericana. Entre sus amistades, destacaban figuras de la cultura como el periodista y escritor Manuel Astica Fuentes, el poeta Guillermo Quiñones, la periodista y poeta Sara Vial, el pintor Florentino Previst, el grabador Carlos Hermosilla y muchos otros. Regresó a España en 1974 y falleció allí en 1989, dejando viuda, tres hijos, nietos y bisnietos.

El poeta aviador del Winnipeg

Dentro de unos días, se conmemorarán 81 años de la llegada del barco Winnipeg a Valparaíso, que arribó a nuestro país con más de 2.000 refugiados de la Guerra Civil Española, en un viaje épico organizado por el poeta y cónsul Pablo Neruda. Entre ellos, venía un piloto que en nuestras tierras se hizo rapsoda.
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Por Esteban Rodríguez Soto

El Winnipeg llegó a Valparaíso el 3 de septiembre del '39. Entre los refugiados de la vencida República Española, venía un joven de 22 años que provenía del campo de "internamiento" francés de Gurs.

Estos vencidos fueron muy bien recibidos en Chile y, en general, se incorporaron exitosamente en la vida del país. Este joven fue conocido en Valparaíso como Esteban Santa Coloma. Formó aquí su familia, donde residió durante 35 años.

Fue un reconocido rapsoda, animador radial de música española y poesías, y estudioso de los clásicos españoles de la literatura, llegando a dar conferencias sobre ellos.

Participó en numerosas tertulias con artistas y personajes de la zona, como Augusto d'Halmar, que le dedicó el poema "Marinero" (al almirante de los recitadores); Guillermo Quiñones, que escribió para él el poema "El cartero"; o Manuel Astica Fuentes, que, en su recuerdo, apuntó: "Esteban fue un auténtico, único, juglar de nuestro tiempo". Aunque sabían de su participación en la Guerra Civil como aviador, pocos conocían los detalles de ella, que solo fueron contados en su familia.

EL "5X3"

Esteban Santa Coloma actuó primero como "gudari" (soldado, en vasco) en el ejército de Euzkadi. Con 18 años, participó en la defensa de Vizcaya, salvándose de morir en una trinchera, y luego como aviador durante el resto de la guerra en la base de San Javier, en Murcia.

Durante los dos años de la guerra fue abatido cuatro veces y él derribó dos aparatos de la Aviazione Italiana y uno de la Legión Cóndor alemana. Decía que había perdido la guerra 5x3. Se verá por qué.

El 28 de marzo del '39, perdida ya la guerra, tuvo dos posibilidades: quedarse en San Javier, ya a punto de caer, o huir por aire. El mando central les recomendó entregarse junto con sus aparatos, en Albacete o Madrid. Salió de San Javier con la base rindiéndose, con otros dos aviones Polikarpov I-16, los "Moscas", con la intención de aterrizar en Los Llanos (Albacete, a 130 km).

Los italianos que lo habían tomado no sabían que debían recibir a los vencidos y les dispararon, derribando a uno de ellos. Esquivaron el fuego antiaéreo y decidieron ir hacia Madrid por el oeste de Toledo, en vuelo rasante.

Tras volar un par de horas, divisaron los Montes de Toledo. Al cruzarlos, se encontraron con un caza Meserchmitt Bf 109. Al pie de los montes, existía un aeródromo de la Legión Cóndor. Y el Mosca de Esteban era inferior al Meserchmitt. Su piloto no se les enfrentó. Les indicó, mediante el alabeo de "sígame", que debían aterrizar en el campo próximo, cuyas dos pistas cruzadas se podían ver. La reacción de ambos fue no hacerle caso. El objetivo era entregarse en Barajas. Había que huir.

Ascendió con su Mosca. El alemán cambió su primera actitud. Ametralló primero a su compañero, que cayó abatido, y luego decidió cazar el aparato de Santa Coloma. Este había alcanzado ya mucha altura. Su objeto era defenderse para escapar.

Aprovechando la altura, bajó en picado a toda la velocidad posible, para cerca ya del suelo, hacer un vuelo rasante. Confiaba que podría escapar, pero el Messerschmitt lo alcanzó y ametralló en un ala, aunque no lo remató. Había apreciado su maniobra, la valentía y el descaro de un piloto que no había querido dispararle. Ahora volvía a indicarle que lo siguiera.

Los disparos habían afectado su alerón izquierdo y no podía maniobrar bien. Pudo enfilarse, forzadamente, con la pista más alineada. Trató de bajar el tren de aterrizaje, pero no funcionó. Con los pedales y el bastón de mando en tensión, logró mantener su rumbo, centrando toda su voluntad y pericia en la toma de tierra, sin ruedas. Se alineó, redujo la velocidad -acción difícil con hélice fija y sin alerones- y detuvo el motor sobre la cabecera de pista. Perdió la sustentación muy cerca del suelo, como mandan los cánones. Había sido un acercamiento y una llegada ejemplar.

A pesar de ello, sin ruedas, tocó tierra con un gran golpe y la máquina se arrastró por varios metros dentro de la pista, con las chispas del roce y el combustible que ardía. Se aturdió, pero logró salir del avión y caminar una decena de metros. El avión explosionó. No se acordaría de nada hasta un tiempo después.

En Valparaíso

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Esteban Santa Coloma se asentó en Valparaíso y estuvo ligado al mundo del arte. Era un rapsoda y poeta, trabajando en diversas radioemisoras de la zona (Pedro de Valdivia, Cooperativa, Minería, Agricultura, Valparaíso, Caupolicán) en programas de música española y de poesía hispanoamericana. Entre sus amistades, destacaban figuras de la cultura como el periodista y escritor Manuel Astica Fuentes, el poeta Guillermo Quiñones, la periodista y poeta Sara Vial, el pintor Florentino Previst, el grabador Carlos Hermosilla y muchos otros. Regresó a España en 1974 y falleció allí en 1989, dejando viuda, tres hijos, nietos y bisnietos.