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La gripe española apareció en distintas ciudades del país. Los periódicos y diarios de la época informaban de enfermos y muertes en Santiago, Valparaíso, Melipilla, Rengo, Constitución, Talca, Concepción y hasta en Arica.

El Internado Nacional Barros Arana comunicó 778 afectados de influenza de sus 1.014 alumnos. Pero no era influenza sino que gripe española. Los enfermos sufrían una fiebre entre 39 a 40 grados, acompañada de frecuencia cardíaca elevada, respiración rápida, pérdida del apetito y, en algunos casos, delirio e inconsciencia.

Desinfección de los Conventillos

En octubre, la epidemia causaba en Santiago una mortalidad del 5 por ciento. Sin embargo, no estaba claro qué enfermedad estaba matando a nuestros compatriotas.

Rogelio Ugarte, alcalde de Santiago, fue informado de que en un conventillo del sector cercano a La Vega habían numerosos contagiados de una enfermedad parecida al tifus.

Creyendo que los enfermos estaban afectados de ese mal, ordenó la desinfección inmediata de todos los conventillos de Santiago. No sirvió de nada. Los contagiados tenían gripe española y solo algunos tifus.

Los médicos no tenían claro por qué el mal atacaba a los más humildes. Se discutía si era gripe o tifus exantemático, enfermedad trasmitida por los piojos.

El 21 de octubre el doctor Arturo Atria dictaminó que era gripe española. Fue criticado por varios colegas argumentando que no era posible que en nuestro país apareciera una dolencia que existía en países en guerra y no estábamos en esa situación. Pero la fuerza de los hechos dio la razón al doctor Atria. Lo que no se sabe hasta ahora es si la infección arribó a Valparaíso o llegó desde Argentina.

El 6 de noviembre de 1918, Pedro García de la Huerta, ministro del Interior, solicitó al Congreso Nacional la suma de 250.000 pesos para financiar los gastos de los hospitales de Santiago. El senador Rafael Urrejola consultó si se consideraría una asignación similar para los hospitales del área de Valparaíso, dado que la epidemia se desarrollaba allí con mayor severidad y el senador Gonzalo Bulnes agregó que recibió la noticia que la epidemia estaba atacando con mayor ferocidad en Viña del Mar.

El ministro del Interior, respondió diciendo: "El Gobierno no tiene conocimiento oficial de que la epidemia se ha desarrollado en Valparaíso con síntomas más graves que los encontrados en Santiago. Lo último que se sabe es que la enfermedad se ha extendido a la Escuela Naval".

En el mes de noviembre se informó que solo en Santiago habían muerto más de dos mil personas por la epidemia. Los más afectados eran trabajadores de la Vega, conductores de tranvías, obreros ferroviarios y los presos de la cárcel de Santiago. Ese año, según fuentes oficiales, hubo 6.026 muertos en el territorio nacional.

En 1919 los meses de agosto a septiembre fueron fatales. El 3 de agosto, el diario La Unión de Valparaíso informó que veinte mil personas estaban enfermas. Se cerraron escuelas, teatros y todos aquellos lugares de reunión.

Fiesta de la Primavera

Sin embargo, la epidemia no paralizó la fiesta de la primavera. Todos participaron en pueblos y ciudades. Fiestas, bailes y eventos benéficos se realizaban por doquier. Nadie temía a la pandemia. En Santiago se efectuó un desfile y más tarde una fiesta y baile multitudinario. En Valparaíso una marcha, con muchos asistentes, adultos y niños disfrazados, recorrió desde el parque El Litre, bajando hacia la avenida Pedro Montt para llegar la plaza de la Victoria y de allí por las calles Condell, Esmeralda y Cochrane hasta llegar a la plaza Sotomayor.

Un día, en el pueblo de Tomé hubo 260 enfermos de los cuales 40 murieron, quedando los cadáveres sin enterrar por más tiempo del requerido por la ley. El médico señaló que lo que vivió en el lugar era parecido a lo que sucedía con las plagas en la época medieval.

En el valle de Elqui, en Vicuña, hubo 1.500 personas enfermas, todas a la vez, y todos los policías del lugar estaban en cama. No había dónde atender a los infectados. En La Serena familias enteras estaban afectadas. Hubo momentos en que la policía recorría las calles de la ciudad recogiendo los cadáveres de quienes habían muerto en el lugar.

Poco hacían casos de las advertencias gubernamentales. Se realizaron reuniones, fiestas, asambleas y concentraciones políticas. Hubo en el año 1919, según el Anuario Estadístico de la República de Chile, 23.789 muertos. Casi un 400% más que el año anterior.

En 1920 las reñidas elecciones presidenciales, que llevaron al poder a Arturo Alessandri Palma, tuvieron más preocupada a la ciudadanía que la misma epidemia. Ese año, según cifras oficiales, los fallecidos por la gripe española fueron 6.298 en el país y al año siguiente 7.728, para posteriormente desaparecer. Entre 1918 y 1921 los muertos oficialmente fueron 40.113 personas.

Fueron tiempos donde no se disponía de vacunas ni antibióticos. La única forma de combatir la epidemia consistía en mejorar las condiciones sanitarias y el nivel de vida. No hay duda que epidemias como esta nos seguirán acompañando quizás hasta cuándo.