Con Colón llegaron las pestes a América
Viruela, sarampión, gripe y otras enfermedades arrasaron con más del 90 por ciento de los aborígenes americanos. Los descubridores, al regresar a Europa, causaron una explosión de sífilis.
Por Juan Guillermo Prado O.
Pareciera que América era un lugar idílico antes de que Cristóbal Colón desembarcara el 12 de octubre de 1492 en la isla de Guanahani, cuyo ubicación es un misterio, ya que se perdió el libro de bitácora del navegante y actualmente hay una decena de islas en el mar Caribe que se cree fue el lugar en que los primeros europeos descendieron en América.
El cronista indígena peruano Felipe Guamán Poma, en el siglo XVII, escribió: "Los incas, sus monarcas, sus plebeyos, tanto como la gente antigua de estos reinos, vivían vidas largas y sanas, y muchos de ellos llegaban a la edad de 150 y 200 años porque tenían un régimen de vida y de nutrición muy ordenado y metódico".
Un anónimo escritor maya del siglo XVIII también se refirió a cómo se vivía antes de la llegada de los europeos: "En ese tiempo no había enfermedad; no tenían huesos adoloridos; no tenían fiebre alta; en ese tiempo no tenían viruela; no tenían el ardor de pecho; ellos no tenían dolor en el vientre; ellos no tenían tisis; ellos en ese tiempo no tenían dolor de cabeza; en ese tiempo el curso de la humanidad era ordenado. Los extranjeros lo cambiaron cuando llegaron aquí".
La imagen bucólica que muestran de América estos autores y otros de origen indígena se habría roto con la llegada de los conquistadores. Pero este relato se contrasta con la realidad: guerras, sometimiento y pago de tributos entre tribus, sacrificios humanos, eran frecuentes antes de la llegada de Colón.
No se puede dudar del saqueo, guerras y opresión que significó el arribo de españoles, ingleses, portugueses, holandeses y franceses, produciendo gran destrucción de vidas y culturas, pero fue la introducción de enfermedades del Viejo Mundo, como la viruela y el sarampión, lo que ocasionó la muerte de la mayoría de los nativos de América.
Genocidio Indígena
Algunos autores, al referirse al descubrimiento, hablan del genocidio sufrido por los aborígenes. Se ha llegado a señalar que este "encuentro de dos culturas" habría causado la muerte de más del 90 por ciento de los indígenas. La causa de esta sangría demográfica se debió a diversos factores: el traumatismo de la conquista, las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos poblacionales, pero sobre todo las pestes.
Los nativos americanos habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron un alto precio. Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo, causaron miles de muertes frente a la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo resfrío podía ser mortal para muchos indígenas.
Cristóbal Colón enfermó de gripe al desembarcar en La Isabela, la primera ciudad del Nuevo Mundo, situada en República Dominicana. También padeció de tifus exantemático en 1494, cuando navegaba por el mar Caribe. No se curaría hasta cinco meses después. Es innegable que los marineros durante meses surcando el océano no gozaban de buena salud.
Los primeros que conocieron a los europeos fueron los indios de las islas de las Antillas, quienes fueron exterminados por las pestes, el saqueo, la esclavitud y la guerra. De las islas cruzaron las epidemias, con los españoles, al continente.
La Viruela se Expande
Una epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo, entre 1518 y 1519, acabó con prácticamente toda la población local. Pocas semanas antes de que Hernán Cortés tomara el control de la capital del imperio azteca, Tenochtitlán, hoy Ciudad de México, sus hombres estaban exhaustos y abatidos. Era el año 1521 y los aztecas habían repelido una y otra vez sus asaltos.
Los españoles esperaban angustiados un ataque que arrasaría con ellos. Sin embargo, este nunca se produjo. Cuando se restablecieron, asaltaron la ciudad y, para su sorpresa, no hallaron resistencia. El panorama era desolador. Miles de cadáveres aparecían desperdigados y el aire estaba impregnado de un hedor asqueroso, característico de la muerte.
Aquel ejército invisible que arrasó Tenochtitlán no era otro que la viruela, una enfermedad conocida en Europa, pero extraña para los indígenas, quienes no tenían los anticuerpos para combatirla.
La viruela arrasó con los mayas de México, Guatemala y otras naciones de América Central y siguió rumbo al sur, bajando hasta el corazón del imperio inca en 1525, donde diezmó a la mitad de la población.
Al llegar el conquistador Francisco Pizarro a Perú fue el fin de un imperio que se encontraba colapsado por las pestes y las guerras internas. Hacia 1526 la enfermedad mató al emperador Huayna Cápac y a su sucesor. Atahualpa y Huáscar, hijos del emperador, se enfrentaron en una guerra civil. Pero la epidemia había debilitado a los incaicos. Pizarro y un centenar de españoles lograron abatir a un imperio que se extendía por la costa occidental de América del Sur.
El médico y diputado Adolfo Murillo, en el Congreso Nacional en 1882, expresó: "No fueron los arcabuces de los españoles, ni sus afilados sables los que más víctimas hicieron