Sabemos que la pandemia ha afectado a todas las personas, sin distinción social de este país, por lo que vengo a hacer un reclamo en contra del Hospital de Quilpué.
Ha pasado más de un mes y por la pena que mantengo aún no logro la tranquilidad que necesito. En septiembre fue atendida mi madre de 84 años, Juana María Espinoza Carrasco, en el Cesfam Aviador Acevedo de Belloto norte, para revisar exámenes que le habían realizado semanas antes, siendo diagnosticada por la doctora de turno, quien manifestó que mi madre se encontraba bien para su edad y que solo presentaba una pequeña infección urinaria, que debía seguir con tratamiento domiciliario.
El día 20 de septiembre, alrededor de las 12:30, llamé para solicitar una ambulancia. El paramédico que la atendió en primera instancia preguntó "¿qué tiene?", a lo que yo contesté que estaba sin apetito. Al realizar la revisión, este indicó que presentaba COVID por la forma de respirar, siendo trasladada al hospital para su atención.
Una vez que llegué al hospital de Quilpué, me dirigí a la oficina de informaciones para solicitar antecedentes de mi madre. Estuve toda la tarde en la sala de urgencia esperando información. Cerca de las 22:00 horas logré tomar contacto con una doctora, quien me indicó que solo había que esperar su fallecimiento.
El día 21 de septiembre llegué aproximadamente a las 09:00 horas a la sala de urgencia. Alrededor de las 11:30 habló conmigo un doctor quien me indicó que mi madre había fallecido, dejándome verla con implementos de seguridad, ya que se encontraba aislada.
Luego de la noticia fuerte, me dirigí a mi domicilio ya que debería esperar certificado de defunción. Debo agradecer que tuve el apoyo de vecinos que me trasladaron y ayudaron a realizar los trámites de la funeraria y otros.
El día 22 de septiembre muy temprano en la mañana recibí ayuda de mis vecinos quienes me trasladaron al hospital para retirar el certificado de defunción que indicaba "insuficiencia respiratoria aguda, sospecha COVID". Ahí fue mi gran sorpresa, ya que mi madre no salía a ninguna parte y yo me dedicaba a sus cuidados básicos.
Me trasladé al cementerio parroquial de Belloto para ver el tema del funeral y poder avisar a familiares. En el cementerio me indicaron que no se puede asistir al funeral por protocolo. Mientras me encontraba en el cementerio, recibí un llamado del laboratorio del hospital indicándome que mi madre no presentaba COVID y que el resultado fue negativo.
Al recibir la noticia me fui rápidamente al hospital para poder hablar con el doctor que me entregó el certificado de defunción y así solicitarle que no saliera "sospecha de COVID", para poder realizarle un funeral cristiano, pero este último se negó, porque hay un protocolo por pandemia, y que rehacerlo estaba en contra de la normativa.
La parte más triste y dolorosa de toda esta situación es que me entregaron a mi madre a las 14:00 horas del día 22, llevándola al cementerio las 15.00 horas para su funeral, sin nada, solo envuelta en papel alusa o plástico. No pude avisarle a ningún familiar, solo con dos personas más.
De todo lo expuesto, considero que el hospital actuó mal en cuanto al protocolo. Si sospecharon que mi madre tenía COVID-19, ¿por qué no me realizaron exámenes a mi persona o simplemente me pusieron en cuarentena? ¿Por qué no se me realizó encuesta preventiva? Mi madre no salía a ninguna parte, solo pasaba en la casa y la única salida que hubo fue al Cesfam para control días antes del 18 de septiembre.
Era más fácil colocar que tenía COVID y así aumentar los números de muertos por esta horrible pandemia.
Lamentablemente no tengo los recursos para poder hacer los reclamos de manera legal, mi situación precaria me lo impide, pero solo busco consuelo en Dios y quiero que esta historia sirva para otras familias que hayan pasado por lo mismo.
Rubén Lara Espinoza