Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Deportes
  • Servicios
  • Tiempo Libre
  • Estrellas

Tíbet: autopistas a las puertas del cielo

Edificios, hoteles, carreteras surgen en el escarpado paisaje del "techo del mundo", al tiempo que la apacible tradición local es consumida por la cultura china.
E-mail Compartir

Por Javier García | Agencia Efe

Tíbet, el techo del mundo, el milenario paraje donde los lamas conversaban con las alturas, sigue deslumbrando pero, en muchos lugares, excavadoras, autopistas y modernas torres de apartamentos han reemplazado el pastoreo de los yaks y la reposada oración de los monjes.

La construcción china avanza imparable entre las cumbres himaláyicas y ahora es posible recorrer en unas horas trayectos para los que hace poco hacían falta días o cruzarse con un pastor a 4.000 metros de altura ofuscado en la pantalla de su móvil 5G.

Según el Gobierno, este año se ha conseguido erradicar la pobreza extrema, un mal endémico del Tíbet, donde el pastoreo ha sido tradicionalmente la única fuente de ingresos para buena parte de sus habitantes, en su mayoría muy pobres.

Pero también avanza la desertificación: auténticas dunas de arena se observan cada vez más en montañas y ríos por el cambio climático. Y otro tanto sucede con el predominio del chino mandarín en las aulas y en las calles.

También llaman la atención los enormes carteles rojos que en todas las autopistas y ciudades agradecen su apoyo al "Partido" y llaman a la unidad, algo que no se veía hace apenas dos años.

MÁS ETNIA HAN, MENOS TIBETANA

La inmensa región del Tíbet, con una superficie seis veces mayor que la de España y una altitud media de 4.900 metros, tiene unos 3,5 millones de habitantes.

Según los datos del censo oficial chino de 2010, el 90,48 % era de etnia tibetana, el 8,17 % han -la mayoritaria en China- y el resto de las 40 minorías étnicas que pueblan la región.

El porcentaje de etnia tibetana ha ido decreciendo en las últimas décadas -95,5 % en 1990 y 92,8 en 2000- mientras que el de etnia han no ha dejado de crecer -3,4 % en 1990 y 5% en 2000-, y se estima que actualmente pueda estar ya por encima del 10 %.

La presencia de chinos han es palpable sobre todo en las ciudades, en cuyas afueras se elevan por altas torres residenciales, muchas con viviendas todavía sin habitar.

La ley de unidad étnica, que entró en vigor el pasado 1 de mayo, establece una participación equitativa de los grupos no tibetanos en todos los niveles de la Administración.

En los últimos años, las inversiones del Gobierno central en Tíbet han sido colosales, tanto en infraestructuras como en la reducción de la pobreza. Solo en la construcción de autopistas y carreteras han trabajado 547.000 personas, cerca de un sexto de su población.

Desde 2016, Pekín ha invertido 74.848 millones de yuanes (11.110 millones de dólares) en proyectos para mejorar el acceso a la salud, la educación, el agua potable, la vivienda o las infraestructuras de las zonas más depauperadas.

Gracias a esta inversión, 628.000 tibetanos han abandonado el umbral de la pobreza y 266.000 de ellos han sido realojados, según indicó en Lhasa el secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) en Tíbet, Wu Yingjie, a los medios que participaron en un viaje organizado por las autoridades, la única vía de acceso a la región para los periodistas extranjeros.

Wu asegura que tanto el programa de realojamiento como el de transferencia laboral han sido "totalmente voluntarios".

El ingreso neto medio anual de la población más pobre ha pasado de 1.499 yuanes (223 dólares) en 2015 a 9.328 yuanes (1.388 dólares) en 2019, y 173.000 habitantes han accedido al agua potable, de acuerdo con la principal autoridad de la región.

PASTORES CONVERTIDOS EN HOTELEROS

Ru Sen Yen pastoreaba cabras en una aldea remota del suroeste del Tíbet por encima de los 4.800 metros de altitud por 9 yuanes al día (1,34 dólares).

En la aldea del altiplano donde ha sido realojado, a medio camino entre Lhasa y Shigatse (la segunda ciudad del Tíbet), se acogió a un programa para convertir el piso superior de la vivienda en un pequeño hotel de seis habitaciones, que gestiona con su mujer y la ayuda de una cooperativa local encargada del mantenimiento y limpieza.

"En verano no hay tantos clientes, pero en invierno está lleno de turistas chinos", dice en el salón de su casa, presidido por un gran retrato del presidente chino, Xi Jinping.

Dice estar contento con su nueva vida y con los ingresos que le aporta: el 40 % de los 150 yuanes (22,3 dólares) que cuestan por noche sus habitaciones. El 60 % restante va para la cooperativa.

"En el pasado, cuando vivían mis padres, echaría de menos posiblemente mi hogar en las montañas, pero ahora ya no", explica.

LA LENGUA TIBETANA LANGUIDECE

El chino mandarín se ha impuesto en la enseñanza en detrimento del tibetano, que hace apenas una década era mayoritario en las escuelas.

"Solo las clases de lengua tibetana son en ese idioma, el resto se dan en chino. Cuando los alumnos no entienden bien el chino, los profesores, que son bilingües, les explican en tibetano", dice Ba Cheng, subdirectora del colegio del distrito Dui Long De Qing, en Lhasa.

Al centro asisten 2.188 alumnos de entre 12 y 15 años, 258 internos procedentes de familias realojadas y el resto de hogares con escasos recursos cercanos, todos ellos de etnia tibetana.

Dan Zeng Chaiang, un estudiante de 14 años que vive cerca del colegio, habla bien chino y afirma que le da igual aprender en mandarín o en tibetano.

"Cuando me encuentro con han hablo en chino y con mi familia y gente de etnia tibetana en ese idioma. Tenemos televisión en tibetano, no creo que nuestra lengua se pueda perder", asevera.

¿FORMACIÓN FORZOSA?

En la ciudad suroriental de Nyingchi, conocida como "la Suiza del Tíbet" y muy cercana a la conflictiva frontera con el estado indio de Arunachal Prasdesh, que China reclama como propio, hay una escuela de formación técnico-profesional inaugurada hace un año.

En ella estudian y viven 2.190 alumnos de entre 16 y 19 años y de familias mayormente pobres, que aprenden hostelería, turismo, comercio electrónico, diseño, educación preescolar, tecnología agrícola, construcción o mecánica, con todos los gastos cubiertos por el Gobierno.

Se trata de los controvertidos programas de formación profesional y transferencia laboral que, según informaciones publicadas recientemente por medios anglosajones, serían forzosos.

"Nunca obligamos a los estudiantes a aprender ninguna materia o a optar por una profesión. Cuando entran aquí pueden elegir libremente lo que quieren aprender y después el trabajo en el que quieren emplearse. Esas informaciones son un completo sinsentido", asegura el subdirector del centro, Lai Yinghao.