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"¿Pero cómo iba a entregar a mi hija? Me negué, les dije que no podía abandonarla. Es sangre de mi sangre".
EN EL NOMBRE DEL PADRE
Si hubiera que marcar las casas en las que al menos una niña desapareció, habría que señalar también la de Amisha, la esposa de un campesino con dos bueyes y media docena de cabras, distinguido en el pueblo por su relativa holgura económica.
A ella se le ve tres veces al día fuera de casa, cuando lleva a pastar a las cabras, o cuando sale a recoger agua de la bomba manual instalada en medio del campo. Su cuello estirado se mueve con el impulso con el que ondean los 30 litros que lleva sobre su cabeza.
Después de cargar los dos últimos cántaros para fregar los platos de la cena, se habrá ganado el derecho a hacer lo quiera, que con frecuencia no es más que desenredar el cabello de su hijo.
La melena larga y casi dorada de su hijo Ajay es una promesa que hizo a los dioses si su familia era bendecida con un varón, un delfín para el legado de esta familia que pueda alumbrar el camino de la muerte a su padre.
En el hinduismo, el hijo varón, o el marido en el caso de la muerte de una mujer, son necesarios en el rito de cremación para alcanzar la redención.
La responsabilidad de Amisha con la descendencia de su familia es mucho mayor que la de Mahima. Al estar casada con el hijo único de una familia de granjeros, tener al menos un varón era la única manera de asegurar el linaje de su marido y la salvación de su alma.
La esposa de este campesino tuvo dos varones, con tres niñas intercaladas. Solo las dos primeras nacieron. La última se quedó entre un trapo viejo que contuvo la sangre del aborto provocado por la misma mezcla de mifepristona y misoprostol que consiguió Mahima.
"Sí, lo hice", contesta con una media sonrisa cuando le preguntan si se deshizo de ella.
Su marido cerró el trato con el doctor para que le diera los medicamentos a cambio de 14 dólares por cada mes de embarazo. Estaba embarazada de tres meses.
Si una esposa no es capaz de proporcionar hijos varones "tiene que abandonar la casa", regresar con sus padres, y así el esposo podrá casarse de nuevo e intentar continuar la descendencia, explica Amisha para referirse a una norma no escrita a la que llama "la presión del matrimonio".
Mientras que las hijas dejan el hogar para ir a vivir con sus maridos, los varones están destinados a quedarse en casa con su esposa e hijos, cuidar de sus padres y los bienes familiares.
Tener solo niñas significaría la extinción de la familia.
EL PRECIO DE LAS HIJAS
"Criar a una hija es regar el huerto del vecino", dicta un popular refrán indio que apunta directo al sistema de la dote, el pago que los padres hacen por el matrimonio de sus hijas.
Irónicamente, las mujeres son las depositarias del honor familiar, y la dote es una muestra del estatus social que permite a los padres escoger entre los mejores pretendientes y hogares a los que pasarán a pertenecer sus hijas.
La dote es una de las principales razones por las que las niñas son vistas como una carga, como una futura deuda.
"Yo reúno la mitad, y el resto lo pedimos prestado a nuestros familiares. Cuando otra mujer de la familia se case, tendré que dar dinero para pagar lo que me dieron", detalla Mahima para explicar un sistema prohibido y penado por ley desde 1961, pero que supone una práctica corriente.
No hay un monto estipulado. En poblados pobres la puja puede empezar en los 1.500 dólares en forma de ganado, joyas, propiedades o tierra.
El pago incompleto de la dote y las presiones por más dinero por parte de la familia del novio, abren en ocasiones otra puerta a la muerte.
El informe más reciente de la Oficina Nacional de Registros Criminales (NCRB), que recoge datos de 2018, reveló que 7.277 mujeres fueron asesinadas por asuntos relacionados con la dote, lo que representa el 94 % de los 7.747 asesinatos de mujeres registrados ese año en la India.
"Claro que hay que pagar la dote, si no qué hombre va a aceptar casarse con una hija", razona una anciana que ha quedado sola después de entregar a su única hija.
QUIÉN CONTROLA EL EXTERMINIO
En 1984, el investigador Sabu George se dio cuenta de que faltaban niñas. Llevaba varios años estudiando en el sur de la India los problemas de nutrición en la infancia y llegó a la conclusión de que las estaban matando con abortos masivos, o justo al nacer, o más tarde, privándolas de alimento.
Desde entonces ha dedicado su vida a destapar este exterminio. Durante los primeros años siguió el embarazo de más de mil mujeres en el estado de Haryana, la región con el peor ratio de sexo de toda la India, donde descubrió un proceso de selección que se gestaba en cada vivienda.
"Históricamente la discriminación de las niñas en la India se debió a la negligencia intencional en el parto, o a que las niñas recibían menos leche, menos alimentos de buena calidad, menos cuidados, menos atención médica. Pero lo que hemos visto en los últimos 20 años es la eliminación en la etapa del feto", explica.
George, pragmático, apunta a los médicos y a las ecografías como la causa del problema, lo que es aún más grave, a su juicio, que el hecho de que una niña no sea deseada.
Si una madre da a luz sin saber el sexo, "la niña recibe al menos la oportunidad de nacer, y por su capacidad de supervivencia tendrá otra oportunidad". Si la eliminas en la etapa fetal no hay oportunidad ni resistencia, subraya.
Esto descubrió a algunos médicos que "determinar el sexo de una niña y eliminarla era una mina de oro".
El secretario general de la Asociación de Radiología de la India, Rajeev Singh, aborda el tema sin tapujos y asegura que el país ha diseñado un sistema para culpar a la persona equivocada.
El problema, asegura, es que "todos, incluido el Gobierno, dicen que se están ocupando del asunto, pero en realidad no quieren y no llegan a su base".
"La pregunta es: ¿quiénes son estos médicos detrás de la selección de niñas?", al tiempo que recuerda que al mismo tiempo que se prohibió revelar el sexo en los ultrasonidos, el Gobierno permitió a los ginecólogos practicar ecografías.
Así que "a un ginecólogo se le da el poder de hacer ultrasonido, y también tiene la capacidad legal de practicar abortos. Todo se vuelve muy fácil", lamenta.
El Gobierno indio ha declinado la invitación de EFE para hablar de este asunto.