22 escritores revisan el mito de Drácula en espeluznante antología
Los cuentos de "Quiero la cabeza de Bram Stoker" renuevan una de las figuras más fascinantes de los últimos siglos: el vampiro.
Juan Carlos Ramírez F. - La Estrella de Valparaíso
Una detenida por la policía secreta durante la dictadura. Los captores no entienden bien que está pasando, pero están más asustados que ella. Y con razón: ella es una vampira que usará la violencia como una venganza casi colectiva. El cuento se llama "Toque de queda", escrito por Aniel Bifros, quien ya había publicado una novela sobre vampiros titulada "El cisne de hielo".
El relato forma parte de "Quiero la cabeza de Bram Stoker" (Editorial Pan, 2020), una antología de cuentos dedicados a actualizar el mito de estos chupasangres que han asustado y fascinado a varias generaciones.
Son 22 cuentos de autores que van desde el uruguayo Ignacio Alcuri (una celebridad de TV y los relatos "pop" en ese país) hasta la reconocida María José Viera-Gallo, pasando por el narrador colombiano Hank Cohen, especializado en lo fantástico, o la académica magallánica especialista en el concepto del mal, Carolina Yancovic.
"¿Cómo escribir sobre un tema agotado hasta la exacerbación patológica? ¿Un tema que para colmo de males está de moda y que Netflix difunde al resto del mundo como lo más de lo más?", se preguntan los antologadores Ignacio Fritz y Pablo Rumel en el prólogo "No hay lugar común con unos colmillos afilados prestos a morder tu cuello". Y la respuesta, evidentemente, está en esas 325 páginas más el "obituario" donde se presentan a los autores incluidos en esta colección.
Acá hay un intento por poner en valor la figura de el autor de "Drácula" Abraham Stoker (1847-1912), "Bram" para los amigos, quien comenzó en este negocio de escribir relatos enfermizos, violentos, insólitos para la sociedad de la época que ni sospechaba que la violencia real estaba a la vuelta de la esquina. Como si esa perturbación mental de Stoker fuera un anuncio codificado de lo que contendría el siglo XX. "Ahí está la aristocracia en ruinas, los despojos vibrantes de la Revolución Industrial, la nueva cultura de masas, la sublimación del deseo, la represión y la sed de sangre (…) que también es consumo", escribe la dupla.
También participa el poeta Tomas Harris con un cuento sobre un vampiro que recorre hospitales y luego bibliotecas para redescubrir su identidad en "De vampirismo e insomnio"). La vuelta a lo ancestral y los monstruos como base fundamental en el inconsciente colectivo chileno se presentan en "Kreeh háaten. La luna está furiosa", de Carolina Yankovic.
También hay ambientes victorianos ("Mack, the knife" de Sergio Alejandro Amira), western ("Balas de plata", de Michel Web) y una regresión a la ya madura nación alternativa de los 90 con referencias a Sonic Youth y Nirvana a cargo de Juan Calamares y "Los Altermonkees".
Dividida en cuatro partes (vampirología chilensis, los mitos de Drácula, prosas desde la tumba y Drácula Inc), esta antología es un auténtico bicho raro en la literatura nacional (si me lo permiten los invitados extranjeros), escrita con cariño y auténtica pasión por lo fantástico.
Metáfora
"Le pedimos a los escritores que usaran el pie forzado con el arquetipo del vampiro. Creo que el terror, a diferencia del policial, se ha desarrollado poco en Chile, tal vez porque prácticamente no hay mercado literario", explica Fritz.
"En lo personal, para mí la médula metafórica del vampirismo es el consumo; por tanto, es notable la similitud con los sistemas económicos que hay a nivel mundial. El vampiro siente la necesidad de consumir sangre para sobrevivir, y como dijo John Dos Passos, el vampiro es como el capitalismo: chupa la sangre día y noche. Esa idea, para mí, es fundamental. El vampiro consume sangre; vive por eso; si no lo hace, muere. Al final todos somos vampiros de una u otra forma; buscamos ganancias, nuestro beneficio persona".