Ya no es extraño escuchar ruidos de balazos, como tampoco es extraño enterarse de que hubo uno o más fallecidos producto de alguna balacera; ahora, generalmente ello se asocia con ajuste de cuentas entre delincuentes, pero sí es grave escuchar que una muerte es producto de un delito, y que la víctima, sin siquiera oponerse a un robo, fue asesinada por delincuentes para los que la vida no es un valor. A ellos solo les interesa concretar su delito y tener en sus manos a veces un magro botín. Que muera un delincuente, hasta en sus más cercanos no causa impacto, son las consecuencias de una forma de vida, pero sí es impactante y doloroso que la víctima sea un tercero inocente, y que puede ser un infante, un adulto o un anciano. Quizás para los delincuentes sea tarea cumplida o uno más, pero para la sociedad una tarea incumplida, ya que el estado como tal no le ha proporcionado la tan necesaria seguridad.
Por otra parte, debemos preguntarnos como país si tenemos una dotación suficiente de policías, creo que a Carabineros algo le falta, pero debiera centrarse en la prevención, ya que cuando hay buena prevención o anticipación al delito, estos disminuyen, y en el aspecto posterior al delito o investigativo, claramente a la PDI le falta aumentar su dotación, y quizás en un 50%. Y como un detective se forma en cuatro años académicos, bueno sería retomar la formación de profesionales titulados de universidades, como detectives, y para ello se debieran formar en tres o cuatro semestres, y egresando con el grado de subinspector. Ahora el ideal es profesionales con malla curricular análoga o cercana a la que ofrece la Escuela de Investigaciones para formar a sus detectives, es decir, oficiales investigadores criminalísticos.
Alberto Contreras Silva