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[Cultura Urbana]

A 50 años de Quimantú, la editorial que llevó los libros a los kioscos

El proyecto de editorial estatal iniciado en la Unidad Popular logró publicar más de 300 títulos y 11 millones de copias, que se vendían semanalmente a bajo precio.
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Javiera Espinosa Pizarro

1971 fue un año complejo para la editorial Zig-Zag. Una severa crisis económica, que desembocó en un paro de trabajadores, hizo que el 12 de febrero de ese mismo año el gobierno de Salvador Allende decidiera comprarla, iniciando así lo que sería el proyecto estatal de editorial Quimantú, orientado al fomento del libro a través de la producción y distribución masiva de libros y revistas, que permitieran acortar las brechas que existían en esos años entre la lectura y los espacios de desenvolvimiento cotidiano de trabajadores, trabajadoras, estudiantes, niños y niñas.

El 13 de febrero de 1971 el Presidente Allende oficializó formalmente esta decisión, que fue anunciada en las páginas del diario La Nación: "La firma del convenio que hace al Estado chileno a través de la Corporación de Fomento de la Producción, dueño de una parte sustancial de los activos de la empresa Zig- Zag y de algunas marcas de revistas, abre un nuevo capítulo en la evolución de la industria editorial chilena. En efecto, es importante la adquisición de equipos y locales que serán la base para la editorial del Estado".

En un periodo de dos años, la editorial trabajó a toda marcha, logrando publicar la inédita cifra de cerca de 11 millones de ejemplares distribuidos en 315 títulos y 14 colecciones. Durante ese tiempo, Quimantú (que viene de las voces kim y antú, que significa "sol del saber"), alcanzó a llevar a los hogares chilenos inolvidables colecciones de libros, como "Nosotros los chilenos", "Cuadernos de educación popular", "Clásicos del pensamiento social", "Cuncuna", entre otras.

Revistas

En esa época los kioscos del país eran un sindicato fuerte y estaban en la mayoría de los rincones. Su ubicación e importancia social en los barrios, poblaciones, centros y plazas fue una de las claves principales para que la adquisición de estos libros y revistas, que eran a precio popular, pudieran distribuirse masivamente en todos los rincones del país.

Isabel Molina, editora de Grafito Ediciones, junto a las sociólogas Marisol Facuse e Isabel Yáñez, publicaron en 2019 una investigación que confronta algunos mitos en torno a la editorial e intenta hilar la historia de su huella en "Quimantú: prácticas, política y memoria" (Grafito ediciones).

Molina cuenta que, además de los libros y como Zig-Zag tenía un amplio repertorio de revistas, Quimantú continuó con ellas. Entre los títulos publicados figuran "Cabrochico", una revista "para los niños desposeídos, los niños de los trabajadores chilenos", a cargo del fallecido escritor Saúl Schkolnik. Era una publicación periódica con historieta, juegos recortables y material educativo. Además de que incluía un suplemento para los padres con temas de salud y crianza.

La revista "Paloma", en tanto, surge como una alternativa a la revista "Paula" que en la época estaba orientada a la clase alta.

"Nosotros los chilenos" fue una revista que tuvo a "más de treinta escritores y reporteros recorriendo Chile y buscando historias, y una cantidad similar de fotógrafos fueron parte de esta serie reconocible por su formato apaisado", precisa Molina. "Nosotros los chilenos" marcó un hito por su diversidad de temas, por la calidad de sus crónicas y por mostrar justamente un Chile que no había sido protagonista, hasta ese momento, de páginas a todo color: el de los oficios más humildes.

Minilibros y el fin

La colección de minilibros es una de las más recordadas, ya sea por la cantidad de ejemplares que produjo, la calidad de sus textos o su cómodo tamaño y por ser más baratos que una cajetilla de cigarros; salían cada martes a un precio que hoy equivaldría a 2.500 pesos.

Fueron 56 títulos los que alcanzaron a publicar, iniciado con "El chiflón del diablo", de Baldomero Lillo, y añadiendo títulos de autores como Arthur Conan Doyle, Horacio Quiroga, Fiódor Dostoyevsky, Emilio Salgari, Edgar Allan Poe, Fernando Santiván, entre otros.

El número 56 de esta colección, "El escarabajo" de David H. Lawrence, destinado a salir en septiembre de 1973, quedó en proceso de impresión a causa del golpe de Estado del 11 de septiembre.

En 1973 Quimantú como proyecto estatal y político dejó de existir, muchos de sus registros y libros fueron quemados y por tanto parte de su historia fracturada.

Quimantú pasó a ser Editora Nacional Gabriela Mistral y allí "El escarabajo" de David H. Lawrence pasó a reiniciar la colección de minilibros con el sesgo editorial de la dictadura. Pero esta nueva editorial dejó de operar en 1976, y sus máquinas fueron finalmente rematadas en 1982.

El regreso

Mario Sobarzo es editor e investigador de la nueva editorial Quimantú. Fue un proyecto que inició en el 2001,a través de la revista "Perro Muerto", que tenía el carácter de "tener un medio desde abajo con las voces de quienes participaban de organizaciones sociales y construían su realidad".

Este fue el punto de partida que puso a Mario Ramos, quien era dueño de una imprenta y hoy es editor y actual jefe de la nueva Quimantú, en conjunto Lucía Paz, como diseñadora, además del grupo que colaboradores y editores que creen en este proyecto de una editorial alternativa y popular, pero esta vez no como un proyecto estatal, sino como el esfuerzo de quienes creían en la posibilidad de hacer del libro un punto nuevamente de fácil acceso. Publican libros que van desde los mil a seis mil pesos y cuentan con libros liberados en internet.

Sobarzo explica que una vez que los libros alcanzan sus metas de venta donde se recupera la inversión, estos son dispuestos de forma gratuita en la web de Quimantú. Además "nosotros trabajamos con sectores populares, que van forjando sus líneas culturales, estamos ahí con ellos".

Uno de los proyectos que traen entre manos es la recuperación de un libro del icónico y fallecido defensor de los derechos humanos, Clotario Blest, quien antes de la dictadura había logrado hacer un libro con la editorial estatal Quimantú, imprimiendo solo unas copias, las que en su mayoría fueron quemadas junto con las prensas de la editorial. El libro se perdió, sin embargo, la Fundación Clotario Blest posee un resumen que podrá ver la luz este año a través de la nueva editorial Quimantú.

La Estrella de Valparaíso