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Cosmética sólida: una vuelta a lo natural

Productos como champú, bálsamo, pasta de dientes y rubor, pero sin su característica cremosa, se han instalado como una alternativa a la fabricación industrial y el uso plástico. Todo se hace a partir de plantas.
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Por Javiera Espinosa

Fue desde las necesidades propias que María Balbontín, socióloga feminista y alquimista, levantó Proyecto Vilú, una instancia que se enfoca en entregar saberes sobre plantas medicinales, cosmética orgánica y economía circular. Su meta: hacer frente a la necesidad de no seguir utilizando plásticos.

Según datos de Plastic Oceans Chile, hay más de 6.800 toneladas de plásticos acumulados en un 79% de vertederos y entornos naturales. Se estima que para el 2050 el 50% de ese plástico estará alojado en mar, en vista de que la producción del plástico tiene una lógica "extraer-producir-desperdiciar".

A partir de su maternidad, la socióloga determinó que era importante repensar sus hábitos de higiene, salud y belleza y reemplazarlos por prácticas más orgánicos. Consecuentemente, vino el conocimiento y la toma de conciencia respecto de qué ingredientes poseen los productos de higiene y cosmética más comunes. Así, por ejemplo, el petróleo se encuentra en cremas, maquillaje o champú, y aún se usa para mantener por más tiempo los productos.

Balbontín explica que dentro de los alimentos un producto así resulta nocivo para el organismo, "pero ¿por qué está permitido usarlo en la piel, si igual irá a tu cuerpo?", se cuestiona.

Además, señala que productos de limpieza como la pasta de dientes, el maquillaje o exfoliantes poseen microperlas de plástico, las cuales también terminan en el mar, y estas pequeñas partículas tienen mayor probabilidad de ser ingeridas por organismos marinos, logrando potencialmente bioacumularse en la cadena alimentaria y entrar en la dieta humana.

productos orgánicos

Fue en Santiago que Balbontín aprendió a elaborar sus propios productos de limpieza personal, como desodorantes, champú, bálsamo o pasta de dientes. Asociando lo que había sido una infancia ligada a lo rural y a las plantas, decidió emprender en lo orgánico.

"Principalmente las mujeres han estado históricamente ligadas a la salud y preocupación de las familias y son quienes tienen mayor conexión con la tierra y el uso de hierbas, porque son las que comparten un cotidiano con ella al quedarse en casa, cuidar hijes, etcétera", señala.

"Este mismo hecho, lo hace un negocio doméstico viable, hasta una expansión de conocimientos de salud para el hogar y la familia", agrega.

cosmética sólida

Balbontín comenzó instalándose en ferias de oficios con sus productos y usualmente la gente comentaba "¡qué rico huele este jabón!", pero cuando les aclaraba que era un champú, "las personas quedaban con una cara de alto impacto", comenta.

De hecho, muchos de sus productos cosméticos tienen formato sólido, distinto al habitual. Entre estos, hay productos para cabellos grasos, con caspa o resecos, que lucen como jabones que, al tomar contacto con el agua, generan una espuma que se aplica en el cabello, durando hasta 50 o 60 lavados.

Los productos se entregan en bolsitas de papel o cajas de cartón, eliminando de la cadena de producción la utilización de envases plásticos. Son productos biodegradables y por tanto amistosos con el medio ambiente.

amor por la naturaleza

La socióloga comenta que es prácticamente una obsesión lo que siente por la medicina natural, que viene "ligado al amor que tengo por la naturaleza y por la misión que tengo de defender la memoria del pueblo en el que me crié, que fue entre La Calera y Quilpué".

"Me da mucho pánico que se olviden todas estas prácticas con la naturaleza, por la ola de modernización y el proyecto ciudad que se tiene en estos territorios. La expansión de la ciudad y la sequía genera olvido. Y nuestra sociedad está criada para el olvido, entonces lo siento casi como un deber inconsciente estar en la vereda de la memoria y la defensa de la vida. Seguir investigando las relaciones entre la botánica y la humanidad y poder generar una política de cuidados desde esta práctica, siento que es lo primordial. Seguir creyendo y defendiendo", señala.

Fue gracias a su tesis de sociología "Los saberes decoloniales en el trabajo con hierbas medicinales: El discurso del 'buen vivir' en mujeres del Valle del Aconcagua" que Balbontín comenzó una vinculación aún más profunda con la medicina de las plantas.

Junto con esto encontró un oficio para enseñar estos conocimientos que se acomoda a sus tiempos de crianza con su hija. "Las plantas son mágicas en su escucha. Sus raíces son muy profundas y alcanzan a percibir la necesidad de la humanidad. Cuando estaba más perdida, creció en mi jardín la malva rosa (que su olor te ayuda a encontrar tu esencia). Cuando estaba triste, creció mucho la melissa. Cuando esta se secó y empezó la revuelta y luego la cuarentena, la passiflora creció como cuatro veces más de lo que estaba. En la carretera crece mucho la vira-vira que ayuda a limpiar el aire, justo donde pasan muchos automóviles y generan gran contaminación ¿Será realmente casualidad? Teoría de las semejanzas le llaman, pero a mí me gusta seguir llamándole magia", dice Balbontín.

Para la alquimista en este último tiempo se ha masificado la medicina natural, en vista de que cada día se conocen más todos los químicos que le introducimos a nuestro cuerpo a través de la piel.

"Hay que entender que la piel es un órgano y durante muchos años se normalizó utilizar champú con parabenos (que es petróleo), desodorantes con aluminio y pasta dental con altas dosis de flúor, por solo dar algunos ejemplos", afirma.

Antes llegar a cosmética orgánica era carísimo, "pero la medicina natural y la cosmética orgánica hoy se encuentran con un acceso monetario mucho más asequible, siendo un gran paso a la desintoxicación de nuestros cuerpos que durante años han sido enfermados de manera silenciosa por el uso diario de estos productos sintéticos", expresa.