Los pastores trashumantes
La falta de agua ha causado la muerte de sus animales y, por consecuencia, la pérdida de sus tradiciones y la migración a las ciudades.
Por Juan Guillermo Prado
En la Región de Atacama viven tres pueblos originarios, de los diez declarados como tales. En el litoral hay grupos de changos; en la comuna de Alto del Carmen hay diversas comunidades diaguitas; y en las zonas precordilleranas y cordilleranas de las comunas de Chañaral, Copiapó y Tierra Amarilla habitan los collas. Muchos han bajado a las ciudades o se desempeñan en los yacimientos mineros. Sin embargo, aún hay pastores y agricultores que mantienen su forma de vida clásica, cuidando ganado caprino y viviendo en casas aisladas o en aldeas.
Los collas no son una etnia homogénea. Algunas familias habitaban en la provincia de Catamarca, en Argentina, mayoritariamente en los pueblos de Fiambalá, en las cercanía de la frontera con Chile, y en Antofagasta de la Sierra, llamada "la antesala del cielo", ya que se encuentra a 3.323 metros de altura, rodeada de gigantescas montañas andinas.
Cruzaron la cordillera al finalizar el siglo XIX y en los comienzos del siglo XX, mezclándose con algunas familias del pueblo de indios de San Fernando, hoy desaparecido por ser absorbido por la ciudad de Copiapó, y con crianceros de cabras de Atacama y de la Región de Coquimbo.
Según el censo realizado el año 2017, son poco más de 20 mil personas, de las cuales 14.000 viven en Atacama, que equivalen al 4,91% de los habitantes de la región.
Este pueblo andino está formado por diversas comunidades que habitan los sectores cordilleranos de la región de Atacama, concretamente en las provincias de Copiapó y Chañaral, entre la quebrada Juncal por el norte y el río Copiapó por el sur. En los sectores rurales están en Portal del Inca, Potrerillos, quebradas de Paipote, San Miguel Carrizalillo y río Jorquera.
Los collas han perdido sistemáticamente por la instalación de grandes empresas mineras los derechos de aprovechamiento de las escasas aguas existentes en su territorio, no pudiendo extender sus cultivos que permiten la producción agrícola para su subsistencia y la alimentación de su ganado.
Preguntamos a la abogada y profesora universitaria Nubia Vivanco Illanes, descendiente de esta etnia por parte de su padre, si tuvo dificultades para ingresar a la Universidad, y enfáticamente señaló: "¡Claro que no! En la actualidad existen centros universitarios prácticamente en todo el país y una enorme cantidad de apoyo de becas especiales para pueblos indígenas. Probablemente la complejidad se presente en términos de propósitos vitales personales. De hecho el acceso a la educación ha promovido precisamente que los jóvenes dejen sus pueblos para llevar una vida de ciudad. Ese ha sido nuestro caso".
-¿Qué recuerdos tiene de su infancia y adolescencia en relación a su pueblo?
-Recorrí con mi padre toda la sierra minera de la Región de Atacama, que es donde principalmente están asentados los grupos collas que se mantienen viviendo en comunidad, dedicados principalmente a la ganadería caprina y en menor medida de la pequeña minería. Hoy además hay centros culturales y apoyo importante para el desarrollo de artesanía y productos alimenticios elaborados con frutos autóctonos como el chañar, estimulando a que se mantenga la dinámica vital del grupo étnico. Entre mis recuerdos más preciados están las visitas a las minas con mi padre, que me dejaba entrar a los piques hasta treinta o cuarenta metros. Eran frecuentes las visitas a la rancha de la bisabuela Victoria, de 99 años, que vivía sola en la mitad de la nada con sus cabras, una vez llegamos y mientras nos acercábamos un puma saltó del techo de su choza. Había estado tres días encerrada: "bajó el león", me dijo, "me comió dos cabritos pero no se pudo comer a esta vieja". Le llevábamos cigarrillos Hilton a los que les sacaba el filtro para fumarlos, mientras me calentaba queso de cabra en un bracero para derretirlo y ponerle azúcar negra. Un verdadero manjar…
-¿Cuál es su opinión respecto a la presencia de representantes de los pueblos originarios en la Convención Constituyente?
-Me parece muy bien, un aporte para la consolidación de una nación intercultural. Yo no sé cómo vive un patagón, un chilote o un Rapa Nui. Conocernos, sabernos interculturales nos da una sólida posibilidad de identidad como chilenos regidos por una misma Constitución.
Tradiciones que se pierden
Como los distintos pueblos andinos, otrora los collas celebraban diversas fiestas que con el tiempo se han perdido. Por la perdida de ganado ya no se realizan ceremonias como el floreo de animales y la vilancha o pago a la Pachamama, festividad donde se agradece a la Madre Tierra. En algunas comunidades se sube un "apu" (cerro sagrado) donde se realiza un ritual y se sacrifica un cordero. Luego se efectúa un almuerzo con los concurrentes para finaliza con bailes y cantos.
Una festividad que se ha perdido es "Los Convidaos", una procesión en la cual se saca en andas a la Virgen hasta un lugar denominado "calvario". Mientras peregrinan hay música de instrumentos de viento: armónica, pito y cornetas y la caja chayera, un instrumento de percusión similar al tambor.
Junto a la migración a las ciudades, la modernidad, también ha conspirado contra las tradiciones collas la presencia de misioneros evangélicos que han logrado que muchas familias se hayan convertido iglesias pentecostales, abandonando sus prácticas ceremoniales de origen católico. Sin embargo, confundidos con el resto de los fieles concurren a la fiesta de la Candelaria, en Copiapó, o la celebración de la Virgen de Loreto, en Tierra Amarilla.
Los collas, como otros pueblos andinos, tienen lugares sagrados como las apachetas que son montículos de piedra donde se realizan ofrendas. Es frecuente verlas a la vera de las rutas y caminos por donde transitaban los indígenas con sus rebaños. Además, hay diversos cerros y montañas que tienen el carácter de sagrados
Una práctica que ya desapareció es la sepultura de aquellos pastores que morían en zonas aisladas de la precordillera andina. Allí donde fallecían eran enterrados. Junto al cadáver se sacrificaban sus perros y ejemplares del ganado que se inhumaban junto al colla muerto. Hoy, poco o nada quedan de las tradiciones de este pueblo originario de la Región de Atacama.