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Zahra Habibi, afgana: "Ha sido como una película"

La joven residente en Chile logró traer a su hermana desde Kabul. Hacerlo era un asunto de vida o muerte: ser mujer, académica y divorciada es sinónimo de pena capital en Afganistán. "Nunca imaginé algo así. Yo, una estudiante universitaria de un día para otro, hablando con gente del Gobierno y pidiendo rescate", relata.
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Estudiante de cuarto año de medicina, Zahra Habibi es una mujer afgana que lleva 14 años viviendo en Chile y vio desde la distancia cómo los talibanes se tomaron su país. La Asociación Doctora Mamá ha sido un apoyo para la joven de 32 años. Las "madrinas" -como les llama- solicitaron al Gobierno chileno ayuda diplomática para traer a su hermana, Zainab Momeny y desde el comienzo las están apoyando financieramente. "Me sentí muy acompañada y tranquila, porque no quería que se transformara en una carga", afirma agradecida.

Admite que lo vivido por ambas en las últimas semanas parece sacado de un guion cinematográfico. "Nunca imaginé algo así. Yo, una estudiante universitaria que estaba preparándose para sus pruebas y de un día para otro estoy hablando con gente del Gobierno, pidiendo el rescate de mi hermana. Ha sido como una película", cuenta sobre el reencuentro con Momeny, quien arribó a Chile el pasado 10 de septiembre. "Fue una locura total. Lloramos mucho, reímos también", admite.

La mujer afgana

Los talibanes volvieron al poder en Afganistán prometiendo a la opinión pública una observancia de la ley islámica mucho más moderada que la vez anterior. El grupo se caracterizó en la década de los noventa por haber impuesto un verdadero apartheid de género y arresto domiciliario de facto para las mujeres.

Sin embargo, los recientes hechos han demostrado exactamente lo contrario. Al presentar su gobierno interino - y pese a los anuncios de un ejecutivo "inclusivo"-, no se consideró ninguna representante del género femenino. Además, se eliminó la cartera de Asuntos de la Mujer y se reinstauró el ministerio de Promoción de la Virtud y Represión del Vicio, responsable de hacer cumplir estrictamente su interpretación de la ley islámica; interpretación que las priva de cualquier derecho. Para Habibi el retroceso es seguro, "toda esa esperanza que tenían las mujeres para generar una sociedad más justa, se va a echar a perder".

La brutalidad de los últimos acontecimientos le da la razón. Habibi relata que cuando los talibanes llegaron a tomar la ciudad de Gazni, "encontraron a dos policías mujeres y para torturarlas, les cortaron los senos estando vivas y después las mataron, cortaron sus cuerpos en pedazos y los entregaron de esa forma a sus familias". Un caso similar es el de una expolicía, que ya no estaba trabajando durante la llegada del grupo terrorista: "La sacaron de su casa, la golpearon de tal forma que sacaron su cerebro de la cabeza y la mataron. Esa mujer tenía siete meses de embarazo", cuenta.

Su llamado es claro, la comunidad internacional no debe reconocer al gobierno talibán, pues al hacerlo "ellos logran llegar a su objetivo y van a haber más masacres; no olvidemos que son terroristas", sostiene enfática

Habibi describe cómo este grupo fundamentalista está operando para controlar a la población: priva de libertad y educación a las mujeres, induciéndolas al miedo para "debilitar a la familia". La estudiante afgana asegura que "la forma más fácil de mantener a una sociedad con menos conciencia de sus propios derechos, es justamente apagar a las mujeres". Y eso es "lo que ellos buscan" eliminándolas de la vida pública a través de prohibiciones e incluso de asesinatos selectivos contra activistas y juezas.

"Ahora muestran imágenes de un par de mujeres vestidas con eso que ellos llaman Burka. Yo lo llamo saco, para mí eso es un saco. Mujeres metidas dentro de un saco", relata refiriéndose a las distintas coacciones de los talibanes en contra de las afganas. En contraste y a modo de protesta, Zahra Habibi optó por dejar de lucir el tradicional velo islámico para cubrir su cabeza, "hasta que las mujeres no sean libres de elegir su vestuario u opinar sobre sus derechos, yo decidí no usarlo", revela la joven.

Migración

Sin embargo, Zahra cubría orgullosa su cabeza con un pañuelo hasta hace no tanto tiempo, para ella era una suerte de declaración: "Yo siempre utilicé el velo porque quería, de algún modo, mostrar que una persona no porque se vista diferente no puede avanzar, desarrollarse, o progresar en la vida". Consultada sobre la xenofobia, las políticas migratorias de nuestro país y las protestas en Iquique, declina profundizar; dice que nunca se ha sentido discriminada y que solo tiene "palabras de agradecimiento para nuestro país". Entiende que "el ser humano siempre tiene miedo a lo desconocido". Sin embargo, su llamado es claro hacia el respeto y la empatía, pues advierte que no se debe olvidar que "la gente cuando migra, no es porque quiere, es porque está obligada. No es fácil dejar todo atrás", concluye.