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Los misterios de Guadalupe

Crónicas señalan que hace 490 años se apareció, en las cercanías de Ciudad de México, la Virgen María a un indígena. Fue un encuentro insólito lleno de enigmas, que aumentan con el paso de los años.
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Por Juan Guillermo Prado

Vetustas crónicas aseguran que, el 12 de diciembre de 1531, la Virgen María se apareció a un indígena de 57 años llamado Juan Diego. Según el relato, el aborigen bordeaba el cerro Tepeyac, cercano a Ciudad de México, cuando inesperadamente se encontró con una hermosa muchacha, quien se presentó como la Virgen María.

Fue hasta la casa de Juan de Zumárraga, obispo de México, a relatarle lo que había vivido. Incrédulo, el prelado le pidió una señal para demostrar lo que había visto.

Al pasar por la colina, nuevamente se encontró con la Virgen, quien le señaló que subiera a la cima del cerro, recogiera flores y las llevara al obispo. Al llegar a la cumbre, Juan Diego encontró rosas castellanas, que florecían en verano y no en pleno invierno y tampoco eran de la región.

El indio recogió las flores, las envolvió en su "tilma" (manto) y retornó a la casa del obispo. En la residencia del prelado abrió su manto, las flores cayeron al piso y en el manto quedó estampada la imagen de la Virgen.

En el encuentro entre Juan Diego y María ocurrieron dos hechos insólitos. La Madre de Jesús habló en lengua náhuatl, que usaban los aztecas, y su vestimenta correspondía a la de una princesa indígena. Esto provocó millones de conversiones a la fe católica en poco menos de siete años.

En el lugar del encuentro, el cerro Tepeyac, se construyó un templo, donde se puede ver el manto original y actualmente es uno de los lugares de peregrinación más populares del mundo.

Hechos Inexplicables

Curiosamente, con el tiempo se han descubierto algunas cualidades asombrosas e inexplicables sobre dicho manto, que fue realizado con fibras de cactus, de muy mala calidad, con una superficie rugosa y tosca y que hace imposible pintar una imagen.

Sin embargo, la figura permanece y los científicos que la han estudiado insisten en que no se utilizó una técnica previa para tratar la superficie. Según los informes, el área que lleva la imagen es como la seda al tacto, mientras que la parte no utilizada de la tilma permanece áspera.

Además, los expertos en fotografía infrarroja, que estudiaron la tilma a fines de la década de 1970, determinaron que no había trazos de pincel, como si la imagen se hubiera pegado a la superficie de una vez.

Phillip Callahan, un biofísico de la Universidad de Florida, descubrió que las diferencias en textura y coloración que hacen que la piel de Nuestra Señora se vea diferente de cerca y de lejos hecho que es imposible de recrear. Tal técnica sería un logro imposible por un artista.

Sin embargo, a menudo ocurre en la naturaleza en el color de las plumas de los pájaros y las escamas de las mariposas. A esto se suma el tornasolado de los colores que cambian ligeramente según el ángulo desde donde se mira.

A ello hay que agregar que científicos han determinado que la coloración de la imagen no tiene elementos animales, vegetales o minerales y que los colorantes sintéticos no existían en 1531. Es hasta ahora una incógnita de qué materia es la pintura.

Una de los argumentos que dicen los escépticos sobre la imagen es que de alguna manera tiene que ser una falsificación o un fraude. Sin embargo, han pasado casi cinco siglos y la pintura original ha mantenido sus colores y textura, pero las copias se han deteriorado en poco tiempo.

Adolfo Orozco, físico de la Universidad Nacional de México, habló en 2009 sobre la notable conservación del manto en comparación con sus numerosas copias. Una reproducción creada en 1789 se pintó en una superficie similar con las mejores técnicas disponibles en ese momento, luego se envolvió en vidrio y se almacenó junto al manto original. Se veía hermoso cuando estaba pintado, pero no pasaron ocho años antes de que el clima cálido y húmedo de México hiciera que el duplicado se desvaneciera y deshilachara.

Sin embargo, aseguró Orozco, no hay explicación científica posible para el hecho de que "la tilma original estuvo expuesta durante aproximadamente 116 años sin ningún tipo de protección, recibiendo toda la radiación infrarroja y ultravioleta de las decenas de miles de velas cercanas y expuestas al aire húmedo y salado alrededor del templo", y aún está intacta.

La tilma ha mostrado características asombrosamente parecidas a un cuerpo humano vivo. En 1979, cuando Phillip Callahan, el biofísico de Florida, estaba analizando el manto usando tecnología infrarroja, también descubrió que la tilma mantiene una temperatura constante de 37 grados, la misma que la de una persona viva.

Cuando Carlos Fernández del Castillo, un ginecólogo mexicano, examinó el cuadro, notó por primera vez una flor de cuatro pétalos sobre lo que era el útero de María. La flor llamada "nahui ollin" por los aztecas, era un símbolo del sol y un símbolo de plenitud.

Tras un examen más detenido, Castillo concluyó que las dimensiones del cuerpo de Nuestra Señora en la imagen eran las de una futura madre que dará a luz muy pronto. El 12 de diciembre, día del encuentro, está a dos semanas de la Navidad.

Los Ojos de la Virgen

Una de las atribuciones más comunes y descubrimientos reportados radica en los ojos de la Virgen en la imagen. José Aste Tonsmann, un oftalmólogo peruano, realizó un estudio, una de sus pruebas consistió en examinar los ojos de la imagen con un aumento de 2.500 veces.

El pequeñísimo diámetro de las córneas (de 7 y 8 milimetros) descarta la posibilidad de pintar las figuras en sus ojos, sobre todo si se tiene en cuenta el material tan burdo sobre el que está estampada la Virgen.

Con las imágenes de los ojos ampliados, el científico pudo identificar hasta 13 individuos en ambos ojos en diferentes proporciones, al igual que el ojo humano reflejaría una imagen. Parecía ser una fotografía del mismo momento en que Juan Diego desplegó su manto ante el arzobispo.

A lo largo de los siglos, dos eventos separados pudieron dañar la imagen, uno en 1785 y otro en 1921. En 1785, un trabajador estaba limpiando el revestimiento de vidrio de la tilma cuando accidentalmente volcó un fuerte disolvente de ácido nítrico sobre una gran parte de la imagen.

La pintura podría haber desaparecido casi instantáneamente por el derrame, sin embargo, se restauró en los días siguientes y permanece intacta hasta el día de hoy.

En 1921, un activista anticlerical escondió una bomba que contenía 29 cartuchos de dinamita en un recipiente con rosas y la colocó delante de la imagen dentro de la Basílica de Guadalupe. Cuando estalló la bomba, la barandilla de mármol del altar y las ventanas situadas a 45 metros estallaron. Un crucifijo de latón estaba torcido y deformado. Pero la tilma y su caja de cristal permanecieron intactas.

Hoy México es una tierra donde, por la acción de diversas sectas y los errores del clero, el porcentaje de católicos ha disminuido, pero el cien por ciento de ellos se declara "guadalupano".