Museo Nacional de Bellas Artes exhibe obra de Francisco Méndez Labbé
El destacado arquitecto y artista visual es un nombre fundamental en la cultura de la región. Fue fundador del Instituto de Arquitectura y del Instituto de Arte de la PUCV, miembro del proyecto Ciudad Abierta de Ritoque y creador del Museo a Cielo Abierto en el cerro Bellavista de Valparaíso.
Si se trata de enumerar los hitos que componen el legado de Francisco Méndez Labbé, habría que mencionar al menos tres: la fundación del Instituto de Arquitectura y del Instituto de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde fue profesor y director de este último entre 1971-1986; la creación del proyecto Ciudad Abierta de Ritoque, campo de experimentación arquitectónica concebido a fines de los '60, donde fue miembro fundador; y el impulso del Museo a Cielo Abierto, en 1991, donde convocó a destacados artistas nacionales para realizar pinturas murales en el cerro Bellavista de Valparaíso.
Claro que es solo parte del fructífero quehacer del arquitecto y artista visual fallecido en febrero pasado, a los 99 años, quien sin duda en una figura fundamental en la cultura de la región.
Hoy, el Museo Nacional de Bellas Artes exhibe, hasta el 6 de marzo, una gran exposición titulada "Francisco Méndez Labbé. Modernidad, cálculo y divergencia", que exhibe alrededor de 60 obras del artista, arquitecto y docente chileno, que incluyen pintura, gráfica, libros, archivos, bocetos y proyectos, donde Méndez Labbé puso de manifiesto los cruces disciplinares entre arte y arquitectura.
Legado ético y estético
El docente porteño y Doctor en Historia del Arte José de Nordenflycht es el curador de esta importante muestra, que se puede visitar en la sala Matta de Museo Nacional de Bellas Artes.
-¿Cuál es la importancia de la figura de Méndez Labbé ? ¿Cuál dirías que es su legado más trascendente?
-Fue un arquitecto, pintor, escenógrafo y autor que desplegó su quehacer de manera trascendente a través de su trabajo permanente como docente universitario en Valparaíso desde 1952 hasta su retiro en 1998. Primero en el Instituto de Arquitectura, en la Cerrera de Diseño Gráfico y en el Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaíso. Desde esta última unidad académica, que dirigió por varios años, levantó las iniciativas del Taller de Murales (1969-1973) y el Museo a Cielo Abierto (1990). Así que podemos estar ciertos que en primer lugar su gran legado trasciende en quienes fueron sus colegas, estudiantes y discípulos. Sin embargo, las aulas y talleres no le bastaron, por lo que con una mirada muy sensible sobre la ciudad participó y movilizó proyectos desde diversas disciplinas, formatos y modos. Pensó el habitar de la ciudad cuando como arquitecto lideró el proyecto presentado al Concurso de la Escuela Naval. Imaginó la ciudad como un soporte de creación participativa cuando creó el Taller de Murales. Regaló a la ciudad y sus habitantes el Museo a Cielo Abierto. Respondió al llamado de la Cámara de Diputados para integrar su colección de arte y cuatro de sus obras están en exhibición permanente en sus pasillos. Todas acciones que dan cuenta de un compromiso del artista para con la esfera pública, lo que es un legado tan ético como estético.
-¿Consideras que el Museo a Cielo Abierto fue precursor de la expresión muralística que se ve hoy en Valparaíso? ¿Qué opinión tuvo Méndez Labbé de las expresiones más contemporáneas del street art y el graffiti, y también qué opinaba del descuido en que cayó el Museo a Cielo Abierto?
-Sin duda el hecho de que algunos entusiastas hayan bautizado a Valparaíso como "la capital del arte callejero" debería considerar el hecho de que el uso de los muros de la ciudad como soporte de obra fueron imaginados e implementados de modo participativo por Francisco Méndez hace más de cincuenta años. En nuestras conversaciones coincidíamos en distinguir que no toda "mancha de pintura sobre muro" era lo mismo. El precisaba que su trabajo lo hacía en relación con muros públicos, en particular le interesaron mucho los muros de contención, y en ningún caso afectaban los muros de propiedades sin la autorización e incluso la participación de sus habitantes. En ese sentido distinguía claramente entre una autoría colectiva, ese de "un arte que debía ser hecho por todos" y el anonimato elusivo y contracultural del graffiti. Por lo anterior es que las noticias que le llegaban en los últimos años del paupérrimo estado de conservación del Museo a Cielo Abierto, no hacían más que frustrar su generoso empeño en que nuestra ciudad sea reconocida no solo por su patrimonio urbano preexistente, sino que también por los aportes creativos que los artistas le dan en su permanente necesidad por valorarlo. Uno de nuestros propósitos respecto de la exposición sobre su obra, que se expone en la Sala Matta del MNBA, va en la línea de exponer material de su archivo inédito compuesto por fotografías, bocetos, carpetas, cuadernos y otros materiales, a través de los cuales queremos transmitir a los espectadores la densidad y rigor que el artista desplegó en sus proyectos de pinturas murales en nuestra ciudad.
-¿Qué me puedes contar acerca del proyecto para la Escuela Naval de Valparaíso titulado Estudio del Día de un Cadete?
-El concurso de arquitectura para el proyecto del nuevo edificio de la Escuela Naval, entre 1956 y 1957, convocó a las más prestigiadas oficinas de arquitectura del país. El equipo ganador fue liderado por Mario Pérez de Arce, un proyecto construido que hoy está absolutamente vigente con su atemporalidad moderna. Sin embargo, el equipo de la UCV liderado de por Carlos Bresciani y Francisco Méndez, pese a ser ubicados en un cuarto lugar de las preferencias del jurado, fue destacado por su alto nivel de experimentalismo formal asociado a un dispositivo funcional que, como los slots de los aviones, ordenaba el flujo de aire, para obtener áreas a resguardo de los vientos. Como parte de las observaciones, estudios y experiencias de laboratorio que demandó el arduo trabajo de preparar un proyecto de arquitectura de alta complejidad, destaca una larga secuencia de dibujos que, como en un largo "traveling" cinematográfico, despliega la secuencia de movimientos que supone el cotidiano transitar por los recintos de un cadete. La gran paradoja es que esa "derrota" recientemente ha sido relevada como un triunfo al ser seleccionada y adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York MoMA para su colección de diseños de arquitectura. Interés que afortunadamente ha sido replicado por el MNBA, ya que en estos meses igualmente esta institución ha adquirido una de las copias originales de este "rollo del Cadete", para integrarlo al patrimonio artístico de nuestro país.
-En la exposición se habla de contextualizar las etapas por las que transitó el artista: modernidad, cálculo pictórico y divergencia respecto del debate sobre las artes visuales contemporáneas. ¿Podrías describir brevemente en qué consisten estas etapas?
-Francisco Méndez no solo fue un gran artista, sino que también tuvo esa especial cualidad de generar una reflexión que trasciende las explicaciones sobre su propio trabajo y se inscribe dentro de una teoría o pensamiento general respecto de las artes. De ahí que el publicó una decena de libros, desde cuyos títulos emergen estos tres conceptos que hemos utilizado para darle una narración a nuestra curatoría. Primero la modernidad entendida como la época en que emerge la consciencia artística de Méndez. Recordemos que tempranamente en su juventud tuvo la oportunidad de encontrarse con los originales del arte moderno europeo en museos y galerías. E incluso pudo conocer personalmente a Picasso y Matisse, así como trabajar directamente con Göetz y Vantongerloo, todos artistas modernos que impactaron su formación. En segundo lugar el cálculo será para él la justa medida propia de su lenguaje pictórico, eso que dispone al descubrimiento de la mirada del otro. Y finalmente la divergencia, será su manera de tomar posición en el contexto del desarrollo de las prácticas artistas experimentales recientes, que él comprendía pero no suscribía desde una distancia crítica que reivindicaba la práctica de la pintura como una forma de ver desde la "presencia" de colores que construyen formas.
"Queremos transmitir la densidad y rigor que el artista desplegó en sus proyectos de pinturas murales en nuestra ciudad".
José de Nordenflycht, curador