Por tercer año consecutivo nos vemos enfrentados a esta pandemia y los niños, niñas y adolescentes, no han estado exentos de sus consecuencias, siendo quienes hasta ahora generan más interrogantes, sobre todo en sus padres, ya que desconocen los efectos que el virus puede provocar en la salud física y mental de sus hijos.
En general, el COVID-19 se ha presentado en la población infantil con una incidencia más baja y leve en comparación a los adultos, sin embargo, en Chile y el mundo también se han evidenciado hospitalizaciones y mortalidad infantil por la enfermedad.
Al igual que en los adultos, la gravedad en niños se ha asociado principalmente a personas inmunocomprometidas y con presencia de comorbilidades. Las manifestaciones más frecuentes de la enfermedad aguda han sido muy similares a un resfrío común como cefalea, fiebre y tos, asociadas a secreciones nasales o flemas. También se han presentado síntomas gastrointestinales como náuseas, vómitos, dolor de estómago, y diarrea. Por otra parte, los adolescentes han referido síntomas como pérdida del sentido del gusto u olfato, dolor de garganta, dolores musculares, dolor abdominal y fatiga extrema.
Además, debemos estar atentos a otros síntomas tales como dolor o inflamación de las piernas y brazos, lesiones de la mucosa oral y exantemas cutáneos. Aquí también se debe consultar de forma rápida, ya que puede ser un caso de PIMS, enfermedad inflamatoria multisistémica que afecta a niños habitualmente mayores de 5 años.
A pesar de todo el avance investigativo en lo que refiere al COVID-19, aún existe gran desconocimiento del impacto futuro de esta enfermedad. De todos, como sociedad, depende colaborar en mantener los contagios lo más bajos posibles, ya que esta pandemia no solo repercute a nivel fisiológico, con posibles secuelas en lo físico, sino también podría incidir en el desarrollo global de nuestros niños, generando consecuencias que afecten su calidad de vida futura.
Natalia Castillo y Beatriz Arteaga, académicas UDLA