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"Valparaíso para principiantes y moribundos" por Gonzalo Ilabaca Página XXVII

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Durante 120 años, entre 1810 y 1930, Valparaíso fue una ciudad pujante, cosmopolita, multicultural, al ritmo de la revolución industrial. En 1817 llegó el inglés Joshua Waddington, ingeniero y comerciante. Él fue el gran impulsor de ganarle dos cuadras al mar. ¿Qué ganaba él? Quedarse con un terreno entre las dos calles: ahí levantó su bazar. Entonces, de comerciante que vendía corpiños, pipas y sombreros, se convirtió en urbanista.

Luego se unió al norteamericano William Wheelwright que tenía barcos y maestranzas impulsando el ferrocarril Valparaíso/Santiago, convirtiéndose de paso en industrial. Fue filántropo, fundó la Décima Compañía de Bomberos, hizo el canal de regadío que lleva su nombre y que convirtió a Quillota en lugar agrícola. Pensando que Valparaíso debería crecer hacia el sur, compró toda la parte baja de Playa Ancha y comenzó a urbanizarla. Hacia allá, precisamente, creció Valparaíso después del terremoto de 1906.

José Francisco Vergara, en cambio, que partió trabajando en el tren Valparaíso/Santiago, se casó con la hija del propietario de la hacienda Viña del Mar, ocasión que aprovechó para crear otra ciudad, Viña del Mar, donde ellos -separados de la chusma- eran los propietarios principales. Una mentalidad latifundista en vez de hacer crecer a Valparaíso hacia el norte, como una sola y multifacética gran ciudad, como Río de Janeiro. Ahí comenzó a torcerse el potencial y el destino de Valparaíso, a la vez que Viña, por su cuenta, tampoco alcanzaría nunca un sitial de ciudad universal.

Se echa de menos a esos empresarios, esos técnicos, esos trabajadores, esa mentalidad de hacer ciudad en conjunto, donde todos ganan, porque la ciudad era un hecho concreto, una forma de vida colectiva, no una especulación. Hoy en día, empresarios a sus anchas destruyen las dunas de Concón para levantar edificios sin ciudad o destruyen la arquitectura de Viña para más edificios sin identidad.

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