Al inicio de la pandemia, empezaron a generarse las primeras presiones políticas para obtener bonos estatales y otras ayudas con el objetivo de asistir a los afectados; sin embargo, los pocos que hubieron no eran suficientes, por tanto, no calmaron a la población en general. En ese contexto, nacieron dos posibilidades: usar los fondos de pensiones y de cesantía.
Así fue como la población, con cargo a sus ahorros de seguridad social, comenzó a pagar los efectos de la pandemia, supliendo la inactividad de un gabinete cuyos integrantes rechazaban la "excesiva" ayuda estatal, calificándola de paternalista e injustificada, pues en principio todos podríamos solventar los achaques de la mano con el mercado.
El conveniente individualismo del sálvense quien pueda y en cómodas cuotas, encontró un inesperado aliado: ciertos sectores de la vereda izquierda quienes, en búsqueda de un nicho por explotar, popularizaron sus imágenes a costa de incitar retiro tras retiro, olvidando que la justificación de los mismos era la poca o nula ayuda estatal del gobierno de Piñera; ignorando cruelmente, que los retiros son pan para hoy, hambre para mañana y que recurrimos al famoso 10% como última ratio.
Si bien el COVID no se ha ido, por ahora vamos volviendo a la normalidad cotidiana, donde el enemigo no solo es el virus, sino algo más humano como lo es la inflación, la cual, lejos de solucionar sus efectos económicos con dinero destinado a las inclemencias de la vida, exige movidas especialmente dolorosas, como lo es el aumento de las tasas de interés con objeto de evitar el exceso
de circulante en el tráfico comercial diario.
Las condiciones han cambiado, existe un gobierno diferente que puede tomar otras medidas que Piñera no adoptó, además, frente a un adversario que requiere de decisiones más técnicas que dilapidar las AFP para inocentemente "hacerlas desaparecer" o para evitar que Boric se quede con la plata. Pues que existan o no existan estas empresas mañana, tienen grandes cantidades de dinero que de todas formas seguirán siendo destinadas a las pensiones (idealmente en un sistema donde el interés público prevalezca por sobre el privado).
Dicen que las crisis las pagan los pobres, pues ellos sufren las consecuencias del alza de precios, pero la frase queda corta, ya que esta crisis también afecta a la virtual clase media, la cual desaparece en cuanto su capacidad de crédito también lo hace.
Carlos Muñoz Lecerf,
abogado-contador