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[Cultura Urbana]

"No hay nada que a mí me quite un pincel de la mano"

El artista Giancarlo Bertini inaugura hoy "Re-visiones intermedias", su primera exposición en la zona tras el estallido social y la pandemia.
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Marcela Küpfer C.

"Me gusta mucho hacer una reedición de mi trabajo, como se llama la exposición, en mi casa, porque Valparaíso es mi casa, yo nací en Valparaíso y exponer ahí es como exponer en mi casa", señala Giancarlo Bertini, horas antes de inaugurar su nueva muestra pictórica en la sala El Farol. El lugar, en particular, tampoco le es indiferente: allí fue uno de los ganadores, a mediados de los '90, del concurso de Arte Joven, lo que ayudó a impulsar su carrera, y a esa sala vuelve luego de cuatro años sin exponer en la zona.

Su última muestra "Re-conexiones", de 2018, se realizó en la sala y antesala Viña del Mar, marcando el regreso de Bertini a Chile luego de una estadía de tres años en México. Hoy, después del silencio impuesto por la pandemia, el artista porteño vuelve a exponer en la región que lo vio crecer, revisitando su forma de hacer arte.

La muestra, que estará abierta desde hoy al público en la sala El Farol de la Dirección de Extensión de la Universidad de Valparaíso, contiene obras de gran formato con algunos clásicos de Bertini -como sus construcciones geométricas, sus tonalidades rojas y tierra y sus ineludibles vaquitas en la extensión del lienzo-, pero también con muchas innovaciones, como las tonalidades violetas y el uso de la mancha.

"ni una pandemia, ni una guerra..."

La pandemia, como ocurrió con muchos artistas, significó un punto de inflexión para Bertini, quien reconfirmó su lazo con la pintura, pese a que vivió momentos personales difíciles producto de la enfermedad.

"Me complicó pero yo siempre seguí pintando", cuenta. "En lo personal perdí a algunos amigos y se me enfermaron parientes y familiares, sufrí bien de cerca el proceso de la pandemia, pero siempre tuve el interés de seguir pintando sin ningún pretexto, buscando materiales porque estaba todo cerrado y me las tuve que rebuscar para seguir trabajando. Me aseguré realmente de que yo nací para ser pintor, porque si seguí pintando en pandemia, con mis padres hospitalizados y todo, quiere decir que yo realmente soy pintor y eso lo vengo diciendo desde los siete años: no hay nada que a mí me quite un pincel de la mano. Seguí pintando con los colores que tenía, cuando estaba todo cerrado. Tenía que sacar todo a través de la pintura", reflexiona Bertini.

"Es un dulce tormento, porque he tenido que pagar todas las consecuencias de ser pintor, pero sigo adelante, ni una pandemia ni una guerra ni un estallido social a mí me para, tengo una fuerza y una pasión inconmensurable para pintar", apunta.

Para él, exponer en Valparaíso luego de varios años resulta una especie de "vuelta de mano", con la ciudad: "Valparaíso es mi casa, yo vengo a poner orden en la casa con mis cuadros, vengo a autoevaluarme y lo hago en la mejor galería de arte de la V Región, con trayectoria de décadas. En la exposición no se va a vender, en Valparaíso no se vende porque el porteño solo necesita ver pintura. Yo hago mi humilde aporte a su mejor galería de arte, no importa si se vende o no (...) Yo expongo con amor y profesionalismo en Valparaíso".

-¿Qué temas e ideas inspiran esta exposición?

-Abarqué temas diversos como el silencio, el vacío, la incertidumbre; traté de darles forma a través de un camino, el camino es constante en las diversas obras que presento. En definitiva me inspiro en cosas cotidianas, íntimas, personales, y la sensación que me provoca el estado de encierro y la incertidumbre social, a nivel global.

El policlínico de los libros

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por Joaquín Escobar

Memoria colectiva

Fernando Butazzoni es un escritor uruguayo del que poco conocemos en Chile. Autor de ensayos, guiones y novelas, ha sido galardonado con los premios Casa de las Américas y Educa de Narrativa Hispanoamericana. Como periodista ha estado reporteando guerras y conflictos fronterizos, haciendo de su profesión una trinchera con la cual construir una obra literaria determinada por la realidad de la región.

Butazzoni tiene el pulso literario exacto para retratar, desde la actualidad, la historia de las dictaduras latinoamericanas. Su libro es una crónica ficcional en la que se mezclan los regímenes militares del siglo XX y la narración de thriller que le da al libro un aire cinematográfico y serial.

Cuatro son las historias que presenta la novela. Ellas se van mezclando en tiempos y espacios, viendo el futuro como un ente que necesita de las sombras del pasado.

La primera: estamos en 1974, la dictadura de Pinochet pronto cumplirá un año. La represión es feroz, no da tregua, las calles de Santiago son una cacería infernal que buscan liquidar a toda la izquierda chilena. En medio de este apocalipsis, una muchacha uruguaya es buscada por la DINA. Después de considerar distintas estrategias que le permitan no ser capturada, opta por viajar hasta Ovalle y pedir ayuda para cruzar la cordillera de los Andes a pie. La desesperación es tal que no dimensiona lo que ello significa. Tendrá que entrar en un terreno que desconoce y para el cual no está mínimamente preparada.

La segunda: 26 años después, en Montevideo, un periodista descubre un casete en el que se narra la existencia de cementerios clandestinos. Un militar rompe los pactos de silencio y graba una confesión que da cuenta de los cuerpos de los detenidos desaparecidos. Al terminar la grabación, se suicida de un balazo.

La tercera: una internacionalista rusa llega a Buenos Aires. Después de estudiar formas de comportamiento que involucran construirse otra vida (el romper con un pasado político) intenta ayudar a combatir las dictaduras que pueblan Latinoamérica. Se infiltra, a la manera de una espía y exporta información.

La cuarta: se describen los desayunos de Manuel Contreras con Augusto Pinochet en el Diego Portales, que fueron habituales durante los primeros años del régimen. Se reproducen diálogos y hechos, narrándose la dictadura desde sus entrañas, los movimiento de un ajedrez macabro que buscaba liquidar a toda la oposición.

Los cuatro puentes narrativos que cruzan esta novela terminan dialogando y construyendo nuestra memoria colectiva. Cada personaje desde lo íntimo construye lo público, entendiendo cada decisión personal y militante como parte de una construcción mayor. Un libro que entretiene y continúa perpetuando la memoria.

título: "Las cenizas del cóndor"

autor: Fernando Butazzoni

editorial: Alfaguara