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Isabel II fue sepultada en una ceremonia llena de pompa ante el fervor de sus fieles

Cientos de miles de británicos se volcaron a las calles para despedir el carro que trasladó los restos de la soberana, que fue sepultada junto a su marido Felipe en uno de los funerales de Estado más impresionantes de la historia moderna.
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Agencia Efe

E'n una ceremonia de otro tiempo, de solemnidad sobrecogedora, la reina Isabel II recibió ayer un último adiós que devolvió todo su sentido al apelativo de majestuoso y evidencia que nadie maneja mejor los ritos y la pompa que la monarquía británica.

El funeral de Estado en la abadía de Westminster por Isabel II, fallecida el 8 de septiembre, puso el broche a diez días de luto nacional con una puesta en escena sin par en el mundo.

Si la monarquía no solo sobrevive en el Reino Unido del siglo XXI, sino que parece prosperar, se debe en buena medida a su maestría para mantener vivos símbolos que parecen remontarse a la noche de los tiempos, por mucho que en algunos casos apenas daten de hace unas décadas.

El ritual, que pide dejar aparcado el análisis racional para dar rienda suelta a la fascinación, estuvo a la altura de la relevancia histórica de Isabel.

El féretro recubierto con el estandarte real salió como estaba estipulado a las 10.44 (09.44 GMT) del Palacio de Westminster, sede de la soberanía popular, para recorrer los cientos de metros que lo separan de la abadía del mismo nombre.

Allí, en el mismo lugar donde la reina contrajo matrimonio con el príncipe Felipe y donde fue coronada en 1953, lo esperaban dos millares de invitados, entre ellos decenas de jefes de Estado, como el rey de España, Felipe VI, o los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y Francia, Emmanuel Macron.

Arrastrada con cuerdas por 142 miembros de la Marina Real, una cureña (carro de cañón) transportó los restos mortales, seguida por miembros de la familia real, a la cabeza de los cuales se hallaba un emocionado rey Carlos III.

Pese a que la Commonwealth (vestigio de la era colonial cuya desaparición presenció la reina) atraviesa por momentos complicados, eso no impidió que jinetes de Policía Montada del Canadá abriesen el cortejo fúnebre.

Tras ellos, ataviados con parafernalia tan característica como los sombreros de piel de oso de la Guardia Real, diferentes cuerpos militares desfilaron al son de las gaitas de regimientos escoceses e irlandeses.

Una tarjeta escrita a mano sobresalía encima del féretro, entre la corona imperial, el orbe real y el cetro de oro: "En memoria amorosa y devota". Firmado: "Charles R", el primogénito de la difunta y nuevo soberano, Carlos III.

Una coreografía

Con los invitados -entre ellos 200 miembros de la sociedad civil reconocidos por sus obras por la reina- ya instalados, el féretro fue introducido en el templo a las once en punto (10.00 GMT) para que el coro de la abadía lo recibiese con el canto "Yo soy la resurrección y la vida", que ha sonado en cada funeral de Estado desde el siglo XVIII.

Tras el recibimiento por el deán de Westminster, David Hoyle, y la lectura del Evangelio según San Juan por la primera ministra Liz Truss, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, pronunció un sermón en el que destacó la vocación de servicio de Isabel II.

"Su difunta Majestad, como es bien sabido, declaró en su discurso de su 21 cumpleaños que toda su vida estaría dedicada a servir a la nación y a la Commonwealth. Rara vez se ha cumplido tan bien una promesa", dijo.

"El duelo de este día, sentido no solo por la familia de la reina fallecida, sino por toda la nación, la Commonwealth y el mundo, proviene de su vida plena y de su amoroso servicio, que se nos han ido", agregó.

En medio de una solemnidad absoluta, apenas las indicaciones que el príncipe heredero, Guillermo, hacía a su hijo Jorge, de 9 años, quebraban una ceremonia concebida para subrayar la inmutabilidad de la Corona. Y qué mejor forma de encarnar esa inmutabilidad que perdurando en el tiempo, que es precisamente lo que hizo Isabel en 70 años como reina.

Sismo sacude a México en el aniversario del terremoto de '85

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Un sismo de magnitud 7,7 sacudió este lunes el centro de México, con saldo de un muerto, justo en el día de los aniversarios de los terremotos del 19 de septiembre de 1985 y de 2017, considerados los dos más destructivos de la historia reciente en el país.

Apenas minutos después de que se realizara un simulacro para recordar las medidas preventivas en caso de un terremoto y conmemorar los sismos de este mismo día en 1985 y 2017, un nuevo movimiento telúrico generó pánico entre los habitantes de la capital y de estados del occidente y centro del país.

En el centro de la capital, varios edificios fueron desalojados para evaluar los daños que dejó el movimiento, que primero se reportó de magnitud 6,8, después el Servicio Sismológico Nacional (SSN) dejó en 7,4 y, por último, la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC) estimó en 7,7.

De acuerdo con el presidente, Andrés Manuel López Obrador, en Manzanillo, Colima, una persona falleció por la caída de una barda de un centro comercial en dicha ciudad, siendo hasta ahora el único muerto reportado por este siniestro. En Coalcoman, en el estado de Michoacán, donde fue el epicentro, solo hubo daños materiales.