"Ese era mi delito, vender libros que no eran míos"
A raíz de la cesantía de sus padres, él a los 13 decidió vender los libros que tenía, sin pensar que esos primeros días, lo llevarían a dedicarse, años más tarde, a la venta y reparación de libros.
Por Francisca López Molina
"De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria", dijo Borges a los estudiantes de la Universidad de Belgrano, en Argentina a finales de los años 70. Los libros son mundos, cuentan historias a través de palabras e imágenes, pero al mismo tiempo, son un espacio de encuentro y de hospitalidad, como diría Genevieve Patte.
Rodeado de libros antiguos, usados, de esos de segunda mano, creció Jonathan Uribe. "Con ese plan de la dictadura de mandar a los pobres a las periferias, nos fueron a ubicar de Santiago a una villa nueva, al lado de un cerro y un estero. Los cabros chicos andábamos felices, pero a los grandes se les hacía difícil encontrar trabajo. Fue la típica infancia pobre postdictadura. Pero con libros". dice.
Debido a que la familia no encontraba trabajo, Jonathan, en conjunto con su hermano, años más tarde, decidieron robarles algunos libros a su padre. Sacaron de su biblioteca varios ejemplares y fueron a la feria 30 de marzo, en San Antonio, "No lo notó en un principio porque teníamos muchos apilados. Tampoco le importó tanto cuando supo, porque le gustó la idea de hacer dinero y al mismo tiempo seguía comprando", dice riéndose.
"La primera vez que salimos, fue un fin de semana, vendimos todos los libros. Estábamos contentos por generar dinero rápido. No obstante, nos dimos cuenta que habíamos vendido los ejemplares muy baratos por las ediciones. Eso nos dio algo de culpa"
Con el pasar de los años, Jonathan, se dio cuenta que, lo que partió como una forma de ayudar a su familia, se transformaría en su oficio. De manera esporádica, iba y venía a las ferias de San Antonio y Valparaíso. En algunos lugares concurridos, colocaba una mantita y ahí ponía los libros.
"En Valpo me puse al frente del Congreso porque ahí pasaba mucha gente. Un día un carabinero me pasó un parte, me dijo que no debía vender ahí, y que sólo tenía que vender libros que fueran de mi autoría. Ese era mi delito, el vender libros que no eran míos. Intenté convencerlo y finalmente se fue", dice Uribe
El 2010 Jonathan, adoptó el oficio de librero como una forma de vivir: "ahí era buscar libros y empezar hacer negocios para vender. Me fijé, en estas andanzas por Santiago, que desechaban libros. Desde ahí empecé a recolectar los que botaban las bibliotecas. Encontré una feria en la capital, que a eso de las tres de la tarde, los libreros dejaban tirados esos libros. Allí empezó la idea de repararlos".
Por esos tiempos, en Valparaíso, se conformó un grupo de personas que vivían en situación de calle, que, al ver que él regalaba libros, aprovechaban para sacar alguno y leerlo. Cada semana se llevaban un ejemplar, cada semana los devolvían, "porque no tenían un espacio para guardarlos". Cuenta a El Rayo, que ellos lo empezaron a ayudar con la recolección, "era bonito, pero también era muy lindo que quisieran conversar sobre literatura conmigo. Creo que hay mucha gente que quiere leer y realmente no puede tener libros. Y los atrapa la vergüenza. Adultos que leen a nivel de 10 o 12 años, que no le dicen a nadie, por vergüenza. Y no leen. Le tienen miedo a las bibliotecas y librerías porque son grandes e imponentes. Pero se sienten cómodos en la calle, hablando con un vendedor ambulante", reflexiona en su sofá negro que tiene en su taller de San Antonio.
taller de reparación
Jonathan, comenzó a reparar los libros debido a que, los que encontraba venían rotos, les faltaban las portadas, estaban descosidos. En su casa, conformó un taller. Ahí, hay libros desparramados, despelotados, libros antiguos, seminuevos, en cajas, estantes, en maletas, libros apilados en una pared de metal. Hay cientos de ejemplares. Algunos de son editoriales como Zig Zag, Quimantú, Nascimento, entre otras. Hay primeras, segundas y terceras ediciones. Hay libros que esperan a ser clasificados por precios, pegados, otros esperando a que se sequen. "El proceso puede durar un día para esté listo", dice Jonathan.
En su escritorio tiene diferentes tipos de prensas que él mismo hizo de madera para pegar los libros. Los libros se pegan con gasas y con hilo "el hilo es para que tenga más firmeza porque sino se empieza a mover horizontalmente cuando uno lo abre. Con el hilo, uso hilo de volantín, se mantiene súper firme. Luego, hay que pegarle sus tapitas. Se corta los sobrantes de la gasa y queda sin que se note que fue reparado".
Jonathan, va los rincones en donde botan los libros, los recoge, limpia y luego los repara. A veces, saca los libros de la basura. En su laboratorio, tiene cerca de 2000 libros que están clasificados para regalar, el resto, otros miles, están arreglados o esperando a serlo.
En su taller hay un sillón grande negro. Trabaja todos los días de una a cinco de la mañana "en esas horas me concentro más" dice el reparador.
La venta de libros
Uribe cuenta que lo mejor de su oficio es que llegan niños y niñas lectores y eligen sus propios libros de la maleta, "saben lo que buscan. Me emociona porque creo que es súper importante crecer con libros en la casa. Libros tuyos. No prestados. No libros que tienes que leer apurado para devolver. Libros tuyos que puedas llevar en la mochila, rayar, perder, llevar al baño, tenerlos apilados y tomar cuando quieras. Y eso es difícil en estos contextos donde vendo porque siempre se va a privilegiar la comida.Pero eso. Creo que es un poquito de justicia, que podamos tener libros en casa. A mí me ayudó mucho ser un niño pobre con una casa llena de libros" concluye.