Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Deportes
  • Tiempo Libre
  • Estrellas

La porteña que nutre su pasión en EE.UU.

Mallory Haney Loo, es concertista de órgano, desde los cuatro que se dedica a la música. Hoy, a los 24 años, estudia becada un master Universidad de Thornton School of Music.
E-mail Compartir

Por Francisca López Molina

"Un verdadero músico debe someterse ante su arte… Debe hacer uso de él por encima de las miserias humanas… Debe sacar el coraje que tiene dentro… Lo que sea de ese lugar", dijo el compositor impresionista francés, Erik Satie.

Hay personas que desde pequeños muestran una gran capacidad para tocar instrumentos musicales. La música toma posesión de sus cuerpos. La buscan, la encuentran y finalmente, interpretan.

Sentada en un órgano de la sala de ensayos de la Universidad de Thornton School of Music, en Los Ángeles, está Mallory Haney Loo. La porteña que se fue a vivir a Estados Unidos a los 16 y que ahora tiene 24 años, está tocando El trío de J.S Bach. La organista mueve sus manos, pero también sus pies. Toca con la punta de sus zapatos blancos los pedales. "Son tres voces distintas, una que va a la derecha, otra a la izquierda y la última es la base" dice Haney a El Rayo, mientras coordina su cuerpo en un instrumento de madera que tiene tubos, tres teclados y una pedalera.

Mallory creció rodeada de dos pianos, uno alemán y el otro estadounidense. "Ella escuchaba las canciones en el jardín y se ponía a cantar, mientras sus compañeritos aplaudían", dice por teléfono Aurora Loo, la madre de la concertista.

Debido a su gusto, sus padres decidieron apoyarla. Fue entonces, a la edad de los cuatro años, cuando empezó a tocar el piano con el profesor ítalo Olivares.

Su primer concierto fue en el Palacio Vergara, "el profesor pensaba que yo no podía encontrar el "Do". Para ayudar, él iba a salir en cada pieza para acordarme que nota era, pero finalmente no lo hizo. Se dio cuenta que yo podía. Ese mismo día, también, sucedió que yo salí de las primeras y salté de la banca del piano. Escuché los aplausos del público y no podía más de felicidad. Desde ahí inició una búsqueda, una búsqueda en torno a la felicidad musical".

A medida que pasó el tiempo, se dio cuenta que el piano no la llenaba como en algún minuto lo fue, "yo siempre toqué fuerte. Decía quiero más, quiero más. Sentía que algo me faltaba".

Su búsqueda la llevó a replantearse si quería seguir en la música. "Recuerdo que, a los 12 años, le supliqué a mi mamá que por favor, me dejara déjame ser libre y ella, de manera contundente, me dijo que no. Gracias a eso, decidí tocar el órgano y ahí cambió mi vida", recuerda.

"A esa edad empecé a tocar el órgano en la iglesia Luterana. Ahí comencé a comprender realmente hasta dónde llega la profundidad de la música" dice Mallory sentada en la banqueta del órgano.

Mientras se realiza la entrevista por videollamada, la porteña, de vez en cuando, revisa sus partituras, mira su teléfono, contesta algunos mensajes. "Esta semana estoy repleta de exámenes en el master. Tengo que practicar casi ocho horas diarias" dice algo angustiada.

En el mismo año en que se dio cuenta a qué instrumento se especializaría, comenzó sus estudios de piano en el Instituto de Música Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. "La Mallory era la más pequeña. Todos sus compañeros tenían 19, 20 o 25 años", indica su madre.

A los 15 años tomó sus primeras clases de órgano, "la primera pieza que toqué con el pedal, se repetía de manera constante. La duración fue de 13 minutos. Poco a poco, el sonido fue creciendo. ¡toc, tOC, TOOOOC!. En ese instante, me enamoré".

Su viaje a Estados Unidos

Un año más tarde se fue de viaje a Estados Unidos, lugar donde vive su padre. En ese verano, Haney, tocó en diversas iglesias. Allí, descubrió que existía todo un mundo para el órgano. Llegó a Chile y alistó las maletas para ir detrás de su pasión.

"No me quedaba otra opción. En ese tiempo, existía una sola institución que tenía el instrumento en el que yo me estaba especializando, era la Universidad de Chile. Desde el año pasado que cancelaron la carrera, entonces, ahora, ya no hay ningún lugar para estudiar órgano de manera seria y profesional. Por otra parte, si bien, en Chile hay órganos de un alta calidad, muchos no se encuentran en buen estado. El órgano se sigue tocando en iglesias allá", dice Mallory Haney.

Haney fue becada el 2017. Estudió órgano en la Jacobs School of Music en Indiana, con la profesora Dr Janette Fishell. El mismo año, postuló a French Organ Music Seminar, en donde tuvo la oportunidad de tocar en Suiza, Italia y Francia.

La pasión

"Lo más majestuoso del órgano son los distintos tonos, los diversos registros del sonido. El órgano hace lo que un instrumento no puede hacer por sí solo. Uno reconoce un arpa, un piano, un oboe. No obstante, todos ellos están en el órgano. Es algo tan bonito, pues uno como organista tiene el poder de ir desde una pieza tan romántica y dulce, hasta algo dramático ¡paaaf! ¡paaaf!, que hace que tiemblen los vidrios de las iglesias y teatros. ¡Tarám!" concluye la concertista.