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La mujer de hierro que enseña a porteños los secretos al volante

Marcela Cabello aprendió a manejar a los 13 años gracias a las lecciones que le dio su padre, un operador de grúas en el puerto de Valparaíso. Se hizo instructora de manejo hace 28 años, también aprendió operar grúas.
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Alicia Hale - La Estrella de Valparaíso

Su mentor fue su padre: Rodolfo Cabello, quien trabajó como operador de grúas en el puerto de Valparaíso y luego para la empresa portuaria privada SAAM. Rodolfo vio en su hija la inquietud de hacerse cargo del volante y conducir. Apenas alcanzaba los pedales cuando ella insistía. A los 13 años le enseñó a Marcela a manejar. Era un Chevrolet 61, burdeo.

Marcela Cabello mira hacia atrás y agradece a su padre, quien falleció el 2010, todo lo que ha logrado gracias a esas enseñanzas de vida, que la empoderaron como mujer profesional y seguir con pasión, fuerza y perseverancia su camino: ser instructora profesional de manejo.

"En el comienzo fueron años difíciles, debes lidiar con esa postura de algunos hombres que no quieren que la mujer desarrolle una labor que creían que solo la podían realizar ellos. Hoy el campo laboral es para todos y todas. En todo ámbito la mujer se ha empoderado y ha sabido ocupar su lugar profesionalmente, pero aún falta más, creo que la nueva generación lo está logrando sin miedo. Hoy en día los jóvenes son más modernos, ellos saludan, dan la gracias, es otra generación, a diferencia de las generaciones más antiguas que aún insultan y agreden solo a veces porque eres una mujer, pero son las personas mayores de 40 años que siguen manteniendo la mente machista hacia las mujeres que manejamos", reflexiona la única instructora de Valparaíso.

Marcela Cabello comienza su jornada laboral a las 7.45. Espera con su rubia cabellera larga, al interior del auto a quienes enfrentan sus miedos y se lanzan a aprender a conducir. Ella siempre segura. Siempre empoderada. "Comencé en 1994 en la Escuela Contacto, siempre quise ser instructora, a pesar que soy parvularia de profesión, pero en mí siempre estuvieron las ganas de enseñar a conducir; esta profesión que es tan linda, pero a la vez extrema. Es para valientes, conoces tanta gente que requiere de tu ayuda para lograrlo y debes ver su capacidad, su personalidad, porque uno conduce como es, la personalidad se refleja al volante. Debes lidiar con sus miedos, sus traumas y debes lograr que se atrevan a superar sus traumas con paciencia, atención, psicología y dedicación".

El paso de Marcela Cabello por la conducción ha sido un camino largo. Desde pasar la prueba para lograr el carnet de instructora hasta conducir grúas. "Me encontré con una muralla difícil cuando quise ser instructora de conducción, se debía tener cursos, años de experiencia en el manejo, no haber tenido nunca un parte. Además en ese tiempo no existían mujeres instructoras; pero me lo propuse. Estudié, hice los cursos, aprobé todo y así comencé".

Recuerda una de las pruebas más complejas: "Tienes dos volantes que se deben manejar al mismo tiempo por diferentes caminos y ocupando las dos manos, sin dejar de tener el vehículo y guiándolo, sin que se desvíe del camino. Si eso sucede debes volver a retomar la ruta, pero al mismo tiempo, el otro lado continúa su curso, o sea debes ser rápido, ágil y evitar que se desvíe. Ese es uno de tantos exámenes". Y agrega: "Los instructores/as tenemos que tener mucha habilidad con la mano izquierda, porque debemos trabajar el lado izquierdo, es ese el que te ayuda a evitar los choques y el que dirige el volante cuando el vehículo se les desvía del camino al alumno y no tiene buena dirección y coordinación".

En su faceta de operadora de grúas en el puerto de Valparaíso recuerda que "hubo un tiempo que se requerían mujeres para la operación de grúas, me llamaron y accedí a realizar el curso. Lo aprobé y y fui la única mujer haciendo el curso, lo hice en honor a mi padre. Él ya había fallecido pero nuevamente vinieron los miedos hacia las mujeres que no podíamos ejercer trabajos de hombre. Al final volví a lo mío, porque extrañaba hacer clases. Hoy sé que hay mujeres en grúa y eso es muy positivo, pero en ese tiempo era súper raro".

En el camino

Pasada la primera prueba de fuego, Cabello siguió su camino: "He estado en varias escuelas ejerciendo la labor de instructora he sido creadora y directora en dos escuelas y hoy solo hago la labor de instrucción en la calle, que es lo que me apasiona y me gusta. Me entretiene mucho y disfruto enseñando, conoces mucha gente a diario de todas las profesiones y ellos también te enseñan. Es gratificante ver como comienzan de cero en la conducción, sin saber maniobrar el vehículo con mucho miedo y nervios. Y luego evaluarlo en su última clase y ver que son capaces de conducir solos, habiendo aprendido las normas de tránsito, detenciones en subida, que acá en Valparaíso es lo más difícil, sin contar las curvas, los giros cerrados y las calles empinadas. Cuando eso ya lo pueden hacer solos sin tu ayuda, para mí es felicidad plena y más aún cuando rinden su examen municipal y logran sacar su licencia de conducir, eso a los instructores nos llena de orgullo y alegría, es una meta superada porque cada alumno es una historia".

Cabello dice que "No hay edad para aprender a conducir, solo las ganas". Cuenta que el alumno de mayor edad, tenía 72 años: una buena salud y las ganas de aprender. "También ha realizado clases con personas del espectro autista, me ha ayudado el hecho de ser parvularia porque he podido lograr que confíen en mí y lo logramos. Lo de ser parvularia me ayuda y complementa con esta labor porque me ayuda a identificar sus habilidades, les enseño y fomento el respeto por el otro en la conducción, identifico el problema de base, cuando les cuesta un poco más el aprendizaje y los ayudo a superarlo".