Si hiciéramos un catastro de los altos puestos que reciben sueldos del Estado, más que millonarios, nos encontraríamos con sorpresas mayúsculas relacionadas con el cartón, llámase, título universitario. Muchos están falsificados, con estampilla y firma de no se quién. No existe en nuestro país, un organismo oficial, como Contraloría, por ejemplo, cuya labor sea constatar la veracidad del documento.

Este problema existe en Medicina, Ingenierías en general, Construcciones, Leyes y todo lo relacionado con Servicios Sociales.

Miles de falsos profesionales existen en nuestro suelo, que jamás pisaron una Universidad. Son chilenos y extranjeros. Nadie pone coto a esto. Es una calamidad. Médicos otorgando recetas, con el peligro consiguiente de la muerte del paciente. Constructores erigiendo casas, sin ningún conocimiento del tema.

Renato Norero

A pesar de que muchas organizaciones han hecho un esfuerzo para proteger los datos, según el último Índice de Confianza Digital del Consumidor de Thales, el nivel de confianza más alto no supera el 42% y es otorgado a la industria bancaria y financiera, lo que significa que más de la mitad de las personas tiene poca confianza en la protección de datos en todas las industrias. En la otra vereda están las redes sociales (18%), el Gobierno (14%) y los medios de comunicación y de entretenimiento (12%), con los menores niveles de confianza.

Bajo ese panorama, es trascendental asegurar mediante regulación el cifrado y autenticación multifactor como estándar mínimo, permitiendo a los consumidores no solo ver la imposición de multas contra las infracciones en ciberseguridad, sino que también garantizar la implementación tecnológica adecuada para realizar sus compras, empezando por el cifrado de datos obligatorio y la autenticación multifactor.

Patricio Jaca

Jefe de Ventas en Protección de Datos de Thales para el Cono Sur

Durante la ola de calor que lamentablemente hasta se sintió en Valparaíso, donde no estamos acostumbrados a temperaturas sobre los 21 grados, en varios puntos de la ciudad (en demasiados, la verdad) se agudizó el olor a orina. Cuando sentí ese hedor pedí al cielo que lloviera agua con cloro, porque es francamente insoportable.

También pedí que la tierra se tragara a un hombre que muy suelto de cuerpo comenzó a tirar todo su líquido acuoso en una pared ubicada en Urriola, entre Prat y Cochrane, el miércoles pasado a eso de las 14 horas, cuando por ahí pasa muchísima gente.

¿Será que los porteños sufren más de enfermedades que afectan los riñones o la vegija? Puede dar para tema de un estudio de salud, digo yo. Porque ya es mucho.

Isabel Rojas