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La confesión del hijo de Pablo Escobar: "Nunca lo vi feliz"

Sebastián Marroquín, hijo del narcotraficante que sometió a todo Colombia bajo la ley de la violencia, revela historias ocultas de Escobar y desmitifica a las series de Netflix: "El de mi padre no fue un caso de éxito que haya que imitar".
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Gian Franco Giovines D. - La Estrella de Valparaíso

Juan Pablo Escobar Henao (45), quien a los 16 años se cambió el nombre a Sebastián Marroquín, no ha tenido más remedio que vivir bajo la abrumante sombra de su padre: nada menos que el narcotraficante más sanguinario de todos los tiempos, Pablo Emilio Escobar Gaviria. El mismo que, en la década de 1980, era responsable del 80% del tráfico mundial de drogas; quien ordenó magnicidios de ministros, candidatos presidenciales y policías; y que sometió a toda Colombia bajo la ley de las balas, el dinero y la sangre durante más de una década.

A casi 30 años de la muerte de Escobar -en 1993-, el primero de sus dos hijos, el arquitecto Sebastián Marroquín, se ha dedicado a escribir libros, desarrollar documentales y dar conferencias a lo largo del mundo, buscando desmitificar aquella glorificación hacia la figura de su padre que, según sus propias palabras, han propiciado las producciones hollywoodenses. Y el pasado viernes estuvo en Zapallar, en la multicancha de la comuna, en el contexto de la una charla organizada por el municipio local y titulada "Escobar, una historia para no repetir".

Un hombre infeliz

A pesar de los casi 8 millones de dólares de la época que amasó Escobar, su hijo lo recuerda como un hombre infeliz: "En mi piñata de los cuatro años habían más fajos de dólares que golosinas. Teníamos helicópteros, aviones... Pero eso no nos compraba la felicidad. En el único lugar donde yo vi disfrutar a mi padre fue en la televisión, en 'El patrón del mal' y en Netflix, porque en la vida real yo nunca lo vi así", sostiene Sebastián Marroquín, quien también recuerda el temple de su padre en su primera comunión.

"Mi papá en ese momento tenía más de diez órdenes de captura. Estuvo conmigo para la foto, pero no disfrutaba del momento. Estaba pendiente de su seguridad, pendiente de si las autoridades ya llegarían a capturarlo, pendiente de haberlos corrompido a todos para que por lo menos lo dejaran estar un rato en la primera comunión de su hijo", expone el arquitecto.

El primogénito de "El patrón" no tiene escrúpulos para reconocer las atrocidades que cometía Escobar, el mismo a quien define como un "buen padre", pero también un "terrorista" y un hombre que "nunca pensaba en las consecuencias de sus decisiones".

"Nosotros (la familia) le decíamos no pongas más bombas, no generes más violencia. Yo le decía a mi papá: si tú tienes que defender tus ideas con armas, entonces tienes que revisar tus ideas. Pero finalmente se escapa y se convierte en el hombre más buscado del mundo".

Aquella misma porfía descrita por Marroquín queda de manifiesto en la que es probablemente la imagen más icónica de Pablo Escobar, posando con su hijo en el frontis de la Casa Blanca, símbolo del poder estadounidense, el mismo que años más tarde le daría caza.

"Es una de las fotos más famosas de la historia de mi papá. Esa misma tarde fuimos a visitar el edificio del FBI, donde se suponía que estaban aquellos que tenían que perseguirlo... Él siempre quería estar un paso adelante de la autoridad", confiesa Sebastián Marroquín.

La historia oculta

Los actos cometidos por Pablo Escobar condenaron a su familia a vivir varias situaciones al límite de la muerte.

La madrugada del 13 de enero de 1988 es una que no se olvida en Colombia. Aquella noche, el país vio cómo el primer "coche bomba" de su historia destruyó casi por completo el Edificio Mónaco, lugar donde descansaba la familia de Escobar y blanco del Cartel de Cali, principales enemigos del poderoso narcotraficante.

"Yo estaba durmiendo y casi muero ahogado por el techo que me cayó encima. Mi madre fue la que me salvó levantándolo (...) Mi padre vio desde la montaña la explosión. Él pensó que sus hijos y que su esposa estaban muertos", recuerda Sebastián.

Otro episodio que marcó la vida de Marroquín, esta vez junto a su padre, ocurrió mientras ambos se escondieron durante ocho días de la policía colombiana: "Nos estábamos escondiendo en algún lugar de la ciudad de Medellín que no podría precisar, porque nos llevaban con los ojos vendados. Un día, la policía rodeó el barrio donde estábamos, porque tenían información de que Pablo Escobar andaba rondando el lugar. Mi padre se asomaba por el ojo de la puerta y veía a los policías vigilando. Apenas cuatro centímetros nos separaban de la muerte. Mi papá reaccionó rápidamente y dijo que apagáramos todas las luces, que no usáramos el baño ni prendiéramos el televisor, porque la policía tenía que pensar que la casa estaba deshabitada. Nosotros pensamos que el operativo iba a durar una noche o dos, pero no durante ocho días. Comenzamos a morirnos de hambre mi papá y yo, porque nos quedamos solos, sin nada para comer. Yo miraba esos millones de dólares en efectivo y decía: se supone que están acá para traerme felicidad, pero me han traído hambre", confiesa Marroquín, quien asegura que aquella fue una de las peores experiencias de su vida.

Narcocultura

Habiendo vivido el narcotráfico desde dentro, el hijo de Pablo Escobar es un férreo crítico de la narcocultura. La misma, que según su opinión, hoy prolifera gracias a las series de televisión: "Hay una serie de productos que se inventaron sobre mi padre que están maleducando a los jóvenes, haciéndoles creer que el de Pablo Escobar es un caso de éxito que hay que imitar. Yo amaba a mi padre, pero ese amor no me quitó el conocimiento para entender que lo que estaba haciendo no era correcto. Esto nunca más se debe volver a repetir", dice Marroquín, quien cree que la educación "es la única herramienta eficaz para combatir el problema de las drogas en el mundo".

"El único lugar donde yo vi disfrutar a mi padre fue en la televisión, en 'El patrón del mal' y en Netflix".

Sebastián Marroquín