Centro le devuelve la sonrisa a los no videntes
Durante 20 años, el Instituto Vicente Mosquete de Viña del Mar se ha dedicado a educar y tratar integralmente a personas con discapacidad visual.
Gian Franco Giovines - La Estrella de Valparaíso
Aunque no cuente con la infraestructura ni la caja de resonancia más rimbombante, en el Instituto Antonio Vicente Mosquete de Viña del Mar se construyen grandes sueños.
En sus más de 20 años de historia, la institución perteneciente a la Corporación Municipal de Viña del Mar (CMVM) entrega tratamiento y acompañamiento psicológico a cerca de 50 niños, jóvenes y personas de todas las edades con algún tipo de discapacidad visual, cumpliendo un rol fundamental en su rehabilitación.
"Nosotros estamos con prácticamente casi todo el ciclo vital. Trabajamos con niños pequeños en toda la etapa que es conocer el mundo, trabajando todas las áreas de su desarrollo. También trabajamos con niños más grandes, con el currículum convencional de enseñanza básica, con todas las adaptaciones que corresponden. Incorporamos la lectoescritura braille, o de macrotipo, si son pequeños que presentan baja visión, además de todas las herramientas tiflotecnológicas que les van a favorecer en el proceso de aprendizaje y, en lo posible, para la inclusión a otros establecimientos educacionales", indica Paulina Portilla, educadora diferencial y jefa de UTP del Instituto Antonio Vicente Mosquete.
"Luego, tenemos el grupo de las personas jóvenes, adultas y adultas mayores, quienes presentan esta discapacidad visual. A ellos se les hace un trabajo de rehabilitación educativa, para que logren a posteriori la inclusión social y laboral", añade Portillo.
El centro viñamarino cuenta con un rico equipo interdisciplinario, que incluye a educadores diferenciales, asistentes de aulas, sicólogos, terapeutas ocupacionales y kinesiólogos.
Si bien la meta primordial del centro educacional es mejorar las habilidades comunicativas de sus alumnos, a través de los sistemas de braille y macrotipo, sus funcionarios van más allá, realizando un trabajo integral que también considera acompañamiento emocional y psicológico no solo para los alumnos, sino que también para sus apoderados.
Le cambió la vida
No fue fácil para la pareja conformada por César Guillén y Olena Telezhna, cuando en 2018 les comunicaron que su hijo "Maxim", de entonces 4 meses, había sufrido una hemorragia cerebral. Las secuelas fueron varias: tetraparesia espástica (dificultad para mover sus extremidades), epilepsia, mudez y ceguera.
Desesperados, tocaron las puertas de la Teletón y otros centros de rehabilitación. Sin embargo, no encontraban un recinto que atendiera a todas las necesidades de su hijo.
"Era una situación caótica para nosotros como papás", asegura César. Sin embargo, el destino los topó con el Instituto Vicente Mosquete de Viña del Mar. Allí, gracias al trabajo de sus educadores, el pequeño Maxim ha dado grandes pasos.
"Ahora nuestro hijo balbucea, se ríe, se contacta con el mundo y mueve los brazos y piernas", cuenta orgulloso César, quien agradece el trabajo de los educadores: "Lo que ellos entregan va más allá de lo que entregan otras instituciones, es un servicio integral. Los funcionarios no solo cumplen con su pega, acá ellos trabajan con amor. Gracias a ellos, hemos podido salir adelante con Maxim y no bajar los brazos".
"Los funcionarios acá trabajan con amor. Gracias a ello, hemos podido salir adelante con Maxim".
César Guillén, padre de Maxim.