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El imaginario de las galerías viñamarinas

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por Felipe Acuña Lang, escritor

A comienzos de los 80 comienza a desarrollarse en la ciudad de Viña del Mar el sistema arquitectónico de las galerías para reactivar el comercio de la calle Valparaíso. Recordemos que esta avenida había sido comercio de abarrotes y de bodegas, además de establecimientos de consumo refinado.

Las galerías, por su naturaleza fragmentaria oblicua y de penumbra, han contribuido a generar experiencia espacial nueva y distinta al sistema ortogonal y predecible del damero fundacional. Estas ofrecen al paseante un tiempo discontinuo en su red de pasajes, fragmentado entre lo público y lo privado, entre el adentro (galería) y el afuera (la calle), donde la trayectoria y velocidad del paseante puede ser explorada en una colección de objetos, donde conviven los usos del consumo en su heterogeneidad.

La inauguración de centros comerciales como el edificio Carrusel y la galería Florida, en 1978, y la galería Calle de Cristal, en 1979, despertaron gran atención de los ciudadanos por su diseño arquitectónico y la luminosidad artificial de sus recintos y el comercio de boutiques y tiendas de distinto rubro.

La galería Calle de Cristal cuenta con un atractivo comercio de rubros tan diversos que destaca por sobre otras galerías viñamarinas. Del punto de vista de su arquitectura el edificio propone un espacio de tradición milenaria. Pensemos en una larga calle de 100 metros sin vehículos en sus costados, abierta a la luminosidad del cielo, con techumbres acristaladas.

Entre los recursos apreciables desde fuera y dentro de su fachada, saliendo por calle Valparaíso, observamos un portal de corte londinense cuyo acceso da la impresión de ingresar a un pasaje interior o bulevar con cafeterías que le da calidez humana a su arquitectura de ladrillos rojos. A decir de los arquitectos que la diseñaron (Flaño, Núñez y Tuca), tiene elementos de los barrios antiguos, de principios del siglo XX. Para darnos a entender, podemos afirmar que el interior parece una ciudadela donde encontramos puentes interconectados y bajadas de escaleras que se conectan con el primer piso, donde convive el mobiliario de asientos para reposar o esperar a alguien. Y el reloj de la ciudad decimonónica anuncia las horas y se observa desde la bóveda superior cuya salida da hacia la calle Arlegui. Debido a estos atributos que ordenan el espacio público, la galería Calle de Cristal se configura como un clásico viñamarino; además, es la única galería viñamarina que cuenta con una escultura de piedra ("La reunión") que se puede ver desde distintos ángulos y que propone una mirada comunitaria de la ciudadela.

La arquitectura longitudinal de las galerías, que se conectan con varias salidas hacia la ciudad, permite aislarnos del ruido urbano de la calle; además, de transmitir un espacio de comercio más a escala humana y menos masificado que los centros comerciales. El espacio interior de las galerías adquiere una fisonomía fantasmagórica e irreal. Si transitamos por ellas, con el paso del tiempo, se transforman en un domicilio obligado, fruto de las relaciones simbólicas que vamos estableciendo.

Obra robada por los nazis regresa a Austria

Es la obra más cara del célebre artista de Viena. Durante la II Guerra Mundial, fue expoliada a su dueña, una empresaria judía y mecenas del arte.
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por Antonio Sánchez Solís | Agencia Efe

Es el cuadro más caro del pintor austríaco más famoso, Gustav Klimt, una obra maestra que fue robada por los nazis y a la que el público apenas ha tenido acceso un par de veces en el último siglo. Ahora, regresa a su hogar en Viena para una exposición que analiza los orígenes de su autor.

"Wasserschlangen II" ("Serpientes de agua II") fue terminada alrededor de 1907 y adquirida por Jenny Steiner, una empresaria textil judía que fue mecenas del movimiento artístico de la Secession y, especialmente, de su fundador y líder, Gustav Klimt.

La pieza se encuadra dentro del periodo dorado del artista y supone "una auténtica obra maestra", resume a Efe Stephanie Auer, comisaria asistente de la muestra "Klimt, inspirado por Van Gogh, Rodin, Matisse...", que se inaugura esta semana en la galería Belvedere.

EXPOLIADA POR LOS NAZIS

En junio de 1938, poco después de que Austria fuera anexionada por la Alemania nazi, la empresaria logró huir de Viena y su fortuna fue confiscada.

Dos años después, la pieza estaba en posesión del propagandista nazi Gustav Ucicky, del que se rumoreaba era hijo ilegitimo de Klimt.

En el año 2013, su viuda lo vendió en una subasta por 103 millones de euros (112 millones de dólares), de los que tuvo que entregar la mitad a los herederos de Jenny Steiner.

La pieza fue inmediatamente revendida por 168 millones de euros (183 millones de dólares), lo que hace de ella la séptima pintura más cara de la historia.

En todo ese devenir, "Wasserschlange II" apenas se ha expuesto en un par de ocasiones al público en los últimos cien años. En Viena se vio por última vez en 1964.

Y el pasado octubre fue exhibida cuando esta exposición se inauguró en el Museo Van Gogh de Ámsterdam, que ha organizado la retrospectiva en colaboración con la Belvedere.

Traerla ahora a Viena tampoco ha sido fácil, debido al enorme coste de la prima del seguro, que sobrepasaba la capacidad de responsabilidad civil del Estado austríaco.

Finalmente, el Museo Belvedere llegó a un acuerdo con los actuales propietarios, que asumieron los gastos extras del seguro a cambio de un proceso de restauración y de análisis realizado por los expertos del museo, el más importante del mundo en Klimt y que acoge su obra más conocida, "El beso".

LA TÉCNICA DE "EL BESO"

A través de un análisis mediante distintas tecnologías, incluidas radiografías, infrarrojos y microscopios, se ha concluido que Klimt, que esa época experimentó con el uso de metales como la plata, el oro y el platino, empleó la misma técnica usada en "El beso".

También se ha comprobado que Klimt fue cambiando la composición del cuadro y la posición de las figuras.

Con esta exposición se trata de mirar a Klimt desde la perspectiva de los artistas que lo inspiraron.

Durante mucho tiempo, Klimt había sido visto como "un planeta que gira en su propio sistema solar", en palabras de la directora del Belvedere, Stella Rollig.

"Vemos a Klimt con nuevos ojos: como un artista abierto e innovador, que estudió otro arte, nunca ocultó sus fuentes, siempre sintió curiosidad por las nuevas tendencias e incorporaba sus sugerencias a su obra", explica Rollig.

Entre las 90 piezas que forman la muestra, se cuentan, más allá de la obra de Klimt, ejemplos de Van Gogh, Matisse, Rodin Toulouse-Lautrec, Monet, Cézanne y Margaret Macdonald Mackintosh.